Del 'no hay futuro' al cinismo radical
Michel Houellebecq y Richard Hell conversan sobre el desquiciado mundo de hoy
Estuvieron cada uno por su cuenta en la Noche de los Libros que la Comunidad de Madrid organiza cada 23 de abril. Michel Houellebecq dio una conferencia en la que habló de sus lecturas preferidas. Se refirió a una biblioteca que frecuentó de niño y que le permitió conocer a Homero, Shakespeare, Cervantes... Pero destacó como sus más "exaltadas" influencias a Baudelaire, Dostoievski y Balzac. Richard Hell estuvo, más o menos a la misma hora, en el Ateneo. Lo acompañaron los sonidos grabados de la guitarra de un viejo colega de su grupo Voidoids, Robert Quine, mientras recitaba unos poemas. Luego interpretó, junto al guitarrista Javier Alonso (del grupo Novak), unas cuantas canciones y, al final, puso un cortometraje que filmó hace unos años, Theresa Stern.
"Los estadounidenses no aciertan cuando hablan de la familia" (Houellebecq)
"El rock está lleno de obligaciones, con la literatura eres más libre" (Hell)
"No hay raíces, la gente hace lo que ve en las 'sit-com' de la televisión" (Hell)
"Puedo estar 10 años sin leer ni escuchar música" (Houellebecq)
Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales, Plataforma y La posibilidad de una isla, entre otras, son obras de Michel Houellebecq (Reunión, Francia, 1958): cinismo en estado puro, una visión descarnada del hombre de nuestro tiempo, ninguna concesión a la hora de retratar el vacío. Richard Hell (de familia, Meyers) nació en Lexington (Kentucky, Estados Unidos) en 1959 y, después de dar tumbos con su amigo Tom Verlaine (el fundador de Televisión, esa banda imprescindible), en 1977 irrumpió en la escena musical al frente de su banda The Voidoids con su tema Blanc Generation. Hablaba allí también del vacío y se adelantaba un cuarto de hora a la irrupción oficial del punk. Cuentan que Malcom McLaren se inspiró en su manera de vestir para poner de moda los pelos de punta, los imperdibles, las camisetas rotas (las que luego popularizaría Johnny Rotten con los Sex Pistols). Hell está ahora orgulloso porque Kate Moss lleva una camiseta con una imagen suya de 1980. Los cotilleos hablan del nuevo novio de la modelo, pero se trata de él. "La ha comprado en mi página web y ahora soy un tipo feliz: todo el día pasa mi cara por las tetas de Kate Moss".
He aquí, mano a mano, a dos expertos en el vacío. "Todo ha sido un malentendido", dice Richard Hell. "Cuando escribí Blanc Generation yo no quería hablar de una generación, sólo quería contar las cosas que me pasaban a mí". Houellebecq cuenta que su relación con la música tiene picos. "Me pasa, en realidad con todo. Puedo estar 10 años desentendido de los libros y los discos. Hace poco pasé todos mis CD al ordenador y ahora tengo un problema: oigo música pero toda la información que tengo es que se trata de pista 1 (varias veces), pista 2 (varias veces) y así sucesivamente". "Yo no oigo música", dice Hell. "Algo llevaras en el coche...", le espeta Houellebecq. "Ahora no conduzco", tercia el otro.
Pero termina por contarlo. Escucha a Monteverdi por influencia de su mujer y ha descubierto a Beethoven, Chopin y Shostakovich. "Bueno, cuando conducía", le dice al escritor francés, "ponía a los grupos que me influyeron de joven, a los Who, a los Kingsmen...". "¿Y no te gusta Wagner para las autopistas?", le pregunta Houellebecq. "Me encanta, pero es muy peligroso. Con su música te crees todopoderoso".
¿Por qué ese afán por saltar de medio de expresión? Richard Hell dejó hace un tiempo la música y ahora escribe novelas, Houellebecq ha probado con el cine. "Fue una buena experiencia, la de adaptar yo mismo una obra mía a la pantalla", comenta al respecto. "Ves lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Estás rodeado de mucha gente, haces una vida saludable". "El rock es muy engañoso. Piensas que es el mundo de la disipación total, de la mayor libertad. Y es justamente lo contrario. Tienes que levantarte a las ocho, preocuparte de la gente de tu banda, ensayar, meterte en una furgoneta, ir de un sitio a otro. Una desgracia de vida. Escribir me permite hacer lo que quiero y donde quiero, sin estar pendiente de nada", dice Hell.
Por aquello de la vida saludable, han hablado un rato de drogas. Houellebecq: "La peor de todas es la nicotina, no hay manera de dejarla. Ni la morfina ni la heroína enganchan tanto. No sé qué pasará con el crack, no lo he probado". Hell también echa pestes de la nicotina. Luego vuelve a referirse al mundo del rock: "Lo peor que tiene es que digas lo que digas aquello se convierte en una fórmula en la que se refleja y proyecta un montón de gente. Y yo sólo quería contar mis cosas. Pero tiene algo bueno: la cuestión física. Estás ahí, en contacto con el público, lo tocas, te empuja, das brincos...".
Michel Houellebecq. Yo tenía un proyecto hace un tiempo. Quería ir a Estados Unidos y tirarme allí un año. En un lugar pequeño de Iowa, por ejemplo. Para entender lo que pasa, para meterme en su mentalidad. Tú eres de allí, ¿no?
Richard Hell. Sí. No hay otra, es mi destino.
M. H. ¿Qué me recomiendas que haga para entenderlos? ¿Dónde debería ir?
R. H. De un lado a otro. Por la carretera. Es la mejor forma. Alquilas una habitación en un motel, sales a dar un paseo, le preguntas a la gente qué tal, te responde. Te vas enterando.
M. H. ¿Pero hablan de todo? Quiero decir, yo no entiendo lo que les pasa con Dios, por ejemplo. No sé si se lo creen del todo.
R. H. No siempre se les puede comprender. Yo tengo que hacer lo mismo que tú, pero con Los Ángeles. Ir un año. Igual así me entero.
M. H. Estuve leyendo un montón de thrillers. Me encantan. Cosas de Theodore Roszak, esa historia de El diablo y Daniel Silverman, por ejemplo. O John Grisham. Bueno, me asombra lo cínicos, fríos y distantes que son para retratar las cosas que ocurren en el mundo del trabajo. Pero se vuelven sentimentalones cuando hablan de la familia.
R. H. Pasa mucho con la familia. Pero con la nación también, o con la religión. Buscan un grupo compacto en el que sentirse integrados y protegidos. Contra todos lo demás.
M. H. Es asombroso lo de la familia. Siguen pensando que su mujer es la mujer más sexy, aun cuando eso, por la edad, resulte ya imposible. Y con los niños. ¡Cómo se portan con los niños! Saltan de alegría en cuanto los ven...
R. H. Debe de ser porque no tenemos raíces. No hay nada que rascar, no hay valores que vengan de atrás. Sólo está la televisión. La gente hace lo que ve en las sit-com, esas comedias donde todos sonríen y se toman muy en serio.
Babelia
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