Maniobra de distracción
Desde su nacimiento, Israel ha disfrutado de una sensación de impunidad que le ha permitido llevar a cabo determinadas acciones incompatibles con los valores democráticos que dice defender. El ataque contra la flota de la libertad, que transportaba 10.000 toneladas de ayuda humanitaria para la sitiada franja de Gaza y la muerte de, al menos, 10 de los cooperantes que transportaba, ponen de manifiesto que las tímidas críticas efectuadas por la comunidad internacional tras la operación Plomo Fundido desarrollada en 2009 no han surtido efecto sobre sus dirigentes.
El asalto del convoy humanitario parece evidenciar que el Gobierno de Netanyahu, formado por una heterogénea coalición de partidos ultranacionalistas, religiosos y laicos, se desliza hacia una peligrosa dinámica en la que todo vale para hacer inviable la aparición de un Estado palestino. En lugar de apostar por la fórmula de los dos Estados que convivan en paz, los mandatarios israelíes se debaten en la actualidad entre lanzar un ataque contra Irán para golpear su programa nuclear o contentarse con una operación menos arriesgada contra Hamas, Hezbolá o Siria, a los que encuadra en su propio eje del mal.
Todo parece indicar que Benjamín Netanyahu, como hiciera en su primer mandato, apuesta por la estrategia de gestión de crisis con el objeto de sortear las presiones para que acepte la creación de un Estado palestino. En esta línea, el ataque contra la flotilla fletada por el Movimiento para la Liberación de Gaza trataría de hacer descarrilar las negociaciones de proximidad promovidas por la Administración norteamericana. Sin embargo, esta maniobra de distracción podría salirle cara en el caso de que la comunidad internacional decidiese abandonar su complacencia habitual y reclamar que los responsables de la operación sean llevados ante la Corte Penal Internacional, que debería establecer las responsabilidades pertinentes entre los mandos militares que aprobaron la operación. Sólo así podrían evitarse nuevos actos de esta índole en un futuro.
En poco ayudará la UE a que situaciones como las vividas hoy no vuelvan a repetirse si se limita a lamentarse por la pérdida de vidas inocentes o a reclamar una investigación interna sobre lo sucedido, a sabiendas de que otras con similar cometido han sido cerradas en falso sin ninguna imputación. Los llamamientos a la apertura de la franja de Gaza caerán, como en el pasado, en saco roto si no van acompañados de medidas enérgicas que dejen claro a Israel que no puede violar impunemente la legalidad internacional.
Ignacio Álvarez-Ossorio es profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante.
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