Consenso lingüístico
Considera el autor que el éxito en la revisión de los actuales modelos depende de que se alcance el consenso social logrado en 1984.
El Departamento de Educación del Gobierno vasco se propone la revisión del actual sistema de enseñanza lingüística escolar por modelos. Se han producido muchos cambios en el panorama educativo vasco desde que se implantaron los modelos lingüísticos, que permiten y aconsejan metas más ambiciosas y corregir las deficiencias. Pero este empeño sólo tiene sentido y posibilidades de éxito si se realiza por un acuerdo social, un consenso lingüístico similar al que se logró en el año 1984 cuando, por unanimidad, el Parlamento vasco estableció el objetivo que debían conseguir en la enseñanza obligatoria todos los alumnos y alumnas del País Vasco.
La sociedad vasca ha mostrado con suficiente claridad su acuerdo en favor de una enseñanza que asegure al final de la enseñanza obligatoria unas competencias lingüísticas de nivel medio-alto en euskera y castellano y, al menos, de nivel medio en una lengua extranjera. Las diferencias de matiz y de acento según la sensibilidad de cada uno no afectan al meollo de este acuerdo básico. Se expresa, de cara al interior, la voluntad de convivencia y que, por convicción democrática, no como una imposición ni como un ataque al otro, reconoce el derecho a que cada uno se exprese y se comunique en la lengua que prefiera en todos los ámbitos de la vida social. Y se muestra, de cara al exterior, la voluntad colectiva de integración en un mundo cada vez más globalizado.
El cambio de lengua en la escuela es exitoso si se cumplen algunas condiciones
Las razones para optar por un modelo u otro son más de índole social que lingüística
La cuestión más espinosa es cómo alcanzar con éxito este deseo colectivo. Sobre ella gira el debate sobre los modelos, sus posibilidades y limitaciones, así como la conveniencia de mantenerlos con algunos retoques o considerarlos como un sistema que ha sido útil, pero que ya se ha de superar. Es importante situar en su justa medida los debates que tanto gustan a los grupos políticos y mediáticos sobre el derecho de los padres a escoger la lengua escolar para sus hijos, no por negar su importancia, sino porque en el momento actual los desajustes entre la oferta de plazas en los diferentes modelos y la demanda de las familias se reducen a casos puntuales que se han de dirimir por los cauces normales. Lo que está a debate es cómo organizar la enseñanza de modo que las lenguas tengan el tratamiento didáctico adecuado, teniendo en cuenta la importancia de las lenguas en el proceso educativo y los factores que inciden en la mejora de su enseñanza. Para dar una respuesta ajustada a esta cuestión lo mejor será partir de las investigaciones que se realizan a nivel internacional sobre estas cuestiones y las evaluaciones de nuestras experiencias.
Se ha avanzado mucho en la enseñanza de las lenguas. El punto de partida es que las lenguas son vehículos de expresión y comunicación y que sólo se aprenden cuando se utilizan para comunicarse en las relaciones interpersonales y en la ejecución de tareas relevantes que, en el ámbito escolar, es el aprendizaje de las asignaturas. Para alcanzar un nivel competencial medio o alto en una lengua hay que utilizarla como lengua vehicular en la enseñanza-aprendizaje de las asignaturas de alguna asignatura. Los centros escolares vascos son pioneros en experiencias valiosas de enseñanza en euskera y en lenguas extranjeras de algunas o todas las asignaturas, y sabemos de los pobres resultados que se obtienen en el aprendizaje del euskera o de cualquier otra lengua cuando se limitan a una clase de lengua.
Las familias vascas se han ido decantando en la enseñanza obligatoria por los modelos en las que se cursan las asignaturas en euskera. Han llegado a esta convicción de una forma progresiva, venciendo los temores que sentían al principio muchas de ellas, a la vista de los resultados positivos, aunque esta confianza se quiebra en el Bachillerato y la Formación Profesional y, más aún, en la Universidad, donde el progreso es más lento, ya que las familias y los propios chicos y chicas necesitan comprobar que tienen las competencias lingüísticas necesarias y que las enseñanzas que reciben tienen la misma o mejor calidad en la lengua que elijan.
La aplicación de estos planteamientos implica, en mayor o menor medida, un cambio de la lengua familiar a la lengua escolar, lo que conlleva el debate sobre la conexión entre la lengua familiar del alumnado y el aprendizaje escolar. Los modelos se definieron en función de la lengua familiar, aunque también abrían la posibilidad del cambio de lengua por decisión de la familia. Sin embargo, un alto porcentaje de familias castellanoparlantes han optado por el modelo inicialmente pensado para la población euskaldún. A pesar de ello, según las evaluaciones realizadas, los resultados en los aprendizajes del alumnado en relación con la media estatal -no tanto con los estándares internacionales- han sido satisfactorios. Queda la duda sobre los resultados que se habrían obtenido si se hubiera utilizado en la enseñanza la lengua familiar del alumnado. El dato de que el alumnado de centros concertados de modelo A alcanzan, excepto en euskera, los resultados mejores parece sugerir que serían mejores, aunque habrá que recordar que en este caso confluyen otros factores que favorecen el éxito escolar.
En los estudios internacionales y en nuestra experiencia hemos aprendido que el cambio de lengua en la escuela es exitoso si se cumplen algunas condiciones. Para conseguir un alto nivel competencial en una segunda lengua el alumno necesita un entorno que le facilite una buena estructura en la primera lengua. No sabemos suficiente sobre los procesos adecuados para quienes no se encuentran en esta situación, sobre todo porque hasta ahora se ha soslayado el problema conduciendo a los más desfavorecidos que viven en entornos castellanoparlantes a centros de enseñanza monolingüe en castellano, ahondando así su situación de desigualdad.
Y aquí nos topamos con una consecuencia no deseada, pero real. En nuestro sistema, empeñado en respetar las distintas opciones lingüísticas, se distribuye al alumnado en grupos e incluso centros distintos convirtiendo en motivo de división la lengua, factor básico para la convivencia y la cohesión social. Y no podemos olvidar que, con frecuencia, las razones para optar por un modelo son más de índole social que lingüística. Basta con mirar la composición de las familias del alumnado de cada centro para comprobarlo. No es extraño que otros países bilingües hayan preferido sistemas integrados, sin distribuir al alumnado según la lengua que utilicen en el aprendizaje escolar.
La cuestión de los modelos lingüísticos sobrepasa el tema del simple aprendizaje de las lenguas por sus repercusiones en la esfera personal, relacional y social. Es importante para cada persona y para el conjunto de la sociedad. Por esto, aun en estos tiempos tan convulsos, es preciso llegar al consenso lingüístico desde la honestidad de todos, la confianza mutua y la voluntad democrática. Un consenso para establecer un marco claro en los objetivos a conseguir y los límites que no se pueden traspasar; equitativo y suficiente en los recursos humanos, didácticos y económicos disponibles para asegurar que todos puedan conseguirlos, al margen de su procedencia social; que proponga unas pautas didácticas resultado de las experiencias positivas realizadas, al tiempo que permite un margen suficiente de flexibilidad para que cada centro, en uso de su autonomía, defina y ponga en práctica un proyecto lingüístico propio acorde con la realidad lingüística y social de su entorno y los objetivos educativos que se haya propuesto en su proyecto educativo.
Luis Otano Garde es ex director del Instituto de Desarrollo Curricular y Formación del Prefesorado del País Vasco.
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