"Hay que echar luz a la dictadura"
Es el galán, el héroe, la gran estrella mediática de Argentina. Tiene 38 años, lleva 13 mandando en la televisión de su país, telenovela tras telenovela de éxito, fue vendedor de ropa femenina y sus apariciones en el cine son cada vez más selectas y poderosas (Plata quemada o El método). La última, Crónica de una fuga, es una nueva incursión en la aterradora dictadura argentina a través de la historia real de cuatro jóvenes que consiguieron escapar de un centro clandestino, en el que durante 122 días fueron sometidos a torturas y presiones inimaginables. Esos años de plomo se han unido al destino para que Pablo Echarri pueda tener la posibilidad de mostrar a la opinión pública la atrocidad de la dictadura. Junto a su actuación en Crónica de una fuga, en la que interpreta el papel de torturador, el actor ha conseguido llegar a miles de hogares en Argentina a través del éxito de la serie Montecristo, adaptación televisiva que se vio hasta en la Casa Rosada y en la que da vida a un desaparecido retornado. "Ya puedo cerrar y saldar esa culpa que sentía, esa especie de deuda con los 30.000 desaparecidos", aseguraba esta semana Pablo Echarri en Madrid, después de la proyección en una sala abarrotada y en silencio de Crónica de una fuga, dirigida por Adrián Caetano, dentro del ciclo Argencine.
"Voy a seguir haciendo telenovelas y cine comercial. Me gustan y me divierten las películas pochocleras"
"Irme de Buenos Aires y sentir esa nostalgia, ese dolor tanguero, me ayuda luego a contar mis personajes"
"Yo era muy pequeño durante la dictadura. El sistema de persuasión que utilizaba el Gobierno militar era cínico, perverso y extremadamente perfecto. Hacía que existieran tres bandas: los opresores, los oprimidos y los que eran engañados para poder llevar adelante ese plan, que no era únicamente la lucha contra la guerrilla, sino que englobaba a todos los que había a su alrededor. Era un perfecto plan de exterminio profundo y asqueroso", explica Echarri, que habla de esa generación "dormida", de la oportunidad que se le ha presentado a él para, de alguna manera, recuperar la memoria sobre esos años, tan desconocidos para las nuevas generaciones. "Hay que echar luz a la dictadura y favorecer la memoria. Todos sabemos que la única forma de cerrar las heridas es no ocultarlas, sino ahondar en ellas. Los que no vivieron esa tragedia, felizmente, que puedan tener la oportunidad de saber qué pasó. Agradezco a la vida que me haya puesto en este lugar". Para Echarri, su participación en Crónica de una fuga y Montecristo ha sido un regalo. Su manera de saldar y cerrar algo parecido a una deuda. "No creo que se pueda hablar de final feliz en Crónica de una fuga si pensamos en los 30.000 desaparecidos. Las familias de todos estos muertos creen de alguna manera que los argentinos que no luchamos fuimos cómplices de esa tragedia. A mí esto me duele pero lo comprendo. Quizás por ello agradezco el haber interpretado estos papeles, porque así he podido poner mi granito de arena para cierto esclarecimiento", añade Echarri, que cuenta que tras la emisión de Montecristo se han podido recuperar algunos bebés desaparecidos en cautiverio.
De galán a villano. No renuncia ni se avergüenza de sus papeles de héroe en la televisión. "Comencé haciendo telenovelas y me ha abierto muchas puertas. La televisión financia mis proyectos cinematográficos, mi economía. Hago un año de televisión, guardo el dinero y me quedo esperando que me lleguen papeles. Me encanta ser el galán, pero no el convencional, ése que corre únicamente detrás del amor de una mujer y que es el último en enterarse de todo. Pero hay galanes y héroes que tienen más cosas que contar. Tengo una necesidad enorme de que mis héroes cumplan años. No tengo el deseo de ser eternamente joven, que es lo que te ofrece la televisión. La telenovela puede ser bien digna, como se ha demostrado con Resistiré y Montecristo. Me gustan las telenovelas, el culebrón, con sus conflictos, sus encuentros y desencuentros, pero dirigidas a un público adulto. Hay que tomárselo más en serio y trabajárselo".
Se considera un melancólico y tanguero empedernido. No niega que le gustaría trabajar en España -en Madrid ha tenido contactos con productores-, pero nunca instalarse como han hecho otros compañeros suyos. "Soy tan melancólico, tan porteño, tan apegado a esa ciudad tan dura pero maravillosa que es Buenos Aires... Irme de Buenos Aires y sentir esa nostalgia y ese dolor tanguero es lo que, de verdad, me ayuda luego a contar los personajes". Y el dolor en primera persona que experimentó hace cuatro años cuando unos delincuentes secuestraron durante una semana a su padre, un vendedor de periódicos, y le pidieron, él ya toda una estrella, un buen rescate. "No hubiera sabido nunca a la hora de interpretar estos papeles tan dolorosos lo que es el desgarro, lo que significa que te arranquen un trozo de ti".
Y mientras sigue con planes en el cine independiente, Echarri tiene claro que va a seguir haciendo películas comerciales y telenovelas. "Me divierte hacer películas pochocleras. Creo en el cine americano. Crecí con él y no tengo ninguna intención de transformarme en un actor de culto".
Babelia
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