Internacional
Catástrofe en el Pacífico
La central nuclear de Fukushima se desintegra. El director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el japonés Yukiya Amano, dijo anoche lo que su Gobierno callaba: el núcleo de tres de los seis reactores de la central siniestrada por el terremoto del pasado viernes están dañados, lo que facilita una fuga masiva radiactiva.
Solo cuando las televisiones interrumpieron sus emisiones para dar paso a un mensaje del emperador, los japoneses comprendieron que su país atraviesa por uno de los momentos más amargos de su historia. "Estoy profundamente preocupado", declaró Akihito, mientras la memoria devolvía a muchos de sus ciudadanos a aquel trágico 15 de agosto de 1945.
Gambarimasu es uno de los verbos más utilizados por los japoneses. Uno puede decírselo a sí mismo o emplearlo para alentar a los demás. Podría traducirse por perseverar o por dar lo mejor de uno, aunque su verdadero y complejo significado trasciende esas acepciones y condensa parte del espíritu colectivo de la sociedad japonesa que estos días asombra al mundo.
La central nuclear de Fukushima padece un fallo multiorgánico. Desde que el viernes se declaró la alerta, la situación no solo no mejora -en contra de lo previsto por los expertos- sino que los problemas saltan de un reactor a otro y ya afectan en mayor o menor medida a los seis.
El grave accidente de la central nuclear de Fukushima no representa, de momento, un riesgo grave para la salud pública. Los niveles de radiación registrados fuera de la zona evacuada son superiores a los normales, pero no alcanzan umbrales dañinos. En la situación actual, solo los trabajadores que operan dentro de la planta se exponen a riesgos para su salud.
Hace dos años, Kofi, original de Ghana, llegó a Japón en busca de una oportunidad. Había pasado algún tiempo en Londres, de donde sacó, entre otras experiencias, un excelente inglés y decidió saltar a Asia. Pero como muchos otros extranjeros, acabó trabajando de pescador de clientes para un bar de alterne en el vibrante barrio nocturno de Roppongi, en Tokio.
Ante el temor a un aumento de los niveles de radiación en Tokio la comunidad internacional ha comenzado a tomar todo tipo de medidas para prevenir las consecuencias impredecibles de una eventual catástrofe nuclear. Varias compañías aéreas han cancelado vuelos, empresas multinacionales han evacuado a sus trabajadores.
China pisa el freno en su programa nuclear, el más ambicioso del mundo, a consecuencia del desastre japonés. El Gobierno chino decidió ayer suspender la aprobación de nuevas centrales nucleares y examinar la seguridad de las existentes.
China, con 1.300 millones de habitantes, está construyendo 28 reactores.
Un previsible retroceso de la utilización de la energía nuclear en el mundo tras la catástrofe de Japón repercutirá inevitablemente en una de las joyas de la economía francesa, el grupo Areva, participado en un 80% por el Estado, con 70.000 trabajadores repartidos en 40 países.
Toyota, Sony, Toshiba y demás. Ningún país experimentó nunca una transformación económica tan asombrosa como la que vivió Japón desde los años cincuenta hasta mediados de la década de los setenta: una nación en gran medida agrícola se convirtió en un gran exportador de acero, tecnología y sobre todo de automóviles.
De los 77,6 millones de vehículos que se fabricaron en el mundo el año pasado, según la Organización Internacional de Constructores de Automóviles (OICA), 9,6 millones salieron de las plantas instaladas en Japón. Una proporción que aumenta si se tienen en cuenta únicamente los automóviles: 8,3 de los 58,3 millones totales.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, preparó ayer una inusual comparecencia pública en el Congreso para intentar lanzar un mensaje de tranquilidad sobre las centrales nucleares españolas, tras la catástrofe en Japón.
Ola de cambio en el mundo árabe
La monarquía de Bahréin optó ayer por la fuerza para poner fin al desafío a su autoridad que suponía la acampada de la plaza de la Perla. Centenares de antidisturbios avanzaron sobre la rotonda lanzando gases lacrimógenos. Los manifestantes, entre 200 y 300, salieron corriendo, dejando detrás el que ha sido su baluarte desde el 19 de febrero.
Un bando, las fuerzas de Muamar el Gadafi, está crecido, ataca con vigor a los rebeldes y desafía a Occidente y al presidente francés, Nicolas Sarkozy. El otro, los insurgentes de Libia, desmoralizado y esperando lo peor ante la inacción de las potencias mundiales: un baño de sangre.
Argelia se dispone, como su vecino Marruecos, a reformar su Constitución para atender a las reivindicaciones de la sociedad civil. Las manifestaciones políticas, que exigían un cambio de régimen, han sido impedidas por las fuerzas del orden que también intentan atajar a diario la gran efervescencia social.
Estados Unidos ha estado enviando aviones no tripulados a México desde el pasado febrero dentro de la cooperación en la lucha contra el narcotráfico en el país vecino, según informó ayer el diario The New York Times. El acuerdo se había mantenido hasta ahora en secreto debido a restricciones legales.