Aneurisma mortal
La muerte de María del Carmen Mesa, que falleció por un derrame cerebral después de deambular 65 horas por diversos hospitales catalanes antes de ser operada, abre múltiples interrogantes. Atribuir el fallecimiento a los recortes sanitarios sería lo más fácil, rápido y demagógico. Deberá ser la investigación judicial, abierta tras la aceptación de la querella criminal presentada por su familia, la que eche definitivamente luz sobre el asunto. Pero entretanto, cada día que pasa se abren preguntas más inquietantes acerca de la gestión de este caso. Por ejemplo, ¿cómo es posible que el hospital Vall d'Hebron renunciara en dos ocasiones a operarla? ¿Por qué primero falló la maquinaria que debía realizar angiografías y al día siguiente no se la pudo intervenir porque los quirófanos de urgencias estaban a pleno rendimiento? ¿Por qué después de ser operada en el hospital Clínic de Barcelona tuvo que ser trasladada de nuevo a Vall d'Hebron?
Desde la Administración catalana no se ha dado respuesta a estas preguntas. ¿No se puede prever si habrá quirófanos de urgencia disponibles en 24 horas? Se arguye que el protocolo para aneurismas tiene un margen de 72 horas y la operación se realizó a las 65 horas desde su primer ingreso. Se añade que Mesa estuvo en todo momento atendida. Pero lo cierto es que crece la alarma social.
Los recortes que la Generalitat está efectuando en Salud no resultan tranquilizadores cuando suceden casos como este. Proponerse recortar mil millones de euros en un año, como propugna el Departamento de Salud, es una loable iniciativa para cumplir con el déficit. Resulta, no obstante, inquietante la aparente improvisación con la que se aplica la tabla de la austeridad. El juez decidirá si hubo o no negligencia en el caso de Mesa, pero el Gobierno catalán, entretanto, debe cuidar el fondo y las formas para que no cunda la alarma entre la ciudadanía.
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