"Si quieres estar bien en un sitio, tienes que acoplarte a él"
Paola Andrea González, esposa de José Sánchez, es dos años mayor que él. Se casaron en 2003, el mismo año en que él salió de su país en busca de un futuro mejor en España. Ya entonces eran padres de un hijo, que ahora tiene seis años, y ese año engendraron al segundo, ahora con dos. Su relación viene de pequeños. "El amor nuestro es de toda la vida", recalca José Sanchez.
Ambos vivían en la misma calle de Cali. Desde hace cuatro meses comparten un piso en Bilbao con la madre de José y su marido español, un hombre nacido en Segovia, pero criado en el País Vasco. "Somos dos parejas", dice Sánchez, para quien el segundo marido de su madre ha sido "el único padre" que ha conocido y a quien se refiere en términos muy elogiosos.
"Es durísimo no estar con nuestros hijos y sólo poder hablar con ellos por teléfono"
Cuando logren que se les sumen sus hijos, algo que esperan que no se retrase más allá de finales de este año, los dos jóvenes colombianos tendrán que buscarse un hogar para ellos solos. Y la vivienda en Bilbao "es tan cara", aunque en eso ahora no piensan: su prioridad es el billete para ir a por los niños.
José Sánchez es muy joven. A su edad, en este país los chicos se divierten y apenas tienen otra responsabilidad que no sea estudiar. Sin embargo, este colombiano no tuvo otra opción. Su padre se había desentendido de él y de sus dos hermanas mayores, y fue su madre la que les sacó adelante. "Ella fue padre y madre para nosotros", reconoce. Sin embargo, los médicos le detectaron un cáncer a su madre cuando él tenía 14 años y Sánchez dejó la escuela para atender el negocio de restauración de la familia. "Ella ha salido bien, gracias a Dios", concreta.
Una vez repuesta, la mujer viajó a España. Durante su enfermedad, un hermano de ella se había hecho cargo del negocio y lo "había llevado a la quiebra", asegura Sánchez. Aunque ella regresó y consiguió levantarlo, vio que tendría más oportunidades si emigraba y eso hizo. "A España vino con un contrato de trabajo. Tenía una hermana trabajando en Cantabria y le consiguió un empleo en un hostal", explica el joven.
Con el tiempo, la madre se casó con un hombre segoviano, pero residente en Bilbao desde hace casi medio siglo. Al casarse, le dijeron al joven que cruzase el Atlántico para que viviera con ellos. El nuevo marido de su madre poseía un camión de reparto de alimentos y pensaba enseñar al muchacho y pasarle el negocio.
José viajó sólo. En Colombia se quedaron su esposa y sus dos hijos, el más pequeño con apenas un mes. Al principio, recuerda que le costó adaptarse, pero no al país, sino a ver a su madre con otro hombre. Sin embargo, el esposo de su madre supo hacerse querer. "Es un ángel, como su nombre", asegura ahora.
El joven colombiano le acompañó en el camión, "para conocer la ruta, que abarca todo el País Vasco", y mientras tanto estudiaba para lograr el carné de conducir. Sin embargo, no ha logrado aprobar. "Yo ya había conducido en Colombia, al menos movía el coche, pero aquí es diferente eso de conducir", dice. Un anuncio le dio la idea de por dónde encaminar su futuro. "Opté por entrar en el Ejército de Tierra. Me encanta la carrera militar. Lo llevo en la sangre. Mi abuelo fue militar, mis tíos también", relata. Hace poco que juró bandera y su nuevo padre "se emocionó".
Sánchez está destinado en San Sebastián, donde permanece de lunes a viernes, y los fines de semana los pasa en Bilbao. Ello le permite hacer planes y jugar con todas las posibilidades. "Mi padre tiene una casa rural en Segovia y me la vendería a buen precio. Allí podrían vivir mi mujer y mis hijos cuando vengan, y yo pasaría con ellos los fines de semanas. En tres años en el Ejército ya podría pedir traslado. Es que en Bilbao es imposible pensar en comprar un piso", apunta.
Mientras, su esposa trabaja ocho horas diarias en una casa, una manera de pasar el tiempo sin sus hijos. "Es durísimo hablar con ellos por teléfono. Al estar separados, te pierdes sus mejores momentos", afirma Sánchez. Los pequeños se quedaron en Colombia con su suegra.
Cuando se le comenta que su vida dista mucho de la de cualquier joven español de su edad, contesta serio: "Esto es lo que hay. No quiero hacer lo que mi padre hizo conmigo y mis hermanas. Un padre no es el que hace los hijos, sino el que los educa".
Su vida es igual de recta en todos los aspectos. Sus diversiones excluyen el alcohol, el tabaco y otras drogas. "Mi mujer y yo solemos ir a la iglesia cristiana y ahí nos reunimos con un grupo de jóvenes, con los que charlamos o paseamos. Es un estilo de vida sano", comenta. "Hay gente a la que le gusta el botellón, pero a nosotros no", apunta.
Sánchez asegura que la gente entre la que se mueve no maneja ideas preconcebidas sobre Colombia. "Aquí primero te conocen y luego te juzgan. En Colombia no es todo como lo pintan. No hay tanta inseguridad. Depende de donde te metas", afirma. Por ahora no piensa en regresar a su país, pero se encuentra abierto a lo que venga: "Uno no es dueño de su futuro". Al despedirse dice con soltura "Eskerrik asko, agur" y reconoce que chapurrea algunas palabras de euskera. "Si quieres estar bien en un sitio, tienes que acoplarte a él", razona.
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