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Remiten los conflictos de la pesca y el transporte

"Estamos acostumbrados a pringar"

Los ganaderos se ven obligados a tirar leche

Resignación y constancia. Eso es lo que les queda a los ganaderos gallegos que ayer vieron cómo su leche tampoco llegaba a los centros de transformación como consecuencia del paro en el sector del transporte. Éste es el caso de Ángel, uno de los copropietarios de una sociedad agraria de transformación (SAT), ubicada en el municipio lucense de Guntín, que ayer tuvieron que tirar a la fosa de purín 11.000 litros de leche que se unen a los 5.000 que encontraron el mismo destino el miércoles.

"Estamos acostumbrados a pringar y tenemos que seguir así", protestaba Ángel cuando regresaba de tirar la primera de las tres cisternas de leche. Mientras tanto, en la SAT Vilamaior de Negral la actividad continuaba. "Es que no puedes parar. Los animales comen, hay que ordeñarlos y tienes que tener la paciencia, aunque cada vez cuesta más, de esperar a que esto se solucione", razonaba.

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Ángel se muestra comprensivo con las reivindicaciones de los transportistas, pero no entiende que su paro "arrastre a todos" los demás. Lo más grave es que todo esto sucede cuando el sector productivo pasa por una de sus peores crisis. Y es que en la fosa de esta SAT (precursora en Lugo hace 22 años del movimiento asociativo en el campo) no sólo se fundieron con restos orgánicos 16.000 litros de leche, sino que allí se quedaron enterrados, como mínimo, unos 8.000 euros. Lo que deberían percibir los societarios por la leche derramada (0,40 céntimos de euro el litro), a lo que se añaden 4 euros diarios en piensos y forrajes por cada una de las 300 cabezas de ganado que existen en la granja. Y aún queda por imputar a las pérdidas la mano de obra, la electricidad y el combustible consumido.

Ataques de jabalíes

"Sólo nos faltaba esto", se lamenta Ángel mientras se esparce la leche por el fango de la fosa. "El precio de nuestro producto cayó en picado y lo del combustible nos afecta casi tanto como a los propios transportistas", enfatiza este agricultor: este año gastaron sólo en el ensilado y la siembra de maíz (algo más de 8.000 euros) lo mismo que en toda la temporada del año anterior.

Les queda la satisfacción de que las lluvias de mayo no les impidieron llenar los silos de forraje, pero tuvieron que hacer frente a otro gasto inesperado: los daños ocasionados por el jabalí, que les obligó a replantar la mitad de las 45 hectáreas sembradas con maíz. Y menos mal que con la incorporación de dos mastines a la lista de animales de la granja, los socios solventaron las pérdidas que causaban los lobos con sus visitas nocturnas.

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