Estampida, fuga, traslado de depósitos
Jubilados, ahorradores, menestrales y ‘fortunones’ secesionistas huyen en tropel del Govern hostil
Si tu Gobierno te organiza una huelga general desde el despacho de la vicepresidencia económica. Si desvela tus datos y, masivamente, los de todos tus conciudadanos. Si prohíbe a la policía actuar en los altercados. Si se levanta contra la ley suprema. Si obedece a los partidarios de las expropiaciones generales. ¿Qué haces? Llevarte la pasta fuera.
Así han razonado y eso es lo que han empezado a hacer los ahorradores catalanes —ellos, no los oligarcas anticipados, aunque también algunos fortunones despistados—, que son muchos. No en forma de estampida, ni de fuga de depósitos, sino de traslado a otras ciudades españolas, al discreto modo catalán.
Es una transferencia, una nueva cuenta, en igual entidad pero a otra sucursal; en la rival; en mil formatos. Es el voto telemático contra el sucedáneo de voto de la convocatoria ilegal. Con las cosas de comer no se juega.
"La movida es homeopática, pero denota el temblor de piernas", describe un potente gestor de patrimonios. "No van en manada, pero el flujo es continuo", susurra un jefe de sucursal. "Brindamos a los clientes un sistema de relocalización rápida en otras ciudades", detalla el responsable local de un banco español.
Esos traslados son transversales, mayormente de ahorradores medios, de profesionales y pymeros: depósitos, o plazos-fijos, o fondos de pensión, o de inversión, apilados durante toda una vida para completar jubilaciones.
Pero, ah sorpresa, también "de algunos clientes radicalmente independentistas", entre ellos su flor y crema, "fortunones". Alguno se manifestó hasta el 1-O. Hasta que cayó la cotización de su entidad: "Querido, aquí me planto, es nuestra línea roja". Bravo, seny tardío. Al traslado de depósitos le sigue el exilio de sedes, ya previsto desde hace tiempo por el más ágil. O sea, el Sabadell, que transfirió la competencia de tomar esa decisión, de la junta al consejo de administración.
El propósito y fin del peregrinaje de sede (de bancos, fondos y gestores; pronto de compañías de seguros y otras) es múltiple:
1) Cortar de sano el éxodo de clientes, 2) sajar la fuga a otras entidades, 3) garantizar las ratios de solvencia y otras, y por tanto no encarecer el acceso al interbancario, 4) mantener la cobertura de liquidez infinita prestada por el BCE a los bancos situados en los Estados miembros de la eurozona, que no a los que se autoexcluyen de ella, y 5) garantizar el "pasaporte europeo" para sus fondos de inversión, justo lo que peligra ahora para la banca instalada en la City, por culpa del Brexit.
Precisamente cuando sucede todo esto, el vicepresidente económico de la Generalitat, Oriol Junqueras, sentencia que "no va a haber una huida de empresas de Cataluña". Aaaag. Por este camino, acabarán siendo los menestrales catalanes y no los guardias quienes les frenen tanto desatino.
Un antecesor suyo, Carles Pi i Sunyer, también de Esquerra Republicana, escribió: "Cataluña tiene en la actividad económica la mayor fuerza y el nervio de su resistencia y vitalidad secular" (L'aptitud econòmica de Catalunya, Barcino, 1927/1929). Si resucitase, volvería a la tumba ante la destrucción de ese nervio. A manos de sus presuntos herederos.
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