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La lluvia agrava la tragedia de los haitianos un mes después del seísmo

La ONU pide tiendas de campaña para un millón de personas sin hogar

Ramón Lobo

Ha pasado un mes del terremoto que mató a más de 200.000 personas en Haití, el país más pobre de América. La paciencia de sus habitantes se evapora entre ruinas y necesidades perentorias y brotan las protestas, como la que ayer paralizó la carretera del aeropuerto al grito de queremos tiendas para dormir. Un millón de seres humanos acampan en jardines y plazas. La ciudad es una marea de gente exhausta, sucia y triste que no sabe adónde ir. No existe una distribución cabal de alimentos y agua. Se producen tumultos y saqueos que engordan el estereotipo del Haití violento mientras la gente común espera paciente la llegada del milagro.

"Estamos ante una crisis mayúscula", dice un responsable de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dependiente de la ONU. "Hay más de un millón y medio de desplazados en todo el país, casi el triple del tsunami. Aquí la tragedia está concentrada en un solo país en el que las instituciones del Estado han desaparecido. No hay autoridad ni organización social alguna. Es necesario avanzar mucho en el reparto de tiendas antes de que lleguen las lluvias de marzo".

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Pero, como a perro flaco... Esas lluvias se adelantaron varias semanas e inundaron ayer Camp de Mars, el parque donde se yerguen las estatuas de los héroes de la independencia y que desde hace cuatro semanas comparten espacio con decenas de miles de haitianos sin techo. "Se nos mojó todo", exclama Pierre Richard. "Aquí nadie distribuyó nada. Ni comida ni tiendas. No podemos seguir las instrucciones porque no hay electricidad ni radios. Nos sentimos abandonados".

Hombres y mujeres compiten en un espacio plagado de basura y malos olores por un cazo de agua para lavarse los dientes y enjabonarse la cara. Los niños corren y juegan como si esta miseria no fuera tan distinta de la de antes.

En el campamento que crece cada día frente al derruido palacio presidencial se han levantado unas letrinas. Son cabinas de plástico de la empresa haitiana Jebco Service. No están allí por caridad sino por negocio: cobran por el acceso sin distinguir aguas mayores de las menores el equivalente a un dólar (0,73 euros). El controlador es un tipo que dice llamarse Junior: "No tenemos sueldo, sólo cobramos una comisión de un dólar cada 20 de recaudación. Al día recaudamos 100 dólares". En Haití, el 80% de su población vive debajo del umbral de la pobreza. Un dólar es un lujo.

Cerca del aeropuerto diversas secciones de Médicos del Mundo (MDM) trabajan en una clínica. Hace un mes recibían 300 pacientes diarios. Ahora se han reducido a 100. La explicación es que han abierto más centros, no que se han reducido las víctimas. "Lo que mejor está funcionando es la ayuda médica. Tanto en los hospitales locales como en las unidades móviles de diversas ONG de emergencia", explica Penélope Page, responsable de comunicación de MDM. "La mitad de los casos que nos llegan son niños y muchos con diarreas. No se trata de una epidemia. Es sólo la consecuencia del hambre".

El responsable de la OIM sostiene que la inseguridad impide la distribución de ayuda en muchos lugares. "Hay aldeas a sólo 45 minutos de Puerto Príncipe que recibieron comida hace tres semanas y no han vuelto a tener nada". En Haití hay unos 9.000 cascos azules la ONU y 13.000 marines estadounidenses.

Saura Jiménez es una mujer coraje. Es la responsable en Haití del reparto de 60.000 raciones de comida diaria a través de la organización estatal dominicana Comedores Económicos del Estado, que ha desplazado al país vecino 28 camiones-cocina y a decenas de voluntarios. "Sólo distribuimos en los lugares organizados y cuando las fuerzas de la misión de la ONU nos dan el visto bueno". El problema de estos repartos es el tumulto. "La gente se pelea por un saco de arroz". La ONU trata de organizar puntos de distribución a los que sólo acuden mujeres.

Ha pasado un mes y los haitianos parecen más pacientes en las colas para adquirir un teléfono móvil que en las que dan de comer. Cuestión de prioridades: el teléfono es la primera puerta para escapar de aquí.

Una mujer haitiana carga un bidón de agua en un campamento levantado en un club de golf de Puerto Príncipe.
Una mujer haitiana carga un bidón de agua en un campamento levantado en un club de golf de Puerto Príncipe.EFE
El país teme la llegada de las lluvias mientras intenta recuperarse 30 después del terremoto.Vídeo: AGENCIA ATLAS

Un juez ordena liberar a los 10 baptistas

Un juez haitiano anunció ayer que ha firmado la petición de puesta en libertad presentada por los abogados de los 10 misioneros baptistas acusados del secuestro de 33 niños, y la ha enviado a la fiscalía. Los misioneros de Idaho (EE UU) serán puestos en libertad después de que el ministerio público se pronuncie (no es vinculante), lo que sucederá, como muy pronto, el lunes, según el fiscal. "Podrán irse directamente al aeropuerto y salir del país si así lo desean", dijo el juez instructor del caso, Bernard Saint-Vil, según la agencia Reuters, aunque deberán dar garantías de estar representados en el caso por si surgieran otras cuestiones.

Los misioneros fueron detenidos el 29 de enero cuando trataban de salir de Haití con 33 niños, la mayoría de ellos falsos huérfanos, para organizar en República Dominicana un hospicio para víctimas del seísmo. Al parecer, el juez ha considerado que no tenían objetivos criminales ni trataban de perjudicar a los niños, pese a incumplir numerosos requisitos legales.

El caso llamó la atención de la prensa internacional, que en un principio los presentó como traficantes de niños. Según las familias que les entregaron a sus hijos no hubo dinero por medio, sino que accedieron convencidos de que era lo mejor para ellos.

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