Memoria de un pasado trágico
Pintores y fotógrafos recuerdan el horror del genocidio en Argentina
No hay un solo camino ni una misma dirección para encontrarse con el pasado. Mucho menos cuando se trata de un pasado trágico, torturado, silenciado e impune como el de las juntas militares argentinas que llegaron al poder en 1976.Sobre esta idea se construye la exposición Memoria. 30 años del golpe de Estado en la Argentina, inaugurada ayer en la Casa de América de Madrid. Una muestra promovida por la Secretaría de Cultura del Gobierno argentino con motivo del negro aniversario y comisariada por Guillermo Moranchel, que se inauguró en Buenos Aires y durante el año pasado viajó por distintas ciudades de aquel país. En ella participan 26 artistas que realizaron otras tantas obras a partir de la letra de la canción Memoria de León Gieco, que suena en la sala de la exposición. "El engaño y la complicidad de los genocidas que están sueltos, el indulto y el punto final a las bestias de aquel infierno", reza una de las estrofas. Y sobre uno de los lienzos Eduardo Molinari muestra los edificios estatales construidos durante aquellos siniestros años junto a las noticias que alegremente los jalonaban. Las obras reunidas mezclan estilos y formas, desde el collage hasta el óleo, en un intento común de hacer arte y memoria, tal y como anuncia el subtítulo de la muestra, Testimonio colectivo / Creación permanente.
Una canción habla de "los genocidas que están sueltos, el indulto a las bestias de aquel infierno"
Las fotografías que acompañan estos cuadros no hacen memoria, son memoria. Congelada y escalofriante. En total, más de una treintena de imágenes publicadas en la prensa argentina desde 1969 hasta 1985 forman la segunda parte de esta muestra. Las instantáneas recogen en un crudo blanco y negro los acontecimientos que sacudieron al país desde la revuelta de estudiantes y trabajadores en las calles de Córdoba en mayo de 1969 -el llamado cordobazo- hasta el juicio de las juntas militares en marzo de 1985. Entremedias, fogonazos del espanto: los tanques en las calles, la incineración de libros "subversivos" en dependencias, las razias en las villas de emergencia, la represión contra manifestantes a punta de escopeta, la marcha de los soldados de las Malvinas, las primeras marchas de las Madres de la Plaza de Mayo o la apertura de las fosas comunes y de los campos de concentración.
Fotografías alejadas del foco público, en su dimensión de recuerdo íntimo y privado, son el tercer camino de la memoria emprendido en esta exposición por la cámara de Inés Ulanovsky. Imágenes dentro de imágenes que reconstruyen la relación de los que quedaron con el recuerdo de los que desaparecieron. Perdidos desde hace décadas, sin vuelta, sin explicación, sin justicia, muchos crecieron y envejecieron aferrados a las fotos de los días felices que el tiempo no acaba de borrar. Ulanovsky, hija de un periodista desaparecido, visitó a siete familias en su intento de capturar el vínculo que les une a todos ellos con las imágenes de sus seres queridos y perdidos. Hay quien no quiere enmarcarlas por miedo a que se diluyan, o quien las expone con orgullo en el salón, pero las fotos siempre fueron rastro pasado.
Treinta años después de que los llamados milicos llegaran al poder y sembraran de sangre el país con miles de detenciones, asesinatos y desapariciones, un grupo de artistas y fotógrafos han emprendido el camino de la memoria y conjurado aquel drama. Los visitantes en Argentina se unieron a este esfuerzo y en cientos de notas dejaron escrito aquello que pensaban que no se podía olvidar. En una de ellas se lee: "Todo lo que callamos".
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