Israel comienza a ocupar el sur de Líbano
Condoleezza Rice rechaza el alto el fuego reclamado por el presidente palestino
La historia volverá casi 30 años atrás si se cumple la promesa del ministro de Defensa israelí. Amir Peretz afirmó ayer que el Ejército mantendrá una "zona de seguridad" en el sur de Líbano hasta el despliegue de una fuerza internacional. No precisó cómo llevaría a cabo tal cometido, si con soldados sobre el terreno o con el continuo bombardeo de la aviación y la artillería. Lo aseguró tras entrevistarse con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que se reunió con el primer ministro, Ehud Olmert, y con el presidente palestino, Mahmud Abbas. La jefa de la diplomacia de EE UU respaldó la ofensiva bélica israelí en Líbano y en los territorios palestinos, mientras rechazó la petición de Abbas de que forzara un alto el fuego inmediato.
Los partidos palestinos, incluido Al Fatah, tildaron de "hostil" la posición estadounidense
"El Ejército empleará todos los medios contra el que amenace a Israel", afirmó Peretz
Israel ya creó una zona de seguridad en 1978 y más tarde en los últimos años de la ocupación de Líbano, que concluyó en mayo de 2000 tras haber repatriado cientos de cadáveres de soldados. Están dispuestos a repetir la operación. "Habrá una zona de seguridad que permanecerá bajo control de nuestro Ejército. Si la fuerza multinacional no llega, dispararemos contra cualquiera que se acerque a la citada zona", declaró Peretz. Aunque añadió, confiado en que el despliegue de soldados de países de la OTAN se lleve a cabo: "Habrá un acuerdo que mantendrá a Hezbolá alejada del sur de Líbano y que permitirá el control de la frontera entre Siria y Líbano para impedir el tráfico de armas".
La total sintonía entre Washington y Tel Aviv se manifestó de nuevo durante la trepidante visita de tanteo que Rice realizó a Jerusalén y Ramala (Cisjordania). La jefa de la diplomacia norteamericana evitó poner freno alguno a los ataques del Ejército, dando carta blanca al Gobierno de Olmert para continuar destrozando las bases de Hezbolá, Líbano y la franja de Gaza, con los consabidos efectos mortales entre la población civil. Rice habló de que su pretensión es forzar un "alto el fuego urgente y duradero" en todos los frentes. Tal como transcurren los acontecimientos parecen términos incompatibles.
El lunes por la noche, Rice se entrevistó con su homóloga israelí, Tzipi Livni, y afirmó que "el alto el fuego no es un objetivo en sí mismo". Es decir, que se tienen que cumplir las exigencias de Israel -alguna respaldada por la resolución 1559 de Naciones Unidas- para que cesen los bombardeos y las operaciones militares en Líbano y los territorios palestinos. Y ayer temprano, tras su reunión con Olmert, quedó muy claro que no hay plazos para detener la ofensiva hebrea sobre Líbano y Cisjordania y Gaza. "El Ejército seguirá luchando y no dudará en emplear los medios necesarios, por duros que sean, contra todo aquel que amenace a Israel", aseguró el primer ministro.
Las palabras de Rice reflejan que la posición de Washington es un calco de la israelí. La diplomática reiteró que la región no puede regresar a una situación en la que las milicias palestinas y Hezbolá puedan lanzar sus cohetes contra el norte y el sur del Estado judío. "No tengo intención de volver aquí en tres semanas o tres meses. Hay que lograr un acuerdo, un acuerdo a largo plazo", manifestó. Lo que significa un respaldo completo a Israel y a su pretensión de establecer una zona de seguridad sin presencia de la guerrilla chií en el sur de Líbano.
Resulta harto improbable que se pueda conjugar ese objetivo de firmar un acuerdo duradero con la urgencia a la que aludió la propia secretaria de Estado. Porque el Gobierno libanés se declara incapaz de desarmar a los guerrilleros de Hezbolá y porque el avance de las tropas israelíes en el sur de Líbano es muy lento y cuesta encontrar países dispuestos a participar en la fuerza de interposición internacional. La premura que exige Condoleezza Rice parece un deseo muy alejado de la realidad.
Si la acogida a la secretaria de Estado en Jerusalén fue dulce, en las antípodas se situó lo sucedido en Ramala, capital de Cisjordania. Además de una manifestación de protesta por su presencia, los partidos palestinos -incluido Fatah, cuyo líder es el propio mandatario-, emitieron un duro comunicado en el que tildaron de "hostil" la posición de Estados Unidos y de "desastrosa" esta visita, que "pretende presionar a los palestinos para que corten su lucha contra la ocupación israelí".
Abbas reclamó a Rice, en un esfuerzo inútil, que presionara a Israel para forzar "un alto el fuego inmediato" en Líbano y en los territorios ocupados. La secretaria de Estado recurrió a la letanía de la necesidad de "establecer un Estado palestino que pueda vivir en paz junto a Israel".
Nadie entre los palestinos cree en la voluntad política de Washington, porque, entre otras razones, los planes anunciados por Olmert para anexionar parte de Cisjordania y la expansión de los asentamientos judíos continúa sin que Estados Unidos alce la voz.
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