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Ascenso y caída del ‘rey del café de la India’

Una carta del empresario V. G. Siddhartha publicada tras su desaparición denunciaba el acoso del fisco

V.G. Siddhartha posa en unos de sus Café Coffee Day en Ahmedabad, en 2015.
V.G. Siddhartha posa en unos de sus Café Coffee Day en Ahmedabad, en 2015. SAM PANTHAKY (AFP)

El último día de julio, el cuerpo sin vida del empresario V. G. Siddhartha fue encontrado a orillas de un río cercano a Mangalore, ciudad costera al sur de la India. El hombre que logró que un país adicto al té se enganchara al café tuvo un final amargo, marcado por una deuda millonaria y una acusación de hostigamiento por parte del fisco.

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La vida de quien dominó la industria del café en el vasto subcontinente indio acabó donde había empezado. Los terrenos de Karnataka, productor de más del 70% del café del país, fueron cultivo para generaciones de su familia durante 130 años. Hasta que, en 1996, Siddhartha abrió la primera cafetería del país. Café Coffee Day llegó a Asia y Europa y su creador fue uno de los mayores comerciantes del mundo cuando la India se abría al mercado global. Pero la caza del fisco ha acabado con el rey del café de la India, causando estupor en el mundo empresarial nacional.

Siddhartha comenzó su carrera como banquero de inversiones en los ochenta en Bombay, tras dejar la plantación familiar de Chikmagalur, una de las más grandes de Asia. Pero la liberalización de la economía india y el fin de la restricción al comercio cafetero le llevaron de vuelta a su tierra natal. Para 1993, su compañía vendía 28.000 toneladas de café por valor de cinco millones de dólares anuales. En dos años, se convirtió en una de las mayores exportadoras (ahora Coffeeday Group factura 355 millones de dólares). Un año más tarde emprendía el negocio que cambió la cultura del café y de los jóvenes emprendedores del país.

Bajo el eslogan Todo puede pasar tomando un café, el primer local de Café Coffee Day abría sus puertas en Bangalore, capital de Karnataka. La idea de crear una cadena india de cafeterías era ninguneada por sus colegas, que dudaban de que el capuchino sobreviviese en la segunda mayor nación productora de té y donde la toma de tisanas se remonta a la tradición milenaria ayurvédica. Pero el café se convirtió en un éxito entre veinteañeros y la popularidad de la marca, conocida como CCD, se expandió durante dos décadas. Café Coffee Day abrió su primer local internacional en Viena en 2005, y en 2018 tenía más de 1.700 cafeterías en 200 ciudades indias, dando trabajo a más de 30.000 empleados.

“CCD es símbolo de la cultura empresarial india, crecida en sus cafeterías”, dice Tarun Sharma, fundador de una start-up de Bombay y quien conoce decenas de negocios nacidos en locales de la cadena cuando los emprendedores no tenían oficina propia y los espacios de coworking (oficinas de trabajo colaborativas) no existían en las metrópolis del país. Harish Bijoor, asesor de empresas en Bangalore, describe a Siddhartha como la versión india de Howard Schultz, el líder de Starbucks que hizo de la estadounidense una marca global icónica. “Siddhartha revolucionó la cultura del café en la India. Fue el rey del café sin discusión”, dijo a la BBC.

Al café barato le siguieron locales con más capacidad, mejor menú y conexión wifi; un lujo en la India de hace un lustro. Tras una década de crecimiento sin competidores, CCD se enfrentó al desembarco de cadenas internacionales. En 2015, la empresa salió a cotización pública para recaudar fondos, pero se estrenó con una caída del 18% en su primer día en Bolsa. El cierre posterior de cafeterías no rentables alivió al grupo, que logró beneficios en los tres últimos años fiscales.

Pero Coffeeday Group entró en el radar de las autoridades tributarias indias, que registraron sus oficinas en 2017 sospechando ingresos ilegales. A principios de 2018, las acciones de CCD habían alcanzado un récord histórico, elevando su valor a más de 1.000 millones. Desde entonces cayeron sin embargo en picado, hasta disminuir en más del 35% desde que se conoció la desaparición de Siddhartha a finales de junio. En marzo de 2019, final de su ejercicio fiscal anual, la empresa acumulaba una deuda de cerca de 1.000 millones de dólares.

Durante la búsqueda de Siddhartha, la compañía publicó una carta en la que el empresario asumía ser “único responsable” de “la crisis de liquidez” de la sociedad, pero también acusaba al anterior director general de recaudación de impuestos “de acoso”.

Esta misiva vuelve a tensar la relación de la comunidad empresarial con el fisco, incapaz de impulsar el desarrollo de la India mediante impuestos. La repercusión mediática de casos de corrupción de magnates crean descrédito social, pero se critica que las autoridades escarmientan a ciudadanos honestos de bajo perfil.

El Gobierno indio dice luchar contra el “terrorismo fiscal” que daña la inversión, flexibilizando el mercado al tiempo que trata la evasión fiscal con medidas como la desmonetización de la economía. Pero la estrecha relación del primer ministro Narendra Modi con magnates como Anil Ambani y Gautam Adani, con deudas multimillonarias sin auditar, hace que se critique la preponderancia del alineamiento político para favorecer la supervivencia empresarial. El ascenso de Siddhartha concluyó con el fin del Gobierno nacional en el que su suegro, exlíder Karnataka, fue ministro de Exteriores. Tan pronto como el nuevo Ejecutivo tomó el poder, empezó la caza fiscal al rey del café de la India, que acabó con su caída al río Nevaratri, al sur del país.

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