_
_
_
_

Grasas que además de ser malas engordan

Los ácidos grasos hidrogenados aumentan el peso aunque se controlen las calorías de la dieta

A la retahíla de efectos dañinos asociados a las grasas trans o hidrogenadas hay que añadir uno nuevo: su consumo provoca un aumento de peso, a pesar de que se controlen las calorías ingeridas en la dieta, y también una concentración de la grasa corporal en el abdomen, lo que tiene consecuencias cardiovasculares nocivas. Éstos han sido los hallazgos de una investigación realizada en la Universidad Wake Forest de Carolina del Norte, en Estados Unidos: los científicos observaron cómo un grupo de monos ganó peso tras seguir una dieta controlada, pero cuyas calorías procedían en parte de grasas hidrogenadas, que se encuentran en gran cantidad de alimentos envasados.

Muchos consumidores creen erróneamente que los productos que utilizan grasas vegetales son menos dañinos para la salud que los que contienen grasas saturadas, de procedencia animal. Pero las grasas vegetales, si son trans, son tan malas o peores que las saturadas. Las grasas trans, también conocidas como ácidos grasos trans, son aceites vegetales sometidos a un proceso de solidificación por la vía de añadir moléculas de hidrógeno. Y se usan en los alimentos por razones comerciales: son más baratas, potencian el sabor y permiten alargar la fecha de caducidad porque los alimentos se conservan más tiempo.

Todo el peso extra se acumula en la cintura, lo que aumenta el riesgo de diabetes
Más información
Aterosclerosis en hijos de diabéticos

"Estas grasas son incluso peores de lo que creíamos", explicó a este diario el doctor Lawrence L. Rudel, profesor de patología y bioquímica de la mencionada universidad y principal investigador del estudio. "Nos quedamos totalmente sorprendidos" añadió. En un principio el estudio se diseñó para observar el papel que juegan los ácidos grasos trans en la aterosclerosis (acumulación de placas en el interior de los vasos sanguíneos), pero al cabo de unos años se observó que los monos que las tomaban habían ganado peso.

Rudel explica que a los dos grupos de monos les alimentaron con la misma cantidad diaria de calorías, pero a unos les dieron grasas trans, y a otros, grasas monoinsaturadas, es decir, grasas vegetales como las del aceite de oliva. El peso del primer grupo aumentó un 7,2%, mientras que el segundo sólo engordó un 1,8%. "Ante estos resultados, lo que hicimos fue tomar imágenes por tomografía axial computerizada, y nuestra sorpresa fue mayor cuando vimos que todo este peso extra se acumulaba en el abdomen y también observamos que las grasas del cuerpo tendían a redistribuirse hacia la zona de la cintura", explica Rudel. "De hecho, estos monos tenían un 30% más de grasa en la cintura que los del grupo que tomaba aceite de oliva".

Los investigadores no esperaban que estos animales ganaran peso, ya que el número de calorías estaba rigurosamente controlado. "Pensábamos que no engordarían, pero al cabo de seis años de estudio -lo que equivaldría a unos 20 años en humanos- nos dimos cuenta de que habíamos supuesto mal y que todo se debía a las grasas hidrogenadas", concluye. El grupo de monos que engordó tomaba un 8% de grasas trans, cantidad que es comparable, según los investigadores, a la dieta de las personas que comen mucha comida frita.

El hallazgo cobra más importancia si se tiene en cuenta que, además de los efectos nocivos de las grasas trans sobre las arterias, lo que aumenta el riesgo de un accidente cerebrovascular o un infarto, el hecho de acumular grasa en el abdomen es otro factor de riesgo de sufrir diabetes. Es sabido que las personas que tienen el cuerpo en forma de manzana, con la grasa concentrada en el abdomen, son más propensas a sufrir enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Estudiar la relación entre las grasas trans y la diabetes es el próximo objetivo del equipo de Rudel.

"Pudimos ver", añade Rudel, "que los monos alimentados con grasas trans experimentaron ciertos cambios en el metabolismo relacionados con la resistencia a la insulina", que es una fase clínica previa a la diabetes, "pero tenemos que estudiarlo más a fondo".

Por todos estos riesgos y complicaciones, las grasas hidrogenadas son una auténtica bomba de relojería. Y lo peor de todo es que no es fácil escapar de ellas. Están presentes en muchos productos que se compran en los supermercados y también en los procesos de fritura de muchos restaurantes. Sobre todo, se encuentran en los aperitivos salados, en la bollería industrial, los snacks y los platos precocinados. A pesar de que provienen de grasas vegetales, que en principio son más saludables que las animales o saturadas, el proceso químico al que son sometidas las hace mucho más perjudiciales para la salud.

Desde que la industria alimentaria descubrió hace años que con un simple proceso de hidrogenación podía conseguir aceites muy baratos para freír, su uso se ha extendido en bares y restaurantes.

Aunque su origen sea vegetal, las grasas trans perjudican al sistema cardiovascular porque aumentan los niveles del llamado colesterol malo (LDL) y reducen los del bueno (HDL). Por el contrario, las grasas insaturadas, como el aceite de oliva, girasol y maíz, también conocidas como grasas buenas, aumentan el porcentaje del colesterol HDL.

Rudel cree que el gran campo de batalla está ahora en los restaurantes. En Estados Unidos, desde el pasado 1 de enero, la FDA (la agencia que controla los medicamentos y productos alimentarios) obliga a todos los fabricantes a hacer constar en la etiqueta de los productos si contienen grasas hidrogenadas.

Estanterías de un supermercado con diferentes productos de bollería industrial.
Estanterías de un supermercado con diferentes productos de bollería industrial.EL PAÍS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_