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El fracaso agudiza las tensiones bilaterales

La desconfianza mutua entre los Gobiernos de Colombia y Venezuela ha estado siempre latente en estas semanas de espejismo sobre la liberación de tres rehenes de las FARC. Resultaba evidente el malestar de Bogotá por los retrasos en los plazos prometidos por la guerrilla y por la carga logística que significó la llegada de tanto delegado internacional. Y desde Caracas no faltaron las frases cargadas de cizaña.

Este fracaso, en vez de tender un puente para mejorar las resquebrajadas relaciones entre los países vecinos, las ha ahondado. El panorama era distinto el pasado 31 de agosto, cuando los dos mandatarios se abrazaron y Uribe dejó en manos de Chávez la mediación para el acuerdo humanitario con las FARC -que mantienen en su poder a más de 600 rehenes, de los cuales quiere canjear a 45 por medio millar de guerrilleros presos-.

El 21 de noviembre, de manera abrupta, el presidente colombiano canceló la mediación de su homólogo venezolano por razones de Estado. El Gobierno colombiano consideró que Chávez se estaba extralimitando y no había respetado lo pactado. Cuatro días después, Chávez lo llamó mentiroso y Uribe le respondió llamándolo "legitimador del terrorismo".

Como "desagravio" a Chávez, las FARC anunciaron el 18 de diciembre la liberación de tres de sus rehenes. El venezolano puso en pie la "Operación Emmanuel" y pidió autorizacion a Uribe para desarrollarla en territorio colombiano. A pesar de las malas relaciones entre ambos, Uribe dio su visto bueno y respaldó la operación.

Adiós a los mediadores

Faltando apenas seis horas para que terminara el 2007 y después de dos semanas de esperanza, la delegación internacional, formada por representantantes de Argentina, Ecuador, Cuba, Bolivia, Brasil, Francia y Suicza, abandonó la ciudad de Villavicencio. Todos anunciaron que volverán si la operación se reactiva de manera clara.

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"Aquí todos perdieron", comentó un periodista al ver despegar la flotilla de aviones venezolanos. El primero en subir a bordo fue el cineasta Oliver Stone, invitado por Chávez y perseguido por su camarógrafo, que no paraba de filmar. "No quiero pensar que todo se acabó", dijo la delegada de la Cruz Roja Internacional, Bárbara Hintermann.

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