EE UU apremia a México y Canadá a aceptar sus exigencias en el TLC
La quinta ronda de negociación termina sin acuerdo en los temas más espinosos
La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) avanza a paso lento, demasiado lento si México, Estados Unidos y Canadá quieren cumplir el nuevo calendario que se han fijado: llegar a un acuerdo en el primer trimestre del año que viene. La quinta ronda de conversaciones ha concluido este martes en la capital mexicana con progresos en puntos menores, en los que las posiciones son menos distantes, pero sin acuerdo en los asuntos más espinosos puestos encima de la mesa por Washington: la cláusula de terminación automática cada cinco años si los tres países no acuerdan antes lo contrario; el intento de liquidar el método de resolución de controversias y la pretensión de que su vecino del sur solo pueda venderle productos agrarios fuera de temporada; y, sobre todo, el endurecimiento en las reglas de origen para el sector automotriz.
Estados Unidos tensó la cuerda al máximo en la última reunión, celebrada en Washington. A sabiendas de que contaría con el rechazo de sus socios, minó la negociación de exigencias no presentes en ningún tratado de libre comercio. Este martes, minutos después de que concluyese la quinta ronda de negociación, ha vuelto a tensarla aún más: "Aunque hemos hecho progresos en algunos de nuestros esfuerzos por modernizar el TLC, sigo preocupado por la falta de avances. Hasta ahora no hemos visto evidencia de que Canadá o México estén dispuestos a comprometerse seriamente en disposiciones que conduzcan a un acuerdo reequilibrado", ha subrayado el representante de Comercio de EE UU, Robert Lighthizer, en un comunicado. "Y en ausencia de reequilibrio, no alcanzaremos un resultado satisfactorio. Espero que nuestros socios se sienten a la mesa de manera seria para que podamos ver un progreso significativo antes de fin de año". Unas palabras que suenan más a amenaza que a emplazamiento a redoblar el diálogo: o se aceptan las máximas estadounidenses, o adiós TLC.
México y Canadá consideran "inacepatables" la mayoría de ideas planteadas por EE UU y solo han articulado una contrapropuesta: sobre la cláusula de terminación automática, que el país latinoamericano quiere convertir en un mero emplazamiento al diálogo para estudiar regularmente los pros y los contras del tratado. Todavía no han obtenido respuesta por parte de la delegación estadounidense. En el resto, el no rotundo de mexicanos o canadienses permanece, si bien a última hora del martes, el titular mexicano de Economía, Ildefonso Guajardo, dejó la puerta abierta a negociar también las reglas de origen del sector automotriz, hasta ahora una de sus líneas rojas.
Para evitar el temido —pero, a la vista de los nulos progresos recientes, inevitable— estancamiento en las conversaciones, en las reuniones celebradas en la Ciudad de México los tres países han preferido centrarse en los escasos puntos en los que sí hay consenso, como base sobre la que ir cimentando un acuerdo global: telecomunicaciones y comercio electrónico, entre otros. La premisa fundamental es que, cuanto más se avance, más difícil será para Trump y su equipo destruir un tratado que ha logrado con creces su objetivo de multiplicar el comercio en América del Norte en los últimos 23 años. En el escuetísimo comunicado con el que se ha cerrado la ronda, los tres Gobiernos se limitan a remarcar los "avances en varios capítulos", que no concretan, y anuncian una nueva reunión técnica en Washington en diciembre y otra, a la que sí asistirán los máximos responsables políticos de la negociación por las tres partes, a finales de enero en Montreal (Canadá).
Con las elecciones presidenciales mexicanas a la vuelta de la esquina y la campaña electoral casi lanzada, el tiempo apremia. Pero Jonathan Heath, ex economista jefe de HSBC para América Latina, se queda con la parte positiva. "Mientras la cuarta ronda fue un fracaso, esta se puede percibir como de claroscuros: es cierto que en los puntos más críticos permanecen, pero también ha habido acuerdos técnicos importantes". También resta importancia a la no presencia de los máximos responsables políticos de las conversaciones en esta ronda: "Se le ha dado más importancia de la que tiene, es algo bastante normal en este tipo de negociaciones". Si a finales de octubre, cuando EE UU puso encima de la mesa sus exigencias más duras, Heath veía un 50% de posibilidades de que el tratado acabase dinamitado, ahora rebaja "marginalmente" este porcentaje hasta el 45%. "Al menos veo interés en tener algo", agrega.
A medida que el terreno de juego se ha ido embarrando, las advertencias de los empresarios —los que más se juegan en esta renegociación— han subido de tono. Las patronales de los tres países, entre ellas la del potente sector automovilístico, han defendido sin fisuras en las últimas semanas la vigencia y utilidad del mayor tratado comercial del mundo. Temen el peor de los desenlaces: que Trump cumpla su promesa de abandonar el TLC y llegue a poner en duda la autoridad de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La última en alzar la voz ha sido la Cámara de Comercio de EE UU, la mayor organización empresarial del planeta, con más de tres millones de afiliados a sus espaldas, que en plena quinta ronda de negociaciones ha puesto cifras al severo daño de una potencial ruptura para un puñado de Estados los que el magnate republicano basó su victoria en los comicios de noviembre del año pasado: Michigan, Ohio, Pensilvania, Wisconsin e Indiana. Un año después, y a 12 meses vista de las elecciones mid-term en las que los gobernadores de cuatro de estos Estados —todos salvo Indiana— se juegan su cargo, casi dos millones de empleos están en riesgo de desaparecer, según las cifras de la patronal estadounidense. De concretarse la ruptura del TLC, los mismos que llevaron a Trump a la presidencia de la primera potencia mundial verían hoy peligrar hoy su puesto de trabajo: un riesgo mayúsculo para las expectativas electorales de un Partido Republicano en el que se multiplican las grietas entre su sector tradicional, que siempre ha tenido en el libre comercio uno de sus pilares ideológicos básicos, y el trumpismo.
En paralelo, las delegaciones mexicana y canadiense han redoblado su acción de cabildeo con empresarios y, sobre todo, políticos de Estados clave para hacerles ver lo que está en juego con el tratado, que regula una de las relaciones comerciales más fructíferas del planeta, con centenares de cadenas de producción interconectadas. Incluso aislando a Canadá, las cifras son abrumadoras: el gigante estadounidense compra el 80% de las ventas exteriores de su vecino del sur y México adquiere más productos estadounidenses que la suma de las tres mayores potencias europeas —Alemania, Francia y Reino Unido— y la segunda asiática —Japón—. Con el tratado hecho trizas, buena parte de ese volumen de intercambio y miles de millones de dólares en inversiones quedarían en el limbo. Ese es el escenario que Ottawa, México y un creciente número de empresarios estadounidenses tratan, por todos los medios, de evitar.
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