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Cumbre de los países ricos en Japón

Los países emergentes arremeten contra el G-8

Pekín encabeza el clamor contra las trabas comerciales

Fernando Gualdoni

El presidente chino, Hu Jintao, fue directo al grano. En su discurso de ayer ante el G-8 en Toyako (Japón) no habló ni de cambio climático ni del tipo de cambio del yuan que tanto preocupa a Occidente, sino de trabas comerciales, de subsidios agrícolas y de falta de sinceridad y solidaridad por parte de los ricos.

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"Todos los países y en especial los más industrializados deben demostrar un verdadero compromiso en las negociaciones de la Ronda de Doha [de la Organización Mundial de Comercio, OMC]. Deben eliminar las barreras comerciales, ser flexibles a la hora de abordar temas como la rebaja de los subsidios agrícolas, ser más considerados con los países en desarrollo y dar acceso libre a sus mercados a los Estados más pobres", enfatizó Hu en su discurso en la última jornada de la cumbre de Toyako.

Las palabras de Hu son las de las cinco grandes potencias emergentes (China, India, Brasil, México y Suráfrica) que ayer se reunieron con el G-8 (EE UU, Canadá, Rusia, Alemania, Reino Unido, Italia, Francia y Japón). El quinteto respaldó con reservas el plan presentado el martes por los ricos para reducir a la mitad las emisiones de gases contaminantes para 2050. Han coincidido con el G-8 en que hay que hacer "profundos recortes", pero no han acordado ningún calendario específico.

El grupo de los cinco reconoce que la lucha contra la contaminación es crucial, pero insiste en que lo urgente es abordar una crisis de la energía y los alimentos que puede condenar a la hambruna a más de 800 millones de personas y hasta desatar enfrentamientos civiles y guerras en casi medio centenar de países.

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El G-8 ha declarado estar "profundamente preocupado" por las crisis y ha optado por desembolsar más de 6.000 millones de euros para que la ONU reparta comida entre más de 70 millones de personas. Pero aparte de esta medida paliativa, el club de los ricos fue incapaz de proponer medidas concretas para impulsar la producción agrícola mundial.

En su declaración, el G-8 ha arremetido contra toda forma de proteccionismo. Sin embargo, no se sabrá si lo que el club escribe con la mano lo borra con el puño hasta la reunión del 21 de julio de la OMC en Ginebra, donde deben acabar siete años de negociaciones para ampliar la liberalización del comercio internacional.

El primer ministro británico, Gordon Brown, aseguró ayer que había hablado con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y que éste le había asegurado que tenía toda la voluntad política para alcanzar un acuerdo en la OMC en los próximos días. También dijo haber conversado con el presidente francés, Nicolas Sarkozy -defensor del proteccionismo agrícola de la Unión Europea-, sobre las ventajas que supondrá la conclusión de la Ronda de Doha para las empresas de la UE.

La clave para que prospere el acuerdo es que las potencias emergentes acepten abrir más sus mercados -sólo China e India suman 2.400 millones de personas y multiplican su gente rica cada año- a los productos manufacturados e inversiones europeas y estadounidenses a cambio de que éstos eliminen los sistemas de ayuda agrícolas. Brown también aseguró que el G-8 confía en que muchos grandes exportadores de petróleo incrementarán su producción para frenar la escalada de los precios del crudo, que además de perjudicar en general a la economía mundial socava la producción agraria porque encarece los fertilizantes.

Lo que se exige del G-8 es que solucione las dos grandes crisis mundiales y, paradójicamente, son los mismos problemas que dieron origen al club de los ricos. El G-8 (inicialmente lo componían seis países, Canadá y Rusia se sumaron más tarde) fue creado en 1975 para hacer frente a la primera crisis petrolera provocada por el embargo árabe a los aliados de Israel en 1973 y para buscar soluciones a la escasez de alimentos tras el boom demográfico de los sesenta. Desde la primera reunión en Francia hasta la de Ottawa, en 1981, el grupo fue capaz de impulsar una nueva era petrolera con más empresas y proyectos en el sector y la primera "revolución verde" (uso masivo de tecnología agrícola, fertilizantes y semillas genéticamente reforzadas).

El mundo no esperaba menos casi 30 años después. "El G-8 no ha estado a la altura del desafío que supone la actual crisis de un planeta que demanda acciones serias. Deben demostrar su liderazgo en la reunión de emergencia sobre pobreza convocada por la ONU para septiembre", concluye Jeremy Hobbs, director ejecutivo de Oxfam. Tal vez incluso hasta haya que esperar a la próxima cumbre del G-8 en Cerdeña, el año que viene.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, corre seguido por sus guardaespaldas en un campo de golf en Toyako.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, corre seguido por sus guardaespaldas en un campo de golf en Toyako.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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