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El enfado cuando la nómina no crece pese al subidón de precios: “Se te quitan las ganas de trabajar”

Miles de empleados soportan el 8,4% de inflación de 2022 y el 3,1% de 2021 con el sueldo congelado. Nueve trabajadores en esa situación describen su día a día con un salario a la baja

Salarios congelados
Antonio es un trabajador con el sueldo congelado desde hace años.ALFONSO DURÁN
Emilio Sánchez Hidalgo

Ángel Alcaraz (47 años) cobraba unos 13.800 euros brutos al año de salario base en 2010 (unos 912 al mes) como recepcionista de un hotel en Murcia. Entonces el salario mínimo era de 8.866 euros al año. Ingresa prácticamente lo mismo desde entonces (con una pírrica subida de 50 euros al mes en 2017), mientras que el salario mínimo ha escalado hasta los 14.000 anuales. “Es muy triste que tu sueldo se actualice tan poco que te acabe alcanzando el salario mínimo. Es que no se puede cobrar menos. Te hace sentir como si tu formación, tu dedicación, tu antigüedad no valieran para nada”, explica. El sueldo de Alcaraz no se ha contraído, pero vale mucho menos que cuando firmó su contrato. El golpe de la subida de precios le ha arrollado en los dos últimos años —repuntaron un 3,1% en 2021 y un 8,4% en 2022—. “Hay muchas cosas básicas, que no son caprichos ni privilegios, de las que las personas en esta situación tenemos que prescindir aunque tengamos un trabajo”, añade.

España es uno de los países de la OCDE en los que más ha caído el poder adquisitivo por la crisis inflacionista. Este organismo estimaba en septiembre que la capacidad de compra de los españoles se reduciría un 4,5% en 2022, solo en mejor posición que Grecia (6,9%). El escenario pinta peor si se toma como referencia cuánto crecieron los salarios regidos por convenio a lo largo del año (2,78%) en España y cuánto la inflación (un 8,4%, la más alta desde 1986), con un desfase de seis puntos. Además, el FMI calcula que en 2023 el IPC rondará el 3,8%. Este huracán alcanza a España con un salario medio, según los datos del INE de 2021, de 2.086 euros brutos mensuales (unos 1.670 euros netos), un 2,4% más que en 2020.

Así, para la mayoría de los trabajadores 2022 ha significado un arañazo en su nómina. Los que se han llevado el peor zarpazo, según la estadística de convenios, son 239.989 empleados cuyos salarios no crecieron ni una pizca a lo largo del año. Y en realidad son más, ya que estos datos recogen la situación de nueve millones de trabajadores, cuando los ocupados en España son más del doble.

Entre esos trabajadores con el sueldo congelado está Cristina (nombre ficticio), granadina de 49 años. “Antes compraba ternera y ya no me lo puedo permitir”, dice esta limpiadora, que ingresa unos 650 euros al mes. “Ya me costaba llegar a fin de mes, con dos niñas y tan pocos ingresos, pero es que después de estos años me resulta imposible. Si mi madre no me pagase el piso no sé qué haría”. Le ha pedido a su jefe que le suba el sueldo, pero ha hecho caso omiso. “Cuando le digo que me aumente aunque sea un poco para compensar lo que ha crecido el gasoil me dice que me compre una moto o un patinete”. Además, no cotiza por todas las horas que trabaja y vive día a día la presión de no perder algunas de las comunidades de vecinos que limpia, algo que a veces sucede y reduce temporalmente su exiguo salario.

Personas como Cristina son las principales víctimas del alza de los precios en los últimos años: cuanto menor es el salario, más porción de ello se dedica a bienes de primera necesidad, justo los que más han subido. Pero la pérdida de poder adquisitivo no solo afecta a las personas con peor panorama económico. Con más renta el impacto es menos dramático, no implica renuncias alimentarias o energéticas, pero también “mina” a estos trabajadores. “Es que al final es como si te bajaran el sueldo. En mi casa no tenemos problemas porque hay otra fuente de ingresos, pero que no te actualicen el salario aunque sea un poco te acaba quemando. Si estuviera sola no me alcanzaría para pagar las cuentas”, explica Lorena (nombre ficticio), una traductora madrileña de 46 años. No le suben su sueldo de 22.000 euros brutos al año desde 2019. La empresa dice que no le salen las cuentas: “Somos un sector que se supone que no va bien. Se cobra poco y, además, dicen que los clientes cada vez pagan menos”.

La sombra de Cristina con el cepillo con el que trabaja, el jueves en Granada.
La sombra de Cristina con el cepillo con el que trabaja, el jueves en Granada.Fermín Rodríguez

Otras compañías que sí viven una buena situación económica tampoco incrementan salarios. “Yo sé que podrían subirnos el sueldo. Habrá empresas que estén facturando menos en los últimos años, pero la mía tiene más clientes, más trabajo”, considera Iria López, madrileña de 32 años. En la misma línea se pronuncia la barcelonesa Teresa (nombre ficticio), diseñadora de interfaces de 36 años con la misma retribución desde 2018: “Sé que les va muy bien. Se supieron mover muy bien durante la pandemia y están en una buena posición, pero a nosotros no nos suben nada”. El Banco de España constata que en los seis primeros meses de 2022 la facturación agregada de las empresas creció a una tasa muy alta: un 48,3% en comparación con el mismo periodo del ejercicio precedente, frente al 12,6% registrado un año antes. En la misma línea, un reciente estudio de CC OO apunta que en el tercer trimestre de 2022 los márgenes de beneficios empresariales representaron el 10,4% sobre las ventas para el conjunto de la economía española, el nivel más alto desde 2014. En algunos casos, como en el del madrileño Nacho López (43 años), no ha habido incrementos en 2021 ni 2022, pero sí hay compromiso para 2023: “Habría sido mejor que pudiera ser antes, pero lo hemos negociado así. Vamos a tener en torno a un 6% de subida”, celebra este trabajador del sector de la automoción.

“Sinceramente”, continúa Iria, “llevo mal que no me suban el sueldo. Sientes que eres la más tonta del lugar. Lo primero que se me pasa por la cabeza es que estoy trabajando y no se me recompensa. Se me quitan las ganas de trabajar”. Esa sensación es compartida por casi todos los entrevistados para este reportaje. El enfado de Teresa va a más porque ya no le permiten teletrabajar: “Además de no subirnos el sueldo nos han hecho volver a la oficina, lo que supone un coste extra que nos veníamos ahorrando”.

Otra idea en la que abundan varios entrevistados es que los incrementos que reclaman no son aumentos como tal. Simplemente, servirían para no perder poder adquisitivo. “Te recortan el sueldo, así que obviamente no trabajas igual. Llegas a tu hora y cumples, pero antes a lo mejor te quedabas un rato más para echar una mano y ahora no lo haces. Es una situación que no le deseo a nadie, es muy complicada”, indica Antonio Expósito, trabajador de la sanidad privada murciana. Cobra 14 pagas de 1.089 euros netos desde 2010. “Entonces era un sueldo tirando a bueno, pero eso se ha terminado. Ya no salgo con la familia a comer fuera, los regalos de Reyes han sido lo justo y necesario, la ropa de las niñas la renuevas menos...”, protesta.

Esther, que tampoco quiere dar su nombre real, es una administrativa de 36 años que cobra en torno a 1.400 euros netos al mes desde 2015. Dice sentirse en “tierra de nadie”. Es decir, no cobra tanto como para que la inflación no le afecte en lo material pero tampoco tiene una retribución tan baja como para recibir ayudas públicas directas. “El año pasado tuve que irme de la casa que compartía con mi expareja. Intenté comprar algo, pero no me concedían la hipoteca porque consideraban que no tenía ingresos suficientes. Tampoco me podía permitir un alquiler de 800 euros, así que pregunté por un alquiler social en mi Ayuntamiento. Me dijeron que no tenía derecho a ello por cobrar más de 1.000 euros. Directamente, les pregunté qué se suponía que debíamos hacer mis dos hijas y yo, ¿irnos debajo de un puente”. Ahora vive en el domicilio de su nueva pareja. “Hasta ahora nunca había hablado de las ofertas de supermercado con mis compañeros de trabajo”.

Pascual Soriano (52 años) tiene una percepción parecida a la de Esther: “Cada vez me cuesta más llegar a fin de mes. El día 15 ya estás mirando la cuenta del banco. Pero, a la vez, a mi hijo mayor le han denegado la beca de estudios. Tengo el sueldo justo para no optar a ayudas, pero no llego a cubrir los gastos. Cada día somos más pobres, nos limitamos a sobrevivir”, explica este trabajador de la hostelería en Albacete, que cobra unos 1.325 euros netos al mes en 12 pagas.

Algunos de estos trabajadores, como Esther, han intentado buscar otro trabajo sin éxito. “Llevo como un año y pico mirando, no muy activa pero sí enviando algunos currículums y pendiente de los portales de empleo. No he encontrado incrementos importantes y si crece algo, no me dan la posibilidad de conciliar como consigo hacerlo en mi empresa”. Lorena también pretende cambiar de empleo, al igual que muchos de sus compañeros: “Desde hace un año y medio noto que mucha gente se ha ido o se quiere ir. No me voy por mi cuenta porque quiero cobrar el paro, y además no estoy en una edad (46 años) como para dejar de cotizar”. “De los trabajadores con los que empecé queda solo la mitad. El resto se han ido a otros sectores donde pagan mejor o al menos tienen mejores horarios”, añade Ángel, el recepcionista de Murcia, que agrega un consejo a las empresas: “Que traten mejor a sus trabajadores, por favor”.

¿Cuánto debería haber crecido mi salario?

Una de las herramientas más útiles del Instituto Nacional de Estadística es su web para actualizar rentas. Esta página permite calcular cuánto debería haber aumentado un salario en un periodo determinado para no perder poder adquisitivo. Por ejemplo, si alguien cobraba 25.000 euros al año en diciembre de 2015, su retribución debería crecer un 17,3%, hasta 29.325 euros. Puede comprobar cuánto debería haber crecido su renta para esquivar una devaluación pinchando aquí.

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Sobre la firma

Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.

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