"Que dieran el voto me pareció lo mínimo"
Cuando se hizo novia del compositor Rodolfo Halffter, éste la llevó "a don Manuel de Falla" para que le diera el visto bueno, como si fuera una partitura. Halffter se lo consultaba todo al maestro Falla. Una vez casados, Emilia Salas, ya embarazada, pidió también a don Manuel que bendijera a su hijo y el maestro así lo hizo. Emilia Salas Viu, ahora con 98 años, no vacila al explicar qué pensó cuando supo que al fin las Cortes aprobaban el sufragio femenino. "Me pareció lo mínimo", contesta ágil y rotunda. Esta madrileña que creció en la calle Eloy Gonzalo y que se trasladó a Zurbano al casarse con Rodolfo Halffter, era una mujer de sentir liberal y no se conformaba con que la historia la hicieran sólo los hombres. "Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y en el Instituto-Escuela y tuve de profesora a Victoria Kent. No era una mojigata. Me gustaba el progreso".
Votó en 1933, en las primeras elecciones en que las mujeres pudieron hacerlo. Emilia Salas tenía entonces 25 años, trabajaba de funcionaria en el Ministerio de Estado (hoy Asuntos Exteriores), no militaba en ningún partido y se sentía profundamente republicana. "Ya no recuerdo a qué partido voté, pero sería al de Azaña (Acción Republicana) o al Socialista. Yo, de derechas, nada". Lógicamente pensaba ganar, pero temía también que si salían las derechas paralizarían los cambios que mujeres y hombres esperaban. Un riesgo que una demócrata como Salas vivió con generosidad.
En 1939, Emilia Salas y su marido se exiliaron a México. No eran políticos, pero habían apostado desde la cultura por una España abierta, laica y moderna y aquel intento democrático, aunque no exento de excesos e insuficiencias, había sido machacado por las armas. Eran amigos de Falla, de Buñuel, de Dalí, de Alberti y del asesinado García Lorca. ¿Qué clase de España les esperaba sino la del exilio? En México está enterrado Halffter, fallecido en 1987, y en su tumba siempre hay flores frescas. Ha sido uno de los grandes músicos del siglo XX. "Pero también un gran hombre y un gran esposo", añade su viuda. Salas volvió a España por primera vez a finales de los sesenta, al morir su madre, y ya en la democracia, no ha dejado de volver. Juan Carlos I se dirigió a ella con afecto en uno de los encuentros que el Monarca tuvo en México con los exiliados. "En la foto se ve su gesto cariñoso, probablemente había muerto ya mi marido, porque yo iba de negro". Salas está satisfecha de que su marido recibiera la Orden del Mérito Civil ya en la democracia. Reconoce que simpatiza con Juan Carlos I, pero no con la Monarquía en sí, ya que se siente republicana. Su voz no tiembla a través del teléfono. No es la débil voz de una nonagenaria la que se escucha al otro lado. Emilia Salas es rápida y sagaz, y su memoria está viva. La casa de México, llena de recuerdos y objetos de Rodolfo Halffter, pesa demasiado en su vida, es ya una saturación de recuerdos. La nostalgia de España tiene una cura más fácil: de vez en cuando vuelve. ¿Qué son 98 años para alguien tan viajado? Sus maletas siempre están abiertas.
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