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Columna
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Patxi tendrá la última palabra

Cuando avanzaba la negociación del Gobierno con el PNV, cuyos votos parecen imprescindibles para aprobar la Ley de Presupuestos Generales del Estado, saltaron las alarmas sobre la situación en que quedaría Patxi López, lehendakari del Ejecutivo vasco. Entonces se escuchó la voz del vicepresidente tercero, Manuel Chaves. Bien oiréis lo que decía: sobre ese hipotético acuerdo Patxi López tendrá la última palabra. La actitud parece muy deferente, pero conviene examinarla con algún detenimiento.

En efecto, imaginemos el acuerdo concluido sobre la base de las transferencias competenciales reclamadas por el PNV y aceptadas por el Gobierno. Sería ese el momento decisorio de Patxi López. Pero ¿qué margen tendría fuera del mero asentimiento? Porque su negativa desencadenaría consecuencias de gran calado. En primer lugar, sin Presupuestos el presidente Zapatero se vería abocado a la disolución de las Cámaras y a la convocatoria de elecciones generales. Además, allí en el País Vasco sería incomprensible que un lehendakari rechazara las nuevas competencias logradas en la negociación por el grupo parlamentario vasco en Madrid.

El legado más importante de Zapatero ha sido precisamente la alternativa de gobierno en Euskadi

El asentimiento parece irremediable, aunque requiera de consultas urgentes con el PP de Antonio Basagoiti, sin cuyo apoyo quedaría truncada la pervivencia del actual Gobierno autónomo de Vitoria. De modo que reservar a Patxi López la última palabra es ponerle en una situación sin salida en la que por encima de sus convicciones deberá tener en cuenta sus responsabilidades en el plano de toda España, de todo el PSOE y del País Vasco. Otra cosa es que tampoco el de Patxi López vaya a dejarle en una posición muy airosa. Porque volveríamos a las andadas. Otra vez como cuando en enero de 2006 el presidente Zapatero convocó en La Moncloa a Artur Mas, líder de la oposición en el Parlamento catalán, para sacar del atolladero el Estatuto. De allí volvió el de CiU con el término "nación" en el Preámbulo, y luego anduvimos en procesión con la polisemia del vocablo a vueltas.

Ahora se trataría de reeditar la anomalía. Porque siempre las transferencias competenciales se han negociado entre el Gobierno central y el autónomo. El esquema dialéctico ha empezado siempre por una reclamación de autonomía a la que La Moncloa ponía los reparos o condiciones que consideraba obligados. Después venía el tira y afloja, se firmaba el acuerdo y los negociadores periféricos regresaban para vender en la región de la que procedían el éxito alcanzado. El caso que nos ocupa sería diferente. En la negociación quedaría ausente, salvo para la última palabra que ya hemos evaluado, el Gobierno vasco. El interlocutor sería el PNV, y para él sería el trofeo a exhibir en Euskadi. La percepción inmediata del público sería la invalidez de Patxi. Quedaría claro que es merced a los nacionalistas como se obtienen los logros relevantes. Llegados aquí, observadores sagaces apuntan que el lehendakari podría resarcirse, porque le quedan dos años para administrar con éxito las transferencias y recolocarlas a su favor. Que así sea.

En todo caso, las gentes perspicaces de La Moncloa deberían reparar en que el bien más preciado, el legado más importante de Zapatero, es precisamente el de que se haya producido la alternativa de gobierno en el País Vasco. Un logro pleno de normalidad democrática y de inteligencia política excepcional de socialistas y populares vascos. Y sin que se produjeran los apocalipsis pronosticados por quienes abandonaban Ajuria Enea. Porque aquello no era la entrada de Franco en Bilbao. Quienes estaban en el Gobierno de Vitoria no pasaban a las cárceles y a los campos de concentración, sino que seguían con toda normalidad al frente de otras instituciones como las Diputaciones Forales o los Ayuntamientos.

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Atentos, porque toda visión requiere de distancia y ya nos advertía Antonio Machado de que no hay manera de ver las cosas sin salirse de ellas. También nos encarecía a que recordáramos el consejo maquiavélico que olvidó Maquiavelo: "Procura que tu enemigo no tenga nunca razón. Que no la tenga contra ti. Porque el hombre es el animal que pelea con la razón; quiero decir que embiste con ella. Te libre Dios de tarascada de bruto cargado de razón". Qué peligro el de las cabezas que embisten, cabezas de choque, en la batalla política y en los medios de comunicación. Observemos el destrozo que en Estados Unidos viene produciendo la Cadena Fox, la escisión del país que está causando y, salvadas las distancias, atendamos al daño que medios análogos pueden obrar de manera irreparable entre nosotros.

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