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Escalada militar en Oriente Próximo
Columna
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¿Somos antisemitas?

Lluís Bassets

¿Cuándo la crítica al Gobierno y al Estado de Israel puede considerarse antisemitismo? Recuerdo que el director del diario Haaretz, David Landau, propuso un criterio, el pasado noviembre, en una mesa redonda en Barcelona con motivo del décimo aniversario de la Conferencia del Mediterráneo: cuando lo que se pone en cuestión es la existencia del Estado de Israel, eso es antisemitismo; no lo es criticar al Gobierno de Israel y sus actuaciones. Haaretz -que quiere decir El País en hebreo- es un diario laico y liberal, de centro-izquierda, que ha apoyado ardientemente los procesos de paz y la creación de un Estado palestino. Ha sido el primer diario israelí en mantener corresponsales en los territorios ocupados, entre los que destaca Amira Hass (lean sus Crónicas desde Ramala, Galaxia Gutemberg), y no ha tenido empacho en criticar a sus gobiernos siempre que ha hecho falta.

Su definición sitúa en el campo del antisemitismo, como es evidente, a Hamás y a Hezbolá, y convierte en su führer mundial al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad: quieren destruir Israel y se dedican a asesinar a los israelíes. Es verdad que sugiere también un ejercicio inverso: negar el derecho de los árabes de Palestina a tener su propio Estado podría ser también una forma de arabofobia o de pulsión irracional de exclusión y discriminación contra los palestinos. Casi todo lo que se ha oído y escrito en España sobre esta doble guerra actualmente en marcha en Gaza y en Líbano, en cambio, poco o nada tiene que ver con el antisemitismo. Hay una derecha española de inspiración neocon, que tiene la pasión de los conversos en los asuntos que implican a Israel. Sus antecesores ideológicos, y en algunos casos no tan sólo ideológicos, sí frecuentaron las malas compañías del antisemitismo europeo, responsable de los campos de exterminio donde perecieron seis millones de judíos europeos. Esta derecha tiene una idea del antisemitismo realmente original. ¿Será antisemitismo criticar los asesinatos selectivos de palestinos? ¿Lo será criticar los bombardeos de poblaciones civiles indefensas? ¿Serán antisemitas los periodistas y columnistas israelíes que escriben en Haaretz? ¿Yoel Marcus, por ejemplo, que tacha de estúpido al Ejército israelí? ("En vez de un Ejército pequeño pero listo, estamos vislumbrando un Ejército que es grande, rico y estúpido", escribe en su artículo del martes). ¿Lo será Ze'ev Maoz, un profesor de ciencia política de Tel Aviv que ha escrito otro artículo de título suficientemente expresivo: La moralidad no está de nuestro lado?

Es un consuelo leer Haaretz en medio de tanta devastación (www.haaretz.com). Una de las asimetrías más profundas e insalvables en esta guerra es la que hay entre la sociedad israelí y las sociedades árabes e islámicas de su entorno. El pluralismo de Haaretz no se puede ni soñar en Siria, en Egipto, en Jordania o en Irán. Esta asimetría que nos acerca a Israel es también más desgarradora, por cuanto lo que está en juego es la existencia de Líbano, un país plural y multicultural, la única democracia en un mar de despotismo árabe, que tiene también prensa con criterio y capacidad de crítica (www.dailystar.com.lb). Si los pocos líbanos de la región reciben este trato, es de temer que jamás Israel tendrá enfrente a esos interlocutores democráticos que dice desear.

Kofi Annan ha asegurado que el ataque aéreo contra las fuerzas de Naciones Unidas, con cuatro víctimas mortales, "fue aparentemente deliberado", algo que ha escandalizado al primer ministro Ehud Olmert. Es inconcebible que el Gobierno de un país democrático, e Israel lo es, pueda haber ordenado que se bombardee un puesto de Naciones Unidas o decenas de edificios de viviendas en barrios chiitas. ¿Había quizá en todos ellos guaridas de guerrilleros y lanzacohetes?

Se deben al jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Dan Halutz, dos fanfarronadas que apenas han recibido atención en la prensa internacional. Este militar israelí ha amenazado con bombardear 10 edificios de los barrios chiitas por cada Katiusha lanzado contra Israel: lo está cumpliendo. Y ha prometido que hará "retroceder al Líbano 20 años": y a la vista está que también lo está cumpliendo. Lo leo en Haaretz y también en el Jerusalem Post. ¿Son tan inconcebibles las sospechas de Annan? ¿Son también manifestaciones de antisemitismo? El Gobierno israelí tiene ahora la carga de la prueba. Para quienes creemos que Israel tiene todo el derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras, como un Estado reconocido por sus vecinos (como lo tienen los palestinos), sería un auténtico alivio que probara su inocencia.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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