Mauricio Macri declara la guerra a la subida del dólar
La devaluación del peso obliga al presidente argentino a cambiar la política cambiaria
Argentina vive días de incertidumbre económica. Pasaron los tiempos en que el presidente Mauricio Macri daba sólo buenas noticias. El culpable es el dólar, que no para de subir, o su contracara el peso, que no para de devaluarse. Desde enero, la moneda del país sudamericano perdió más del 50% de su valor y la inflación volvió a dispararse por encima del 30% anual, aún más alta que en 2017. La batalla perdida contra el dólar y la inflación le costó la semana pasada el puesto al gobernador del Banco Central, Federico Sturzenegger. Su reemplazo, el exministro de Finanzas, Luis Caputo, amigo personal de Macri, lanzó hoy una batería de medidas para estabilizar la moneda, pero apenas pudo mantener su valor a raya. Mientras tanto, Argentina espera el primer tramo de los 55.000 millones de dólares que acordó con el FMI.
El Banco Central anunció medidas para absorber unos 100.000 millones de pesos de liquidez, equivalentes a 3.570 millones de dólares, y disminuir la presión sobre el dólar. Entre otras decisiones, Caputo ordenó a los bancos una subida de cinco puntos en sus reservas mínimas y fijó en 5% el porcentaje máximo de tenencia de reservas en moneda extranjera, desde el 10% actual. Para que los bancos puedan reponer los dólares que liberen, el Banco Central les ofreció un sistema de subastas de reservas internacionales, un mecanismo que a partir del jueves se financiará con los primeros 7.500 millones de dólares que el Gobierno espera recibir del rescate financiero acordado con el Fondo.
El dólar arrancó ayer la jornada a la baja, pero pronto recuperó casi todo lo perdido hasta cerrar a 28,40 pesos, 40 centavos por debajo del viernes. El resultado fue modesto, pero trajo calma a una semana que fue frenética. Entre el miércoles y el viernes pasado, el dólar subió más de dos pesos, precipitando la salida de Sturzenegger. Macri debió ponerse al frente de la crisis, que dejó de ser coyuntural y ya amenaza con convertir a 2018 en un año perdido. Un informe de la consultora Ecolatina estimó que la inflación será de 30%, el doble de la meta oficial de enero, el salario real caerá 3% y el consumo se contraerá por tercer año consecutivo. Hace dos semanas, el Banco Mundial redujo a 1,7% la subida del PIB argentino para este año, 1,3 puntos menos que la cifra que dio en enero.
La economía se ha convertido en un problema político. Mientras los argentinos ponen toda su atención en el Mundial de Rusia, la Casa Rosada elabora estrategias para capear el temporal. El problema de fondo es combatir el déficit fiscal, en el origen de todos los problemas. Argentina se endeudó entre 2016 y 2017 en más de 50.000 millones de dólares para cubrir el agujero en el gasto público. Pero la subida de tasas en EE UU dejaron sin dinero a los países emergentes y el modelo macrista de apertura de mercado y ajuste gradual de la economía debió buscar dinero extra en otro lado. Por eso el pedido de rescate del FMI, que dará financiamiento hasta el final de mandato de Macri, en diciembre de 2019.
Argentina se comprometió ante el Fondo a alcanzar el equilibrio fiscal en 2020, pero para eso deberá apretar las clavijas del gasto. Macri dijo el domingo por la noche, durante una entrevista en televisión, que había llegado el fin el gradualismo, como llamó a su estrategia de reducción lenta del déficit para no transferir la carga de los recortes a los más pobres. “Ahora vamos por menos gradualismo, porque hemos deteriorado la confianza en el mundo”, dijo. Sobre la crisis, para muchos sorpresiva, dijo que fue culpa de nuevas condiciones externas: “Veníamos bien, pero de golpe pasaron cosas porque el mundo está volátil. Se apreció el dólar, aumentaron las tasas de interés, aumentó el petróleo y nosotros seguimos siendo importadores netos de energía”.
El problema de las tarifas
El costo de la energía es otro dolor de cabeza para Macri. Cuando asumió en diciembre de 2015, las tarifas de gas, electricidad y agua estaban por el suelo, gracias a la política de subsidios con que el kirchnerismo controló la inflación. Macri multiplicó por cinco las boletas de hogares y empresas, como parte de un plan de reducción de subsidios por etapas. La estrategia dio aire a las arcas públicas, pero Macri admitió ahora que no esperaba que el impacto sobre la inflación sería tan alto. "Fracasó [el esquema] porque los aumentos de tarifas impactaron mucho más, las tarifas de energía son en dólares y nos pegó”, dijo Macri.
Reducción del déficit
Argentina se comprometió ante el FMI a reducir el déficit fiscal y los primeros datos oficiales dan cuenta de ello. El ministerio de Hacienda informó que el rojo de mayo cayó 71,3% en términos interanuales, la mayor reducción de 2018. El resultado fue consecuencia de unos ingresos que crecieron el mes pasado 15% por encima de los egresos, algo que no sucedía desde 2003. Las cuentas del Estado, sin embargo, fueron negativas en 270 millones de dólares. El Gobierno de Macri se puso como meta para 2019 un déficit de 1,3% del PIB, hasta llegar a cero en 2020.
El gran desafío de Macri es ahora reducir el gasto sin perder el capital político que necesita para su reelección. El escenario no es fácil: en Argentina, la conjunción de las palabras “ajuste” y “FMI” bastan para dilapidar las aspiraciones del cualquier político. La primera decisión de Macri fue poner a Caputo en el Banco Central para contener el dólar. El sábado echó a los ministros de Energía, Juan José Aranguren, y de Producción, Francisco Cabrera, dos personas de su entorno que lo acompañaron en el gabinete desde el primer día. Respondió así a la necesidad de “lavar la cara” en dos frentes conflictivos. Aranguren fue el responsable de las subidas de tarifas y Cabrera apenas resistió la presión de los industriales por la apertura indiscriminada de las importaciones.
La salida de Aranguren implica que la política tarifaria comenzará a cambiar, incluso en contra del ADN desregulador del macrismo. El sueño de Macri era que el mercado se moviera en base a precios internacionales sin control estatal. Un ejemplo de ello fue la liberación del precio de las gasolinas, que lleva meses con subidas imparables a medida que el dólar vuela. Pero la presión sobre la inflación fue insoportable y Macri ha retrocedido sobre sus pasos. El mercado estará otra vez regulado, muy a pesar de las petroleras, tal como hizo el kirchnerismo durante 12 años. A cargo de la nueva estrategia estará Javier Iguacel, que llegó a Energía con la orden de moderar la subida de las tarifas y controlar el precio de la gasolina.
En el ministerio de Producción, en tanto, Macri nombró a Dante Sica, un hombre que fue funcionario del expresidente peronista Eduardo Duhalde en 2002, cuando el país se encontraba frente a la peor crisis económica de su historia. El nuevo ministro es un defensor de las pequeñas empresas y el Presidente confía en que podrá revertir el malestar por la apertura de los mercados y la caída del consumo interno. La idea de Macri es resistir el temporal al menos durante 18 meses, el tiempo que le queda de mandato y los mismos meses que durará el acuerdo con el FMI.
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