La devoción de Juan Diego por sus colegas de oficio
El veterano actor brinda su Concha de Plata por 'Vete de mí' a toda la profesión
El director Bahman Ghobadi era prácticamente un desconocido hasta que el Festival de San Sebastián lo descubrió hace dos años al premiar Las tortugas también vuelan con la Concha de Oro. Al actor Juan Diego le paran por la calle, pero nunca había logrado que su larga carrera fuera reconocida con un galardón tan importante como el que recibió ayer. Casi todo les separa, uno es kurdo iraní y el otro sevillano, uno lucha contra la censura en su país y el otro vive su profesión en democracia. Ayer, Ghobadi logró de nuevo la Concha de Oro por Niwemang, esta vez compartida con el francés Martial Fougeron por Mon fils à moi. Juan Diego, la Concha de Plata al mejor actor por Vete de mí, de Víctor García León. Todos compartieron el calor del aplauso del público en el Kursaal.
Nada más conocerse el fallo, los premiados se desplazaron al hotel María Cristina, donde recibieron las primeras felicitaciones y sintieron el acoso de los medios de comunicación. El director kurdo lo hizo con discreción, quizás porque esperaba la llegada de un traductor desde Bilbao para poder comunicarse. También Fougeron, que en su debut como realizador de largometrajes ha conseguido ya su primer reconocimiento internacional. Juan Diego, en cambio, llegó como un huracán. Sólo tenía palabras para sus colegas de la película, quería nombrarlos a todos, uno por uno; daba la sensación de que temía olvidar alguno -"este premio pertenece a todos ellos, a la profesión, a la sabiduría de Víctor, a Juan Diego Botto, me sobrecoge pensar qué hubiera sido esta película sin él. Y a tantos otros...". A sus 64 años, Juan Diego resaltó la juventud del equipo de Vete de mí, que ronda la treintena. Él se ha encontrado a gusto, quizá porque piensa que ha nacido para la profesión ayer. "El día que piense que no he nacido ayer estaré acabado".
El actor brindó con Ghobadi por su doble éxito. El primero, lo hizo con champán. El segundo, con un simple vaso de agua. "Un premio siempre viene bien, pero no es lo único que cuenta", dijo el realizador de Niwemang. "Lo principal es hacer una buena película. Yo intento reflejar mi pensamiento e influir en los espectadores (...). Es natural que el artista vea cosas que no ven los demás y las muestre, las ponga en evidencia". El director proyecta rodar en tres meses un filme trágico en Teherán si pasa el filtro de la censura. Si no, se dedicará a otras películas en el extranjero: una de ellas en Brasil, sobre el fútbol y el sida.
Ghobadi aprovechó la oportunidad que le brindó el premio para lanzar dos mensajes: uno de homenaje a su gente -"este premio es para todo el pueblo kurdo, oprimido por muchos países"- y el otro, de apoyo al festival donostiarra. "Este certamen es de calidad, pero puede mejorar mucho. Las autoridades deberían hacer un esfuerzo mayor para promocionarlo", afirmó.
El realizador se cruzó por los pasillos con Fougeron, a quien no le importó, o eso dijo, que la prensa abucheara la decisión del jurado al nombrar el galardón a su película. Tampoco el hecho de que sea compartido. "Siento admiración por Bahman Ghobadi. Estoy emocionado de recibir un premio junto a él".
No menos contento estaba Carlos Sorín, que ayer vio de nuevo cómo San Sebastián se rendía a su cine. Recibió el Premio Especial del Jurado por El camino de San Diego, el cuarto que logra en el certamen con una historia sobre la admiración argentina por Maradona. "Ha sido una de las pocas alegrías que hemos tenido en Argentina en los últimos 20 años. Es un tipo que no se ha dejado seducir por el poder". También por los pasillos caminaba el norteamericano Tom DiCillo, mejor director y guionista por Delirious, satisfecho al ver recompensado un proyecto que le ha costado seis años y mucho sudor.El realizador kurdo iraní Bahman Ghobadi pide mayor apoyo institucional al festival
Babelia
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