Entre el pasado y el futuro
El presente contra el futuro. Éste es el debate político entre los dos principales partidos españoles. El presidente Zapatero, desgastado por una crisis frente a la que en ningún momento ha encontrado el tono de la respuesta, busca ahora que el país se proyecte ya hacia el futuro. El líder de la oposición, convencido de que la crisis es el único atajo del que dispone para llegar el poder, necesita recrearse en el negro panorama presente. Y así, mientras Zapatero nos invita a hacer de la crisis virtud, trazando una ruta de salida que conduzca a un cambio de modelo económico, Rajoy insiste en que esta inmensa bolsa de parados que tiene España -y no decrece- es lo único importante y lo demás son "bagatelas, tablas y colorines".
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A Mariano Rajoy le lastra el pasado, Rodríguez Zapatero busca la salvación en el futuro
En esta confrontación, cada uno tiende a comportarse como una caricatura de sí mismo. A Zapatero le pierde la grandilocuencia de sus promesas; la ingenuidad adanista de presentar como nuevo lo que está dicho, redicho y, a veces, incluso hecho; la fantasía infantil de que un modelo económico se puede cambiar por decreto ley. La propuesta de un modelo sostenible "económicamente, medioambientalmente y socialmente", recuerda en el espíritu y en la forma el otro gran gadget ideológico del presidente: la alianza de civilizaciones. En ambos casos, da la sensación de que se ha tejido el vestido antes de saber qué cuerpo tenía que llevarlo puesto. Y, de momento, a la vista de todos está que sobra tela para tan flaco maniquí. Es más, las iniciativas concretas, que las hay, y algunas positivas, desde una reforma laboral sin abaratar el despido -aunque para la derecha sea una contradicción en los términos- hasta el compromiso de atacar a fondo el fraude fiscal -si no lo veo, no lo creo- o la mejora de los mecanismos reguladores y la simplificación de los procesos administrativos, quedan un poco perdidas en medio de una ornamentación con más deseos que concreciones.
También Rajoy, en su respuesta, se enseña tal como es. El presidente del PP siempre ha sido refractario a los proyectos políticos, siempre siente pereza cuando le hablan de pensar más allá del próximo año, siempre ha desconfiado de los ejercicios de reflexión teórica y de prospección política. Rajoy está convencido de que el presente es lo único importante porque puede darle la victoria por calcinación política del adversario. Y, por tanto, para él sólo hay un tema: el paro. Es decir, la reiteración de un retrato lo más oscuro posible de la situación de España.
Evidentemente, en la coyuntura actual la realidad juega a favor de Rajoy. Zapatero corre el riesgo de que su operación futuro aumente la desconfianza acumulada porque la gente la entienda como una huida hacia delante, sin haber sentado antes las bases para resolver los problemas previos. Pero del mismo modo que la negritud del presente es la fuerza de Rajoy, si empieza a despejar y España entra en una lenta pero constante vía de recuperación, el día a día se puede convertir en su ruina. Apostarlo todo a que las cosas van mal -además del riesgo de que la ciudadanía lo entienda como una deslealtad al país- tiene el problema de que uno se queda sin argumento si las cosas empiezan a ir bien.
La estrategia de Rajoy está clara: sólo importa lo que tiene que ver con la crisis, sobre lo demás, pasar lo más desapercibidos posible. Pero entonces Rajoy choca con su pasado. Es difícil hacerse invisible en el conflicto del Estatuto catalán cuando se ha sido el autor del recurso que ha metido al Tribunal Constitucional en la pelea, un recurso además claramente discriminatorio porque censura del Estatuto catalán lo que el PP valida en otros estatutos. Rajoy no puede evitar que alguno, al que quizás no le ha llegado la consigna, reviva el peor momento del PP, al tachar de ignominiosa la retirada de las tropas de Irak. Como tampoco puede evitar que los suyos sigan del brazo de los curas en los debates sobre moral y costumbres que nos ocupan. Con lo cual, queda claro que el PP es el de siempre y que la crisis no es suficiente para disimularlo. A Rajoy le lastra el pasado, Zapatero busca la salvación en el futuro. El presente no cesa de reclamar atención. Rajoy actúa como amplificador de esta demanda. Y de ahí saca sus dividendos electorales. Pero, ¿uno y otro, no se dan cuenta de que la ciudadanía les pide algo más?
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