"Me obsesiona el camino a la solución"
Abucheos, aplausos y gente abandonando las salas acogieron ayer las proyecciones de Tiro en la cabeza en San Sebastián. La película de Jaime Rosales, rodada con teleobjetivo y en la que no se escuchan los diálogos, aborda el asesinato por parte de tres etarras de dos miembros de la Guardia Civil el pasado 1 de diciembre en la localidad francesa de Capbreton. Era, sin duda, el título más esperado del festival.
En la rueda de prensa posterior a la proyección matinal hubo debate y acusaciones encendidas. También aplausos y reconocimiento. Rosales, el ganador de los últimos premios Goya por La soledad, no perdió la calma. Cuando le tacharon de manipulador, se disculpó: "Siento haber herido su sensibilidad. Mi único deseo es acabar con este sufrimiento. No soy político, soy artista. No puedo ceder a la presión emocional. Sólo me obsesiona el camino de la solución", añadió el cineasta catalán, de 38 años. La cinta se estrenará el 3 de octubre.
"Esta película intenta provocar una reflexión posterior"
"El asesinato del contrario es la máxima aberración"
"Sólo he hecho esta película para que este tipo de cosas dejen de pasar"
"El espectador va a buscar aquí una ideología, y no la va a encontrar"
Pregunta. Su película se proyecta al día siguiente de un nuevo atentado mortal de ETA. ¿Qué sensaciones le provoca?
Respuesta. El asesinato del contrario es la máxima aberración. Es muy desgraciado que ocurran estas cosas, me producen un gran dolor y una gran indignación. De alguna manera, hago esta película porque quiero que todo esto deje de ocurrir.
P. Tiro en la cabeza no hace referencias concretas a ETA.
R. He querido mostrar unos hechos tal cual un observador los vería en las circunstancias en que se produjeron. La lectura que puede hacer un extranjero es interesante: ves unos hechos y no entiendes nada. ¿Pero es que hay algo que entender? Lo que se ve es a un tipo normal que está en una cafetería y, en un momento dado, mata a dos chavales y huye hacia el bosque. Eso es lo que se ve en la película, es lo que ocurrió. Si dejamos fuera la ideología, no tiene ningún sentido. Para mí, ahí está la clave, que la ideología no tiene ningún sentido.
P. Insisto. ¿Cree oportuno hacer un filme sobre un asesinato de ETA, sin referirse en ningún momento a la organización?
R. La película está rodada en San Sebastián, en un momento concreto se cruza la frontera y se ve que pasan a Francia. Con eso me basta. Es evidente, además, que se basa en los hechos de Capbreton. En el dispositivo formal que me he planteado con esta película no puede haber referencias concretas a ETA. Al no haber diálogo no puedo hacer una referencia directa.
P. ¿Por qué le perturbó tanto el atentado de Capbreton? ¿Por qué éste y no otros tantos?
R. Es clave para mí. El atentado de Capbreton tiene algo completamente distinto a todos lo demás. No es un atentado planificado, ni responde a una lógica terrorista, sino una situación que se produce con un desenlace fatal. Deja muy claro lo absurdo de todo el problema, y es lo que me lanza a la necesidad de hacer esta película.
P. ¿Por qué una película en la que no se escuchan los diálogos?
R. Desde el punto de vista cinematográfico, es muy interesante, porque fuerza al espectador a participar en la película. El espectador tiene que desentrañar las relaciones, lo que se dice, lo que está pasando. También en relación al contenido, que tiene que ver con un mundo clandestino en el que se habla con sigilo. Desde un punto de vista más metafórico, creo que gran parte del problema está en que se habla mucho de este problema pero no se escucha a los otros. Sólo me obsesiona el camino de la solución. Y la solución que quiero transmitir empieza por ahí, por escuchar al adversario. Empecemos a trabajar sobre los puntos en común.
P. Pero los personajes hablan. ¿Qué es lo que hablan? ¿Hay un guión escrito?
R. Lo que he hecho es reproducir situaciones reales, casi documentales. Cuando Ion Arretxe está hablando con un amigo es un amigo suyo real, su novia es su novia de verdad y también su hermana y su sobrino. Lo que le transmití a Ion es el tono que quería en la película, que fueran ellos quienes eligieran el tema de conversación. Yo tampoco sabía de lo que hablaban, porque me hubiera perturbado.
P. La única palabra que se escucha es txakurra [perro en euskera y término con el que el mundo abertzale se dirige a la policía].
R. Es cuestión de verosimilitud. La cámara siempre está lejos, nunca oímos lo que hablan los personajes, pero en ese momento sí lo oímos. Es ahí tal vez el único momento en el que introduje una pequeña pista al espectador en el que se contextualiza el tema de ETA.
P. La elección de Ion Arretxe, que no es actor, ¿la hizo por haber sido detenido en los años ochenta por pertenencia a banda armada y finalmente liberado sin cargos?
R. Cuando decido hacer la película me viene la intuición clara de que la tengo que hacer con Arretxe, que fue mi director artístico en La soledad. En ese momento no conozco su pasado, nunca me había hablado de ello. Una semana antes del rodaje me lo contó y creo que la actitud por su parte es muy valiente.
P. ¿Ha hecho alguna investigación sobre la vida de los etarras?
R. Parto de la idea de que es un miembro legal. La primera parte es una ficción. Creo que parte del problema en el que estamos viviendo es un exceso de lucidez. Para hablar hoy de algo da la sensación de que tienes que desmenuzarlo todo. Yo pienso que no. Creo que hay que recuperar cierta ingenuidad. No tenía necesidad de hacer una gran investigación, no está en mi filosofía, trabajo desde la imaginación.
P. ¿Cree que se puede abordar el tema de ETA desde la ingenuidad?
R. Sí. La ingenuidad sirve a veces para hablar de todo.
P. Los actores nunca sabían cuándo se estaba rodando. ¿Qué pretendía con ello?
R. El máximo de verdad en la actuación. De hecho, cuando los actores estaban actuando yo no rodaba. Estaba preparado para cuando dejaran de actuar y hablaran de verdad. En ese momento es cuando yo me ponía a rodar.
P. En los pases ha habido aplausos y pitidos. ¿Cuál espera que sea la reacción del público?
R. Es una película compleja, que propone una forma nueva e intenta estimular nuevos contenidos. El espectador no está acostumbrado a ello y eso produce desconcierto. Yo no he hecho una película para salir a hombros con dos orejas. Esta película tiene la intención de provocar un pequeño seísmo ideológico y una reflexión posterior, un discurso que está fuera de la película. Tiro en la cabeza es perturbadora, lo sé.
P. No me refería al experimento cinematográfico, sino al tema de ETA.
R. Quiero desactivar las ideologías y proponer una conciencia nueva en el espectador. El espectador no está acostumbrado a esto, va a buscar una ideología y no la va a encontrar. Eso le va a producir desconcierto, porque la película no acaba en el último plano.
P. ¿Dónde acaba?
R. En el corazón y la mente del espectador. La vocación de la película es producir un efecto sociológico. No sé si se conseguirá o no, pero lo que está claro es que no está pensada para producir un entretenimiento de hora y media.
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