'Uribe2 bis'
Al presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, lo eligió la guerrilla. Las FARC tenían ya hábito de ello. A su antecesor, Andrés Pastrana, lo llevaron a Palacio Nariño haciendo creer al país que la paz se hallaba tras una fotografía en la que el jefe faccioso, Manuel Marulanda, se dejaba ver estrechando la mano del risueño mandatario conservador; y a Uribe lo elevaron al solio bogotano con la receta contraria: la victoria sólo podía encontrarse al extremo del cañón de un fusil.
Las FARC ofrecían amplio campo de justificación para Uribe1, el del primer mandato (2002-2006), y el presidente supo responder al reto. Con su política de seguridad democrática, el apoyo militar norteamericano y un ciclo alcista de la economía mundial echó a la guerrilla de caminos y veredas hasta devolverla a lo profundo de la selva. De allí apenas podría ya salir, pero ni con el Plan Patriota, financiado por Washington, el Ejército lograba su erradicación como el peor de los cultivos ilícitos. Cuatro eran muy pocos años, decía la muchachada uribista, y el líder, inspirador o inspirado, acabó por dejarse convencer. Un sencillo remiendo a la Constitución y el 7 de agosto de 2006 se inauguraba Uribe2, el del segundo cuatrienio.
La absorta potencia del Norte ya no cuida como antaño su relación con Colombia
Hoy, hace poco más de un año, algunas cosas están claras. La liquidación de las FARC no es para mañana; el ciclo económico sostiene su mandato, pero todo cabe temer de su naturaleza caprichosa e incierta; la desmilitarización de los paras, que jalona el paso entre Uribe1 y Uribe2, se está trocando en pesadilla: los narco-paramilitares están comprando y envileciendo el país en el proceso; el presidente norteamericano tiene demasiado Irak entre las manos, y el partido demócrata, con escaso afecto, amenaza con suceder al republicano Bush en 2008. Una alta personalidad del liberalismo colombiano afirma que en su último viaje a Washington, Uribe fue repetidamente humillado. Las misas cívicas del fin de semana, esos largos y televisados consejos comunales en los que Uribe toca pueblo, tan parecidos al Aló Presidente de la vecina Venezuela y su torrencial mandatario, han agotado ya su novedad.
Y es entonces cuando aparece el que podría ser Uribe2 bis, el nacionalista que siempre ha amagado tras un presidente arrodillado. La absorta potencia del Norte ya no cuida como antaño su relación con Colombia, y Uribe le pide a Hugo Chávez que medie con la guerrilla. Para el bolivariano, todo un regalo.
La paz está aún muy lejos, pero el canje humanitario no parece tan caro. Imaginemos que a cambio de algo menos que un despeje en toda regla -la evacuación militar de dos municipios para hablar de tú a tú con el Estado, como las FARC exigen- se produjera la liberación de sólo una parte de los 45 secuestrados que llevan cinco años de cautiverio. El canje de los tres ciudadanos norteamericanos, entre ellos, sería un golpe genial. Chávez quedaría legitimado ante América Latina, lo reverenciaría Colombia, y EE UU se tendría que mostrar agradecido. Uribe, finalmente, también saldría ganando, si, como casi todos creen, coquetea con la idea de un tercer mandato; el presidente mostraría entonces una nueva y sagaz flexibilidad ante el elector, y en último término hasta podría vislumbrarse a Ingrid Betancourt, la ex candidata presidencial franco-colombiana, cuya libertad tanto celebraría Nicolas Sarkozy.
¿El cuento de la lechera? Eso depende de las FARC. Si tanto les complace a los guerrilleros paleo-marxistas hacer elegir a Uribe, como ya han hecho en dos ocasiones, ahí tienen una tercera. Pero el que ya está cobrando dividendos por los servicios prestados es Hugo Chávez: vecino, amigo y colaborador privilegiado del que hasta ahora ha sido el mejor aliado de Washington en América Latina. ¿Estaremos contemplando el nacimiento de un Uribe2 bis? Esperando el tercero.
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