"En Meirás estamos hartos de hablar de Franco"
Es otoño y costó decidir dónde almorzar. La mayoría de los restaurantes y las tascas cierran ahora por vacaciones en una villa costera, Sada (A Coruña), que recobra normalidad tras la avalancha del verano. Como cuando se marchaba el caudillo y el multitudinario séquito que le acompañaba en el pazo de Meirás cada agosto durante 37 años, remarca Carlos Babío.
El concejal coruñés intenta aclarar la usurpación de tierras para el pazo
Es nieto e hijo de una de las muchas familias de campesinos forzadas a ceder sus bienes para engrandecer la propiedad entregada al dictador en plena Guerra Civil. Sólo busca saber, "conocer la verdad" de esa historia dolorosa y oculta que marcó la suya y la de sus vecinos en la parroquia rural donde está enclavado el pazo ideado por la escritora Emilia Pardo Bazán.
No es historiador, ni nada que se le parezca. Simplemente, el vigilante de un banco que pidió la excedencia en 1999 para ser concejal de su pueblo, por el Bloque Nacionalista Galego (BNG), partido que hoy gobierna Sada, en alianza con el PSOE. Babío no tiene parada entre el Ayuntamiento, la Diputación coruñesa (donde es asesor) y, cómo no, Meirás. Sigue "escarbando". Sus dos teléfonos móviles empezaron a sonar nada más llegar el café. "Muchos descubren ahora lo que ocurrió incluso en sus propias familias. Los de aquella época que aún viven no quieren oír hablar del tema".
"No hay ni revanchismo, ni interés en recuperar judicialmente nada", enfatiza. Es su argumento escudo ante la polémica que se abrió en torno a la utilización del pazo de Meirás por los herederos de Franco. Sentado ante uno de sus platos favoritos (huevos fritos con patatas y jamón), se le pone cara de amargura al recordar que, gajes de un oficio que no es el suyo, se sometió a un debate televisivo con el ultraderechista Sáenz de Ynestrillas. Carlos Babío tiene 40 años y lleva muchos removiendo en hemerotecas, archivos y el anecdotario vecinal para tratar de romper el silencio sobre aquella historia que le llamó la atención siendo niño. "Cuando murió Franco, la gente me decía que esa casita, dentro del muro que encierra el pazo, era de mi abuela. 'No se la compraron, se la cogieron', me decían, y yo no entendía nada. Simplemente traté de buscar una explicación".
Habla siempre pausado, incluso cuando se declara indignado. "Me preguntan si no temo represalias. Que aún haya temor a contar lo que pasó hace casi 70 años revela un debe democrático, algo se hizo mal". El concejal nacionalista no disimula su satisfacción por haber promovido con sus compañeros que se haga "la luz" sobre el pazo. "Fue por el cambio político, antes era imposible. ¿Cómo iba a hablar la gente cuando el alcalde durante 27 años era el mancebo de farmacia de los Franco y su acérrimo defensor? Además, Fraga, que iba a los Consejos de Ministros en Meirás fue durante 16 años presidente de la Xunta".
Babío confiesa que le pilló de sorpresa la enorme repercusión mediática. Alberga sentimientos encontrados. Por un lado desea que "el pazo tenga algún uso público porque sería una reversión al pueblo de la propiedad moral", pero al mismo tiempo da la razón a sus convecinos que están "hasta las narices de que les timbren en la puerta para que hablen en televisión del pazo y de Franco".
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