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Reportaje:

491.200 historias de la recesión

Los parados marchan en las manifestaciones del Día de los Trabajadores

"Me ha cogido la crisis. Después de 12 años en la empresa me han tirado a la calle, y no es que esté lo que se dice en las últimas, pero busco empleo y no lo consigo, y tengo un hijo de 30 años que es ingeniero agrónomo y tampoco encuentra nada. Le tengo que dar de comer", cuenta, mientras apura un pitillo, Juana Valenzuela, 53 años, ex empleada de la industria textil, una de las 491.200 historias que la recesión ha dejado en la autonomía. El paro rozó en el primer trimestre el 20% de la población activa. Alcanza a uno de cada cinco valencianos que trabaja o busca empleo. Un puñado de esas historias podía oírse ayer en las marchas del primero de mayo que recorrieron los centros de Valencia y Alicante en una mañana desabrida.

"Hemos vendido el coche, y no salimos. Ahora ingresamos la mitad"
"Me da igual irme a Asturias que a Canarias que al extranjero"
Juan busca trabajo mientras estudia para auxiliar de servicios generales
El desempleo afecta prácticamente a uno de cada cinco valencianos activos

El marido de Valenzuela es conserje interino en un colegio público y eso proporciona cierta seguridad a la unidad familiar. Más de lo que podían decir, un poco antes, Jesús Martín y Chelo García, de 34 años, matrimonio en paro con un crío, que los acompañaba en la marcha, y otro en camino. Ella primero (agosto, empresa de telemarketing, despido) y después él (febrero, concesionario de automóviles, no renovación de contrato) notaron cómo el mercado laboral se hundía bajo sus pies tragándose sus expectativas y cierta forma de vida. "Hemos tenido que vender un coche, quitar el seguro de la moto, dejar de salir, y ajustarnos a lo que tenemos ahora", explica Martín. "En seis meses nuestros ingresos se han quedado en menos de la mitad".

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La crisis trae desempleo y también muchas escaramuzas miserables. La compañía de Chelo García no quiso reconocer que su despido era improcedente. La joven fue a juicio. Ganó en diciembre. Hasta enero no empezó a cobrar el paro. O también: la fábrica de estructuras metálicas en la que formalmente todavía trabaja José Luís Navarro lleva seis meses sin pagar a nadie. Y en este caso son los trabajadores los que piden al juez que de una vez aplique el Expediente de Regulación de Empleo, extinga los contratos, y ellos puedan así reclamar lo que se les debe o, al menos, empezar a cobrar la prestación.

A Navarro, que viene de un pueblo de La Ribera, también lo acompaña su hijo. Y muchos otros críos caminan de la mano de sus padres aprendiendo unas lecciones que parecían olvidadas. "Tenemos que hacer peripecias para llegar a fin de mes, pedir ayuda a la familia, mirar muy bien el precio de todo al ir a comprar, y renunciar a muchas cosas", explicaba Navarro.

Y como siempre es posible encontrar un caso peor que el propio, casi en la cabecera de la manifestación, con una bandera republicana, a primera vista poco congruente, caminaba Franklin Coelo. Ecuatoriano, de 45 años, los ocho últimos vividos en España quien, además del trabajo en la obra, ha visto cómo la recesión le birlaba la casa que pagaba mes a mes desde 2004. "Tengo una chiquilla en primero de ESO. Sobrevivimos muy ajustados, con lo que mi mujer gana de doméstica, porque yo no tengo derecho a paro, y con lo que va saliendo: limpiar una piscina, hacer algún arreglo...".

Entre los manifestantes que ayer salieron a la calle había muchos inmigrantes, colectivo al que el desempleo golpea con especial dureza, y que se hicieron notar. Trabajaba ya en la construcción en su Perú natal, y llegó a Pedreguer (Alicante) atraído por el boom del sector en España. De eso hace cinco años. Más tarde llegó su familia. José Ventura tiene 46 años, está casado y tiene dos hijos, de quince y cinco años. Tras trabajar en Pedreguer "un año o así" tuvo que desplazarse hasta Murcia para buscarse la vida. "Hasta que la situación se puso complicada" y volvió a Pedreguer. Allí encontró trabajo "dos meses acá, dos allí". Su último empleo acabó en noviembre del año pasado y este mes es el último que cobra paro: "y esa es la preocupación". Su mujer trabaja pero tiene una hija discapacitada, un alquiler y gastos. "Hay que pagar el agua, la comida, además de mandar dinero a unos padres que son ancianos y a mis hermanos". "Lo que uno quiere es trabajar", insiste. Es afiliado de CC OO y aunque ayer no fue ni mucho menos su primer Primero de mayo sí que tenía ayer más motivos para la reivindicación. José se manifestó con otros compañeros y compatriotas para reivindicar medidas frente a la crisis y no se deja abatir: "Estamos con la esperanza de que mejore".

Detrás de las abrumadoras estadísticas que arroja cada mes el mercado laboral valenciano hay personas y un amplio abanico de realidades. "Me veo capacitado para trabajar hasta los 65 años y me da igual irme a Asturias, que a Canarias, que al extranjero". José Ángel Ruiz, 54 años, se despierta cada mañana a las 6 y se pone a buscar trabajo en Internet. "No quiero cambiar mi rutina, tengo que seguir en activo". Nacido en Albacete. Vive en Alicante "desde siempre" y ha desarrollado su vida profesional en la formación y en extranjería, pero hace un año se le terminó la interinidad. Desde el 1 de marzo de 2008 está en paro. El pasado febrero dejó de percibir la prestación por desempleo y ahora cuenta con 421 euros al mes en concepto de subsidio para mayores de 52 años. Su situación no es agobiante porque su mujer trabaja y su hija también, pero hay que ajustar gastos. Su hijo estudia en la universidad. "He tenido varias entrevistas y o no he cuadrado o buscan un trabajador más barato". Y se muestra dispuesto a salir adelante.

A otros, la crisis les ha frenado el inicio de su vida laboral. Como a Juan Alós, de 21 años. Vive con sus padres y es también su familia la que ayuda con el dinero para sus gastos. El joven alicantino no encuentra trabajo desde el año pasado y combina su búsqueda con estudios para auxiliar de servicios generales en UGT. Juan trabajó como peón en la industria durante quince meses. "Me gustaba", remarca. Pero "como no había trabajo" poco antes de la crisis se quedó sin el suyo. "Me dieron cuatro meses de paro". Y tras un trabajo de tres meses "no he vuelto a encontrar trabajo".

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