Santos afirma que se acerca el final de una guerra de 40 años
El presidente se reúne con Obama en Nueva York
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, aprovechó la visibilidad de su encuentro ayer en Nueva York con Barack Obama para destacar la trascendencia de la muerte del líder guerrillero conocido como Mono Jojoy, a quien comparó con Osama bin Laden, y cuya desaparición significa, según él, "el principio del fin de una guerra de 40 años".
"Empieza una nueva era", le aseguró el líder colombiano al presidente estadounidense, quien elogió, por su parte, la operación militar conducida contra el jefe militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y dijo que había sido "un gran día" que ayudará a ese país a acabar con "la plaga que ha sufrido de parte de ese grupo terrorista por demasiado tiempo".
Bogotá equipara la figura del Mono Jojoy con la de Bin Laden en EE UU
Santos agradeció la solidaridad de EE UU en este momento decisivo para su país y aseguró que los progresos conseguidos en materia de seguridad -"un problema más o menos resuelto", dijo- permitirán que su Gobierno pueda enfocarse en los próximos años en el desarrollo de "una agenda más progresista".
El presidente colombiano había manifestado en una reunión con inversores y empresarios en la noche del jueves que la muerte del Mono Jojoy es un acontecimiento que "va a cambiar la historia de Colombia" y, tratando de hacer la noticia más comprensible para el público norteamericano, añadió: "Es como si le anunciara a los neoyorquinos que Bin Laden ha sido abatido".
Posteriormente, en un discurso pronunciado ayer ante el Council on Foreign Relations, un influyente think tank, el presidente colombiano intentó matizar un poco su entusiasmo y precisó que "aunque estamos ganando la guerra, no la hemos ganado todavía".
Santos insistió, no obstante, en que se trata de un éxito de enormes proporciones que demuestra el buen trabajo que el Gobierno de Colombia viene haciendo desde hace tiempo para transformar la imagen de inseguridad y desorden que existía sobre ese país. "La diferencia entre la Colombia de hace diez años y la Colombia de hoy es de 180 grados", manifestó.
"Ya no tenemos que sentarnos", dijo ayer, en relación a su reunión con Obama, "a discutir sobre narcotráfico, violencia y secuestros. Ahora podemos sentarnos y hablar sobre desarrollo, derechos humanos, medio ambiente, cómo crecer más rápidamente o cómo dar mayor bienestar a nuestros pueblos". Santos quiere ahora que el mundo reconozca ese cambio y trate a Colombia como corresponde. "Si somos un aliado estratégico", advirtió Santos, "queremos que eso se haga realidad". En el caso norteamericano, que se haga realidad con la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC), que lleva esperando en el Capitolio cuatro años desde su firma por ambos Gobiernos. Un número considerable de congresistas demócratas se niegan -sin que la Administración de Obama haya hecho ningún esfuerzo por convencerlos- a ratificar el TLC hasta que se produzcan mejoras sustanciales en el respeto a los derechos humanos en Colombia, violados frecuentemente, según el criterio de esos legisladores, durante el mandato de Álvaro Uribe. La organización humanitaria Human Rights Watch respalda esa posición.
El Gobierno de Colombia confía en que las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos cambien la conformación del Congreso y abran la vía a la ratificación del tratado, pero Santos necesita también el respaldo de la Casa Blanca, que parece cerca de obtener tras su reunión de ayer.
La ministra colombiana de Exteriores, María Ángela Holguín, confirmó que ambos presidentes habían tratado también la colaboración militar entre los dos países, especialmente el acuerdo de 2009 para el uso por el Ejército norteamericano de bases militares colombianas en ese país -un acuerdo suspendido por el Tribunal Constitucional de Colombia- y las relaciones con Venezuela.
La Administración norteamericana no pone objeción a que Santos, como ha prometido en varias ocasiones, intente una aproximación diplomática al Gobierno de Hugo Chávez, pese a la hostilidad que este manifiesta continuamente hacia Washington.
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