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Reportaje:

La amargura de los pisqueños

Peruanos residentes en Euskadi narran las penurias de sus familiares tras el terremoto

El pasado 15 de agosto la vida de 130.000 pisqueños rondó la muerte durante 210 segundos interminables. Un terremoto que creció en ferocidad de forma progresiva hizo temblar la tierra hasta los 7,9 puntos en la escala de Richter. Las construcciones de esta ciudad peruana de la costa del Pacífico están hechas en su mayoría a base de materiales y estructuras poco nobles, sobre todo de adobe. Muchas de las personas que tenían un techo sobre sus cabezas aquella tarde no pudieron escapar: perecieron aplastadas. Hasta ahora se han contabilizado 540 muertes. Hoy, pocos pueden resguardarse, la localidad ha quedado practicamente arrasada.

El País Vasco está al otro lado del mundo, a miles de kilometros. Aquella madrugada lo que temblaron fueron los teléfonos móviles. Richard Valladares era agente de policía en Pisco. Hace ya muchos años dejó atrás su país para buscar mejor vida en España, concretamente en Vizcaya. A sus 36 años, Valladares reside en Lekeitio y trabaja como vigilante de seguridad. "Me despertó un compatriota a media noche para avisarme de que el terromoto había afectado a mi ciudad y que su intensidad había sido muy alta. Enseguida traté de comunicarme con mi familia pero fue imposible porque ya no había ni línea telefónica ni luz". Richard explica que su padre nunca ha querido venir a vivir con él en España. "El otro día me suplicó que lo trajera. Es un anciano, allí es invierno y lleva dos semanas viviendo a la intemperie".

La mañana del pasado jueves Richard se encontró con los hermanos Félix y Gloria Luján, también pisqueños. Su mayor obsesión es conseguir que el Gobierno español acelere los trámites de reagrupación familiar. Para ello es necesario tener el permiso de residencia y llevar más de un año en España.

Están lejos de casa y todos tienen familiares afectados por el siniestro. Félix trabaja como pescador en Bermeo. El temporal que asoló las costas vascas la pasada semana dejó a la flota amarrada en puerto, por lo que aprovecha el tiempo que está en tierra para acelarar los trámites de reagrupación familiar. Son conscientes del esfuerzo que los gobiernos español y vasco, así como multitud de empresas e instituciones, están haciendo para mandar dinero, víveres, medicamentes o equipos de rescate a la zona afectada. Pero lamentan la ineficacia del reparto. "La ayuda no está llegando a la gente que realmente lo necesita. Nuesto gobierno y la mayoría de sus instituciones son corruptas. Queremos que las personas que están haciendo el esfuerzo de ayudar sepan que hay gente haciendo negocio con su generosidad", explican.

En Euskadi residen 1.854 peruanos; de ellos unos 200 son pisqueños. El susto recorre todavía el gesto de sus caras; además llevan dos semanas viendo por la televisión el estado ruinoso en el que ha quedado su localidad y cómo su gente sobrevive día y noche a cielo abierto.

César Delgado tiene 37 años y el mismo problema que sus paisanos. "Todo el dinero que tengo lo estoy mandando a mi familia. No puedo viajar porque el pasaje es muy caro. Si pago el billete con qué comerán mi mujer y mis dos hijos". Delgado lleva siete años en España trabajando en el mar. "Todos los meses envio la mayor parte de mi sueldo para la subsistencia de mi familia y para la construcción de mi casa. Ahora no tengo nada, he perdido todo el dinero invertido y mi mujer y mis dos hijos están durmiendo en la calle. Para mí es muy urgente sacar a mi esposa y a mis niños de allí ya". César corta la comunicación telefónica con este periódico de forma precipitada porque en breve tiene que embarcar.

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Los hermanos Luján afirman que las epidemias empiezan por Pisco. El presidente de Perú, Alan García, dijo 48 horas despues del terremoto que la situación humanitaria estaba bajo control. Félix asegura que tras dos semanas sin apenas gota de agua potable las enfermedades comienzan a expandirse entre los supervivientes.

Caty Gómez dejó hace cuatro meses a sus dos hijos con su tía. Vino a Bilbao para buscar una nueva vida para sus pequeños de 10 y 12 años. Los dos han salvado la vida pero no su tía que falleció aplastada por los escombros. Caty, de 27 años, sabe que no cumple las condiciones para solicitar la reagrupación familiar. Está tan lejos de la casa que ha perdido que sólo le queda el desamparo de sus hijos.

Cerrado por vacaciones

El director de Inmigración del Gobierno vasco, José Roberto Marro, es peruano y también pasó momentos de "zozobra" hasta que pudo hablar con sus personas queridas. Marro conoció a finales de la pasada semana que Richard Valladares, Félix y Gloria Luján pretendían contactar con la subdelegación del Gobierno en Bilbao para solicitar la aceleración de los trámites de reagrupación familiar de los ciudadanos pisqueños que residen en Euskadi y que tienen a sus seres queridos en la calle. Sabe también que hay casos en los que el esfuerzo administrativo tendrá que ser mucho mayor.

El responsable de Inmigración afirmó que mediará por sus compatriotas en la medida de sus posibilidades para facilitar sus peticiones. Algo bien distinto a lo que vivieron el pasado jueves en la entrada de la subdelegación del Gobierno. Richard Valladares asegura que les prometieron que se les recibiría. No pasaron ni del escáner de la puerta. Toparon con dos agentes de seguridad, uno amable y otra bastante desagradable. Pero el mensaje que recibieron de ambos fue el mismo: "Mira la cola que hay y además cerramos a la una".

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