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Reportaje:

Los riesgos de la abundancia

La costera del bonito compensa en parte la de la anchoa, pero el sector se queja de sus bajos precios

Maribel Marín Yarza

Eugenio Elduayen, armador y patrón del Guadalupeko Izarra, llegó el pasado miércoles de madrugada a descargar sus capturas de bonito al puerto de Hondarribia. Allí, en medio de un intenso olor a pescado y combustible, explicaba la situación que atraviesa el sector en Euskadi: "El ánimo está muy bajo. Ahora que la anchoa está en crisis, dependemos en exclusiva de una única costera, la de los túnidos. Y si caen los precios de venta del bonito y suben los del gasoil estamos vendidos. Sobre todo los armadores, que somos los que asumimos el coste del combustible".

La flota de bajura que vive entregada a los túnidos desde mediados de junio -alrededor de 120 barcos y 2.000 marineros- había capturado hasta el pasado 31 de julio un total de 5.780 toneladas de bonito, frente a las 2.949 de 2005, año que los arrantzales celebraron en su momento como bueno. "El mar está siendo generoso con nosotros", coinciden todos los consultados sin excepción, "pero el mercado nos estrangula, el precio del gasoil nos asfixia y las cuentas de explotación no cuadran".

El bonito del norte se está vendiendo en lonja a los mismos precios que hace 15 años, se queja el presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Guipúzcoa, Jaime Tejedor, y confirman, uno a uno, los patrones consultados. Los comisionistas y mayoristas que acuden a las subastas están pagando un precio medio de 2,439 euros el kilo (a 31 de julio), frente a un promedio de 2,884 en 2005. Son las leyes de la oferta y la demanda.

La costera está siendo riquísima en capturas en el Cantábrico y tampoco puede obviarse la globalización. Dicen los pescadores de Hondarribia que la importación de túnidos de otros países como China, Suráfrica o Estados Unidos está perjudicando al sector, que ve impotente cómo se está vendiendo pescado congelado a precios similares al fresco. En los mercados la cosa cambia. El consumidor compra a precios entre 6 y 10 euros el kilo.

A ello hay que añadir la escalada del precio del petróleo. Los arrantzales, que bloquearon hace unos meses los puertos para reclamar ayudas por este concepto, están pagando a 80 pesetas el litro de gasóleo. "Un barco puede consumir al día unos 2.000 litros de gasoil", explica Meltxor Amunarriz, patrón del Berriz Matutina. "Si a eso le añades que podemos pasarnos una semana sin parar el motor, las cuentas se disparan". Su barco partía el miércoles por la mañana en pos de carnada: 500 kilos de chicharro como cebo para el atún rojo y verdel o pelicato para el bonito. Completada esta faena, se dirigiría con sus viveros llenos 140 millas al noroeste de Santander, donde están concentrados estos días los bancos de túnidos. Antes de embarcar reconocía: "Si no hubiera venido el bonito como ha venido este año y el pasado las cosas estarían muy mal. Ha sido la salvación por ahora, pero habrá que hacer balance definitivo al final de la costera", coincide con sus colegas.

En bajura se cobra "a la parte", explica Amunarriz. Es decir, los tripulantes y el armador se reparten a partes iguales los beneficios de lo que han pescado. Si no hay capturas, no hay dinero, que es lo que les ocurrió a comienzos del año. "Desde que empezó la costera de la anchoa hasta junio no repartimos más de 300.000 pesetas", cuenta. Ahora sí. Los arrantzales ahora sí están cobrando, aunque también se quejan. "Con el bonito estamos trabajando el doble y ganamos lo mismo", se lamenta un pescador. "Y la anchoa... Igual el chapapote tuvo también su culpa".

En todo caso, quienes peor lo están pasando son los armadores. Elduayen, con 46 años y 26 de experiencia en la mar, tiene una quincena de marineros a su cargo y está hipotecado. "La gente se echaría para atrás, dejaría este trabajo, pero a muchos, al 90%, esta crisis nos ha pillado con barcos nuevos y no tenemos más remedio que tirar", dice.

Hasta la fecha, ningún pesquero ha ido al desguace por motivos sólo económicos, aunque son cada vez más los buques que amarran definitivamente cuando sus patrones se jubilan. "La anchoa es la reina. Sobre ella pivotamos los arrantzales y especies como el atún. Hay que cuidarla. El problema es que tenemos que pagar los barcos, pero si hay que hacer un esfuerzo se hará. No hay muchas más especies que explotar", concluye.

Ayudas pendientes

Los arrantzales no han recibido aún las ayudas de hasta 85 euros por tripulante -en función de capturas- que prometió el Gobierno español por el paro biológico de la anchoa, decretado hasta final de año. De hecho, ni siquiera se ha llegado a un acuerdo entre las partes. El sector recibió esta misma semana una propuesta de compensaciones que considera "inaceptable" y que rechazará de plano, según confirmó el presidente de la Federación de Cofradías de Guipúzcoa, Jaime Tejedor. Tampoco han cobrado las ayudas por la subida de los precios del carburante.

"Lo que sí nos han llegado son las multas por cerrar los puertos", ironiza un pescador en Hondarribia, mientras descarga bonito en lonja. La actividad en este puerto comienza de madrugada, cuando los barcos arriban y se van pesando y colocando los bonitos en cajas con hielo. Para las siete de la mañana, el trabajo está casi ventilado, los peces con el label vasco, y los comisionistas, con las ideas claras sobre los ejemplares que se quieren llevar. Es entonces cuando comienza la subasta, pero ya no es como la de antaño, cuando el vocero cantaba las bolas. Ahora se celebra en silencio.

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