"No me quito el 'hiyab' porque no quiero"
Shaima Saidani, de 10 años, llega corriendo, abre el portal de su casa y sube las escaleras. Sentada en el comedor junto a su madre, Noama el Harmii, viaja atrás en el tiempo. Hace tres años el colegio público de Girona Annexa-Joan Puigbert le impidió la entrada si no se quitaba el hiyab. La niña, que estaba en tercero de primaria, se mantuvo firme. La Generalitat intervino y obligó al centro a admitirla tres semanas después. Shaima lleva ya tres cursos en la escuela y sigue llevando el pañuelo. Oficialmente, según el reglamento interno, no puede llevar hiyab, pero acepta la imposición del Departamento de Educación.
Shaima vivió lo mismo que está viviendo ahora Najwa Malha, de 16 años, que hace dos días que no acude a su instituto en Pozuelo de Alarcón porque las normas prohíben llevar la cabeza cubierta. La madre de Shaima ni se había enterado. "Siempre vemos la televisión árabe", se justifica. Shaima no sabe qué opinar, pero en la escuela ha tenido un pequeño incidente. "Le he ido a preguntar una cosa a un profesora sobre una poesía y me ha dicho que por qué no me quito el pañuelo. Le he dicho que porque no quiero", cuenta, en catalán. Su madre capta algunas palabras pero le pide a la niña que se lo explique en su lengua. "Cuando te digan eso, les dices que si en Madrid hacen una ley que dice que no puedes ir así, que te vuelves a Marruecos. Nosotros no estamos aquí por hambre. Y cuando te pase algo así, me llamas", añade. Shaima asiente.
"Si no quieren que me cubra la cabeza, me voy a Marruecos"
La niña se cubrió la cabeza por primera vez con tres años en Marruecos. "Se tapaba cuando salía con su abuela a pasear o iba a la mezquita", explica su madre. Nadie la obligaba, lo hacía porque quería, insisten ambas. Con ocho años, decidió ponerse el hiyab para siempre. Tiene cientos, de todos los colores. Si ahora Shaima decidiese quitárselo, a su madre le parecería bien. En cuanto tuviese la menstruación, se lo impondría.
El día que Shaima decidió asistir a clase con el velo estaba frente a la televisión. "Había visto en el canal árabe a niñas con el pañuelo. Primero le pregunté a mi madre si me lo podía poner y me dijo que no. Después al final probé y fui al colegio con el pañuelo", recuerda. El primer día no le dijeron nada, después cuenta que le amargaron la existencia. Y por eso pidió cambiar de escuela. Le tocó el centro Annexa-Joan Puigbert, donde le impidieron ir con el hiyab. Tres semanas después, la Generalitat obligó a la escuela a admitirla.
Hoy es feliz. Shaima sigue en el Annexa-Joan Puigbert y no tiene problemas con nadie. Es la única de los 410 alumnos que lleva hiyab (la escuela tiene entre el 10% y el 15% de inmigrantes). El director, Llorenç Carreras, declinó hacer declaraciones. En el centro continúa el mismo reglamento. Y Shaima con la misma determinación: "Si no quieren el hiyab, me voy a Marruecos".
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