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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
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Días y más días

Mantengo una actitud ambivalente ante la abundancia de celebraciones de Días Internacionales dedicados a una Causa, empezando por el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer. Son jornadas pías que se extinguen con la llegada de una nueva Causa -al día siguiente, y al otro, y al otro: es mucho causar- y propician una indiferencia tirando a pétrea el resto de los días del año. Sin embargo, no me cabe duda de que servir para algo, sirven. Para encauzar la voluntad de la gente verdaderamente interesada en ayudar a los demás, para que esos demás -pienso en las enfermedades raras, que no reciben subsidios para investigación; en las dolencias rodeadas de prejuicios que hay que erradicar- existan, aunque sea una vez al año. Porque el trabajo de la gente que está detrás de cada Día, al contrario que la volátil atención del público en general, entre el que me incluyo, permanece a lo largo del tiempo y utiliza esos momentos bajo los focos para intentar avanzar en lo suyo.

Dicho ello, este domingo 31 de agosto es el Día Internacional de la Solidaridad y me pregunto si ustedes han notado algo. Yo no, desde luego, aparte de la cara de fastidio de quienes deben incorporarse el lunes a sus trabajos, del hacinamiento callejero en una ciudad de la que no han acabado de irse los turistas -cuántos chinos he visto en Barcelona este agosto: deben de haber huido de la Olympia para Muditos-, pero a la que ya han vuelto todos los autóctonos.

¿Solidaridad con quién? ¿Con qué? Este año debería haber sido con el Tíbet, que es una causa que entiende hasta Steven Seagal, no la van a entender los deportistas: permite ser solidario con ese señor, el Dalai Lama, cuyo nombre recuerda una variedad de juego de frontón, y seguir empadronado en Andorra o en Montecarlo para eludir los impuestos sin remordimientos. Pero seguro que el Tíbet tiene también un Día propio en el calendario. Aguarden un instante, que lo miro en Google.

(Resultado en Google: no hay un Día Internacional del Tíbet propiamente dicho, pero el pasado 31 de marzo se celebró una Movilización Mundial por tal causa, que coincidió con la Jornada Internacional Sin Tabaco).

Reanudo. ¿Con quién va a solidarizarse uno el último día de su mes de vacaciones, o el último día -los que no nos hemos ido- antes de largarnos a descansar? Paréceme que la Solidaridad, así, con mayúsculas, es como la Paz Mundial, tan inabarcable que la dejamos para una fecha imposible. A mí me apetece solidarizarme con la niña feíta -según apreciaciones chinas- que sabía cantar, y también con la bonita que no sabía. Menudo trauma para las dos.

Claro que todo cambia si uno se mueve de hemisferio. No todos los agostos son como los nuestros, ahora que viajamos tanto -que nos agitamos tanto, de un sitio a otro- ya lo sabemos. No es lo mismo México que Birmania, ni el Cono Norte que el Cono Sur, ni el Polo Este que el Polo Aquel. Por tanto, no nos desanimemos. A alguien le aprovechará el bendito día.

En realidad, no puedo quitarme de la cabeza que el Día de la Solidaridad es como un remate de fin de temporada, pensado por biempensantes que habitan en el Hemisferio Norte. Juzguen ustedes mismos. El 9 de este mes que fenece se dedicó a las Poblaciones Indígenas (sin contar que en julio ya hubo uno dedicado a Las Poblaciones); el 12, Día Internacional de la Juventud; el 22, Día Internacional del Folklore; el 23, aprovechando que ya estábamos allí, celebramos (alguien lo haría) el Día Internacional para el Recuerdo del Comercio de Esclavos y su Abolición. Finalmente, henos aquí en pleno ataque de Solidaridad con mayúscula.

Fatiga, ¿no?

Y da, sobre todo, medida del fracaso de las sociedades occidentales: medida de la idea de nuestro sentido de la superioridad, de la fórmula que hemos hallado para no llamar beneficencia a lo que no es sino una puesta al día del ropero de los pobres.

Día Internacional del Europeo que No se Aclara. ¿Para cuándo? Entre tanto, celebremos hoy, también, el Día Internacional del Blogger. Al menos, nuestra vida virtual parece que funciona.

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