Tumbas prehispánicas en lugar de pisos
Hallado un cementerio con más de 1.500 túmulos en unas obras de Bogotá
Finales de 2007 en el extremo sur de Bogotá. Los obreros que excavaban un terreno en la anigua población indígena de Usme quedaron atónitos. De la tierra emergían restos humanos. Tras alertar a las autoridades, llegaron las primeras hipótesis. ¿Una fosa común? Poco probable, dado que empezaron a asomar vasijas de barro y objetos de piedra.
La obra, la construcción de 7.500 viviendas de protección oficial, se detuvo. Ya en manos del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional, el hallazgo recibió su dictamenn. Se trata de un cementerio indígena de más de 2.000 años de antigüedad. Y no cualquier cementerio indígena. Podría arrojar luz sobre el vacío existente entre el Periodo Cultural Herrera (siglos I a V después de Cristo) y el periodo Muisca temprano (siglo V), ya que en sus más de 1.500 tumbas conviven elementos de ambos periodos. "Es una biblioteca de nuestra historia prehispánica", resumía ayer en Bogotá el profesor de Arqueología Virgilio Becerra, director de la investigación.
En la cultura muisca se drogaban y sepultaban vivas a las primogénitas
Varias de las sepulturas presentan claros indicios de haber servido de enterramientos rituales de personas vivas, práctica común en la cultura muisca, el pueblo que recibió a los conquistadores españoles a su llegada a la sabana de Bogotá. Los muiscas tenían por costumbre ritual drogar y sepultar vivas a sus primogénitas para, sobre la sepultura, levantar el hogar familiar. Los científicos encontraron restos óseos de una mujer de 20 a 30 años que pudo haber sufrido esa terrible suerte. Su posición en la tumba -manos superpuestas detrás de la espalda y a la altura de la pelvis con los dedos crispados y encogidos como signo de terror o dolor- indica, según los expertos, que pudo ser enterrada viva.
El hallazgo, que se ha mantenido en secreto varios meses dada su importancia, salió a la luz este fin de semana coincidiendo con la visita del defensor del pueblo de la ciudad, Francisco Rojas Birry, al lugar. "Imagínese lo que esto significa para mí, que soy indígena; ¡es un tesoro!", dijo a este periódico. Birry, que es embera, comunidad habitante de las selvas del occidente del país, tiene previsto presentar al concejo municipal una propuesta para convertir ese terreno - las 30 hectáreas de una antigua hacienda- en un parque arqueológico que sirva de centro de estudio e investigación.
Álvaro Botiva, del Instituto de Antropología e Historia, considera, sin embargo, que la mejor opción sería trasladar todo lo hallado a museos repartidos por el país, para que así pueda continuar la construcción de las viviendas de protección oficial proyectadas. Según este experto, no es aconsejable dejarlo en el lugar -aunque se guarde en urnas o vitrinas-, pues el contacto con la humedad y el aire acabaría por afectar a los restos.
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