Los libreros premian 'Suite francesa'
Denise Epstein, hija de la escritora rusa Irène Némirovsky, recoge el galardón
"Pocas cosas hay tan dolorosas como tener que silenciar el llanto, y nadie puede arrogarse el derecho a infligir a otro un dolor permanente". Como el causado desde 1942 a Denise Epstein (1929), hija de la escritora rusa Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942), cuya novela Suite francesa (Salamandra en castellano y en catalán La Magrana) ha obtenido el Premio del Libro del Año 2005, concedido por el Gremio de Libreros de Madrid. Una novela que, tras su publicación en Francia en 2004, obtuvo el Premio Renaudot y que ha sido ya traducida a 30 idiomas. Es una obra póstuma que muestra sin tapujos la estampida de virtudes y bondades humanas en los franceses durante la ocupación nazi en la II Guerra Mundial, y lo hace con un estilo en el que la belleza y la elegancia literaria han sido destacadas por la crítica internacional.
Suite francesa es el testimonio de la última y definitiva persecución que entabló la vida contra Némirovsky. Hija de un rico banquero judío en Rusia, su familia debió huir en 1917 tras la revolución bolchevique. Después de unos años escondidos en Estocolmo, los Némirovsky llegaron a Francia en 1919. Un abandono al que se sumó la poca atención que le prestaba su madre. En 1929, la autora publicó su primer gran éxito, David Golder; en 1930, El baile, y un año después, Las moscas de otoño. Libros que le dieron un gran prestigio en el mundo literario.
Casada con un judío, Némirovsky tuvo dos hijas, Denise y Elisabeth, hasta que en el verano de 1940 la invasión alemana de Francia les empezó a marginar. Entonces la escritora tomó una carpeta marrón y escribió cada día lo que veía, vivía y sentía a su alrededor. Un diario en tiempo real de aquella encrucijada en que estaba atrapada Francia. Hasta que en 1942 fue entregada a las tropas nazis, que finalmente la gasearon semanas después en Auschwitz. La misma suerte correría su esposo. Sus hijas iniciaron un peregrinaje a escondidas y cargando una maleta con recuerdos, entre ellos una carpeta marrón, que más de una vez les sirvió de almohada.
Sólo a finales de los años setenta, Epstein se atrevió a leer el manuscrito. "Porque cada cosa llega en su debido momento y eso no lo podemos cambiar". Tras leer el libro, los sentimientos sobre Francia apenas se han modificado: "Antes tenía rabia, durante la lectura también, pero hoy el sentimiento es de victoria porque he logrado que mi madre vuelva a vivir y a recuperar el prestigio". ¿Y los franceses qué piensan y sienten? "Tengo pruebas de que la conciencia de la gente se despierta y eso es más fácil ahora que los testigos directos ya no están".
Para Epstein, la cobardía está todos los días en la esquina de la calle. ¿Y la culpabilidad? "En el hecho de haber sobrevivido. Porque uno se siente culpable por estar vivo y comprobar que las personas a quienes quieres ya no están".
Por eso, Denise Epstein no cree en la ausencia. Para ella no existe. "La ausencia siempre está presente". Abandonos forzados, abandonos mezquinos o abandonos voluntarios, lo cierto es que es la acción que persiguió a su madre y que la encontró a ella, pero de la cual ya se ha librado en parte. "Sólo pueden perdonar los que no volvieron. Para mí el perdón no significa nada. Simplemente, no olvido, pero tampoco me invade ningún deseo de venganza". Porque como termina su madre Suite francesa: "Poco después, en la carretera, en lugar del ejército alemán, sólo había un poco de polvo".
Babelia
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