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Los expertos confían en que la nueva dirección de las FARC sea más pragmática

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El analista León Valencia tiene una esperanza: que la muerte del Mono Jojoy sea el presagio de un porvenir de reconciliación para Colombia. Y tiene un argumento contundente para su optimismo: los líderes de la vieja guardia campesina de las FARC -Manuel Marulanda, Tirofijo, Raúl Reyes y el Mono Jojoy- están muertos y en la cúpula quedan hombres de talante distinto, más urbanitas, más realistas política y militarmente.

Y espera que Gobierno y guerrilla rompan el círculo vicioso que no ha permitido romper la lógica de la guerra: se habla de debilitar a las FARC para obligarla a negociar, pero los golpes contundentes fomentan siempre la idea de alcanzar el triunfo por la vía militar.

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La guerrilla, por su parte, cuando sufre momentos de debilidad piensa más en reacomodarse que en sentarse en esas condiciones, sin mayor peso, a buscar una salida digna al conflicto de años.

Hay otro asunto que lleva a pensar a Valencia que las cosas pueden cambiar: el trámite que se inicia el próximo lunes en el Congreso de la ley de reparación de las víctimas, que incluye la restitución de más de dos millones de hectáreas robadas a campesinos pobres. La serranía de la Macarena, donde el miércoles murió el Mono Jojoy, es una zona de colonización. Ha sido durante años refugio de pequeños campesinos sin tierra. No se sabe aún si esta población fue afectada, pero el ministro de Agricultura anunció ayer planes de ayuda para ellos.

¿Quién reemplazará al temido jefe militar? El abanico es grande: Joaquín Gómez, Pablo Catatumbo... El también analista Alfredo Rangel asegura que es indiferente a quien nombren: "El liderazgo, la tradición y el reconocimiento del Mono Jojoy en el interior de las FARC son insustituibles". Algunos creen que se dará una desbandada de guerrilleros, al menos en el bloque oriental, que dirigía el comandante abatido.

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La Iglesia hizo un llamamiento a buscar la salida política al conflicto. La guerra y la muerte, han repetido, no son el camino para la paz. Mientras, la opinión pública colombiana está dividida entre los que defienden el camino de la negociación y los que insisten en la fuerza.

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