Egipto aprovecha la renovada fama de Nefertiti para volver a reclamarla
Zahi Hawass avisa de que hará una petición oficial del busto de la reina
La visión de la bella Nefertiti instalada en su nuevo y rutilante domicilio alemán y reproducida hasta la saciedad en diarios, revistas y televisiones de todo el mundo ha puesto los dientes largos a los egipcios. Como era de prever, no se han quedado cruzados de brazos ante la imagen de su reina como estrella del rehabilitado Neues Museum de Berlín y ante la constatación de que eso la aleja aún más del añorado retorno a casa. Aprovechando la renovada fama planetaria de la mujer del faraón Akenatón, han decidido volver a reclamarla.
El jefe de los arqueólogos egipcios, Zahi Hawass, ha anunciado que presentará una petición oficial para que se les devuelva el célebre busto polícromo. Lo hará, se ha visto forzado a añadir, si se consigue probar que la escultura salió ilegalmente de Egipto. Y aquí está el problema. Aunque los egipcios estén muy animados por la reciente decisión del Museo del Louvre de devolverles las pinturas de la tumba de Tetiky y eso les haya hecho ser muy optimistas a la hora de plantear nuevos retornos, el caso de Nefertiti (como el de la Piedra Rosetta, en el British Museum) es radicalmente diferente. Los cinco fragmentos de decoración mural de la tumba tebana de Tetiky, aunque bonitos, están lejos de ser una obra maestra por la que un museo estaría dispuesto a luchar a toda costa. Y, sobre todo, la historia de su salida de Egipto es muy distinta.
El caso de las pinturas de Tetiky en el Louvre es muy distinto
A los egipcios les asiste la razón moral, pero la legal es dudosa
Las pinturas fueron arrancadas de la tumba por ladrones en los años ochenta, y vendidos, contraviniendo por supuesto la legislación internacional, a colecciones privadas europeas. El Louvre las adquirió en 2000 y 2003 y en 2009 Egipto presentó al museo la evidencia de que habían dejado el país ilegalmente y debían volver. Al pasar los meses y a la vista de que no se producía ningún resultado, Hawass comunicó al Louvre su decisión de suspender las excavaciones del museo en Saqara, entre otras represalias. Entonces Francia se achantó y cedió.
Una situación similar no es probable en el caso de Nefertiti y Alemania. De hecho, en 2007, Hawass le echó un pulso a los alemanes al negarse éstos no ya a devolver el busto sino a prestarlo para una exposición temporal en El Cairo. Hawass amenazó con una "guerra científica" (exactamente lo que le ha salido tan bien con los franceses). Pero la cosa quedó en un simple órdago. Nada parece indicar que ahora pueda ser diferente, y menos con Nefertiti instalada como gran atracción en el nuevo museo.
Desde aquel inútil rifirrafe de hace dos años, Hawass ha tratado de encontrar evidencias de la ilegalidad de la salida de Nefertiti en 1913, pero es difícil hallar algo que pueda aducirse ante un juez. Desgraciadamente parece que el asunto fue sucio, pero en su momento legal. Lo que sí tienen los egipcios es la completa autoridad moral para la reclamación, ya que está bastante claro que hubo un comportamiento artero por parte del arqueólogo Ludwig Borchardt, jefe del equipo que realizó el hallazgo en 1912 en las ruinas de Amarna. Borchardt sin duda escamoteó o disimuló el busto, actuando de mala fe con respecto a los intereses egipcios, para que éste les correspondiera a los alemanes en el reparto. Pero una cosa es que te asista la razón moral y otra que eso sea suficiente para que te devuelvan un tesoro.
No obstante, está claro que Egipto no cejará en la lucha para recuperar a su reina. Que eso tenga ahora, como se ha especulado, una componente de venganza política (por el fracaso de la candidatura de su ministro de Cultura Faruk Hosni a dirigir la Unesco) o de ambición personal (Hawass podría estar haciendo méritos para el ministerio) es lo de menos. Mientras, Nefertiti sigue exhibiendo su enigmática expresión de Mona Lisa de Amarna y oteando, desde su eternidad, el futuro.
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