_
_
_
_
_
Un galardón que mira al Tercer Mundo

El Nobel de los pobres

Muhammad Yunus, el visionario que impulsó los microcréditos, logra el máximo galardón de la Paz

El orgullo que manifestó Muhammad Yunus, de 66 años, ayer al recibir la noticia de que había ganado el Premio Nobel de la Paz lo compartirá con las 6,6 millones de personas pobres de Bangladesh, casi todas de ellas mujeres, que han recibido préstamos del banco que él mismo creó hace 30 años. Porque el Grameen Bank, galardonado conjuntamente con Yunus por el jurado, tiene la particularidad de que considera a los clientes como dueños -o "socios", como les llama Yunus- del banco.

Nadie se ha hecho rico, ni siquiera Yunus, pero con pocas excepciones las mujeres de Bangladesh que han recibido microcréditos no sólo han logrado salir de la cruel pobreza que azota este país de 147 millones de habitantes, sino que han visto como sus vidas, y las de sus hijos, han sido imbuidas de esperanza y dignidad.

Las mujeres de Bangladesh han visto sus vidas imbuidas de esperanza y dignidad
"El desarrollo desde abajo hace además que la democracia gane posiciones", dijo el jurado
Más información
Un sistema que prima a la mujer
La huella de los microcréditos en España
"Había que ocuparse de la pobreza, pero Bush lo estropeó"

"Estoy muy feliz, es realmente una gran noticia para toda la nación", dijo Yunus, que repetidamente ha declarado su fe en la posibilidad de acabar con la pobreza en el mundo. Yunus, un hombre brillante pero a la vez humilde en su manera de ser, dijo que le costaba creer la noticia. "El Nobel de la Paz es lo más grandioso, simplemente fantástico", declaró "el banquero de los pobres". "Dará un nuevo impulso a nuestro movimiento y a la lucha contra la pobreza en todo el mundo". Dijo que el premio debería ser celebrado no sólo en Bangladesh sino entre todas las personas que han recibido un microcrédito, fenómeno que él inventó y que se ha extendido a más de 100 millones de personas en 130 países, entre ellos España.

Yunus debe de ser el primer banquero en recibir el Premio Nobel de la Paz. Pero también es el primer banquero en llevar a cabo lo que ha supuesto una revolución en el sector financiero: conceder préstamos a gente pobre sin garantías; basándose exclusivamente en el respeto y la confianza, no en contratos firmados. Y lo extraordinario es que a lo largo de los 30 años desde que creó desde la nada un banco que ahora tiene 20.000 empleados y que ha generado 18 empresas más (una de ellas, la operadora de teléfonos móviles más grande del sur de Asia), el porcentaje de incumplimiento en los préstamos ha sido inferior al 1,5 %. Salvo en tres de los ejercicios, Grameen ha tenido siempre beneficios anuales, todos ellos reinvertidos en el banco, que no ha dejado de crecer, que tiene más de 2.000 sucursales en 70.000 aldeas (Grameen significa aldea en bengalí) y cuya sede en la capital de Dhaka es una imponente torre de 21 pisos.

El programa más reciente del banco ha sido concebido para los más pobres de los pobres. Las mendigas bengalís, 80.000 de las cuales han recibido pequeños préstamos (alrededor de los 15 o 20 Euros) a lo largo de los últimos tres años.Fue con ejemplos como éste en mente que el comité noruego que concede el Nobel explicó ayer que había premiado "los esfuerzos para promover el desarrollo social y económico desde abajo".

"No podrá alcanzarse una paz duradera hasta que una gran parte de la población mundial encuentre la manera de salir de la pobreza. Los microcréditos constituyen una de las formas de conseguirlo. El desarrollo desde abajo sirve además para que la democracia y los derechos humanos ganen posiciones", señaló el jurado, que añadió: "Los créditos para gente pobre sin respaldo financiero parecían una idea imposible desde su humilde inicio hace tres décadas. Yunus, a través del Banco Grameen, ha convertido los microcréditos en un importante instrumento en la lucha contra la pobreza".

Visto en persona, Yunus es un individuo que dista mucho de la solemnidad que emite el comunicado del jurado del Nobel. Lleva a cabo su misión con total seriedad, con un compromiso casi religioso. Pero no transmite ni la distancia reverencial de un cardenal, ni la pomposidad del magnate. Es un académico distinguido, que fue profesor universitario de economía hasta entender que la teoría económica convencional no resolvía los problemas más apremiantes de su país, no sólo uno de los más pobres sino más densamente poblados del mundo. También es un genio de los negocios, que si hubiera dedicado el mismo entusiasmo y el esfuerzo que ha dado al Grupo Grameen a un negocio cuyo objetivo fuera meramente obtener beneficios, sería hoy uno de los personajes más ricos del mundo. Ayer anunció que dedicará el premio (1,1 millones de euros) a la creación de un hospital para pobres y de una compañía de elaboración de alimentos baratos y de calidad.

Pero la realidad es que no sólo es un hombre sencillo, cuyo desnudo despacho en el horno de ciudad que es Dhaka ni siquiera tiene aire acondicionado, sino que es abierto y simpático, dispuesto siempre a regalar una risa cómplice. La seriedad se ve en sus ojos cuando habla de la causa de los pobres. No es tan conocido como algunos anteriores premios Nobel de la paz, como un Nelson Mandela o un Desmond Tutu. Pero transmite tanta grandeza como cualquiera de ellos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_