La inflación argentina supera en el primer semestre el pronóstico para todo 2018
El IPC de junio sube 3,7% y suma 16% desde enero, un punto por encima de la previsión anual
Argentina es un país que destroza cualquier previsión económica, incluso las más pesimistas. En diciembre de 2017, el Gobierno de Mauricio Macri asumió que la meta de 10% de inflación prevista para 2018 era inalcanzable y la subió a 15%. Con el 3,7% de subida del IPC de junio esa previsión se hizo añicos: la inflación argentina sumó 16%sólo en el primer semestre, y es de esperar que diciembre cierre por encima del 30%. El índice de junio, presentado hoy en Buenos Aires, sintió el impacto de la crisis cambiaria de mayo, cuando el peso perdió casi la mitad de valor y la subida imparable del dólar se trasladó a precios. Combatir la inflación es ya la batalla más compleja que enfrenta Macri, concentrado en cumplir con metas cada vez más ajustadas tras el rescate financiero de 50.000 millones de dólares que recibió Argentina desde el FMI.
Argentina es un país asolado por la inflación desde hace más de un siglo. En 1989 rompió todos los récords con un IPC de 3079%, durante la híper de Raúl Alfonsín, pero la economía ya sumaba cifras importantes desde mediados de la década del 50. El periodo de mayor estabilidad fue resultado de la convertibilidad del peso con el dólar impuesta por Carlos Menem en los 90, hasta que el modelo estalló por los aires con la crisis de 2001 y el corralito. El kirchnerismo tuvo una etapa inicial de inflación bajo control, pero el IPC volvió a superar el 20% anual a partir de 2007. Cuando Macri llegó al poder se comprometió a controlar la subida de los precios. El inicio de gestión no fue prometedor: 40% de inflación en 2016 y 24,8% en 2017, casi un 50% más de lo que había prometido para ese año. Si las proyecciones se confirman, en 2018 duplicará la meta establecida en enero pasado.
Según el compromiso que Argentina asumió con el Fondo, este año la inflación deberá estar entre el 25% y el 32%, una meta que corre el riesgo de superar si no realiza grandes esfuerzos. El Indec, la oficina oficial de estadísticas, midió 3,7% de inflación en junio, 16% desde enero y 29,5% interanual. El rubro que más ha presionado en la subida del mes pasado fue alimentos y bebidas, con 5,2%. Ha sido donde más impactó la subida del dólar registrada entre mayo, cuando la moneda pasó de 23 pesos a 28 pesos por unidad, y junio, cuando alcanzó picos cercanos 30 pesos.
El escenario no es el mejor. Para contener la subida de los precios y el dólar, el Banco Central apostó a enfriar la economía con un corsé monetario que llevó las tasas de interés al 40%, las más altas del mundo. Al mismo tiempo, está obligado por sus compromisos con el FMI a reducir el déficit fiscal a 1,3% del PIB en 2019 y avanzar hacia el equilibrio fiscal en 2020. El problema de fondo es, siempre, la inflación. Para detener la escalada, Macri optó por una combinación de tasas altas, restricción monetaria y ajuste de los gastos del Estado, todas medidas recesivas que auguran un crecimiento económico más bajo de lo esperado antes de la crisis. Las previsiones del FMI para Argentina bajaron de 2,5% de expansión en enero a 2% en abril. En la actualización presentada el lunes pasado, el Fondo indicó que el cambio de perspectivas fue “reflejo de la necesidad de ajustes”.
Esa necesidad es lo que quita el sueño a Macri, porque no se trata de un problema sólo económico. El Gobierno está obligado a negociar con los gobernadores de las provincias qué partidas se recortarán, es decir qué sectores pagarán el coste de la crisis. El momento no puede ser peor: en octubre del año que habrá elecciones generales y Macri aspira a renovar su mandato. Si antes de la crisis cambiaria el horizonte electoral estaba despejado, el Presidente sabe ahora que sus chances de triunfo dependen de que la economía se recupere. Sólo así podrá vencer al peronismo, enfrascado en un acelerado proceso de reorganización.
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