El capital extranjero huye de Irán
Los iraníes parecen no temer las sanciones de la ONU pese a que deben importar el 50% de su combustible refinado
El sonido de los tambores y los rítmicos golpes de pecho inundan estos días las calles de Teherán y otras ciudades iraníes. Tras las procesiones de la Ashura, que conmemora el martirio de Husein hace 14 siglos, cofradías y particulares proceden a un generoso reparto de comida entre los vecinos. Nadie parece temer el riesgo de sanciones cuando el programa nuclear iraní sea sometido al escrutinio del Consejo de Seguridad el próximo 6 de marzo. Pero la incertidumbre política está pasando factura.
"Cualquier declaración un poco subida de tono de nuestros líderes tiene un impacto negativo en los inversores y el dinero se va del país", admite un asesor de compañías extranjeras. Para cuando se anunció la medida del Organismo Internacional para la Energía Atómica el pasado sábado, muchos ya habían tomado la decisión. Los observadores notaron importantes salidas de capital y ralentización de las inversiones a partir del 10 de enero, cuando se anunció la retirada de los precintos en las instalaciones de enriquecimiento de uranio.
Los ciudadanos de a pie temen una nueva vuelta de tuerca a sus precarias economías
"La prensa estima que entre 80 y 200 millones de dólares se han transferido a Dubai en las últimas semanas", se preocupa Naquib Zadeh, profesor de la Universidad de Teherán. "No hay cifras precisas, pero el descenso de las inversiones extranjeras se calcula en un 80%, porque a las retiradas de capital hay que sumar los clientes que han decidido no entrar en el mercado", explica el asesor, que señala como un gran impedimento la decisión de la agencia de calificación de riesgos británica Fitch de dejar de calificar a Irán.
Los bancos ABN Amro (Holanda) y UBS (Suiza) anunciaron a finales de enero que suspendían sus actividades en Irán porque "el clima comercial resulta poco atractivo". El Crédit Suisse ha dicho que no va a dar préstamos a nuevos clientes. Esa financiación resulta esencial para los sectores naval y de automoción, cuyo ritmo de crecimiento no puede seguir la banca local.
Los iraníes de a pie, castigados con un paro que según estimaciones extraoficiales ronda el 30% de la población activa, temen una nueva vuelta de tuerca a sus precarias economías. Pese a los eslóganes oficiales sobre su capacidad de resistencia y sus sacrificios durante la guerra con Irak, a nadie se le escapa que las nuevas generaciones carecen de la fibra revolucionaria de sus mayores. Sin embargo, de momento, no ha habido reacciones de pánico ni acopio de bienes.
"No creo que vayan a imponerse sanciones. Nos dañarían a las dos partes", apunta el representante de una empresa petrolera europea con intereses en Irán. Los dirigentes iraníes han insistido en los últimos días en que si la ONU llegara a tomar esa decisión, el castigo dañaría más a las economías industrializadas de Europa que a su país. La mayoría de los analistas consultados considera que eso sólo es cierto a corto plazo. "Esperan que Occidente se asuste ante la perspectiva de un barril por encima de los cien dólares", afirma un diplomático europeo. Pero a medio y largo plazo, Irán sería vulnerable al embargo en sus importaciones de gasolina, componentes industriales y servicios bancarios.
Aunque parezca contradictorio, el cuarto exportador de petróleo del mundo importa entre el 40% y el 50% del carburante que consume (unos 70 millones de litros diarios, según la prensa local). La falta de capacidad de refino se traduce en una sangría a los presupuestos, ya que los iraníes perciben la gasolina barata como un derecho nacional y el Estado subsidia buena parte de su coste. A ocho céntimos de euro el litro, se consume sin ninguna preocupación por el ahorro energético. Cualquier incremento en los precios del combustible tendría un efecto inflacionario inmediato en alimentos y bienes de consumo.
¿Qué pasaría entonces? Hay cierto consenso en que si la situación se hiciera insostenible, los iraníes se echarían a la calle. Lo que no está tan claro es si culparían a su Gobierno, o a Occidente. Un paso mal dado, y el castigo puede reforzar al régimen.
"¿Hasta cuándo puede aguantar Irán?", se pregunta el representante petrolero. "Nosotros podemos recurrir a otro sitio, tal vez a Irak si mejora la situación política. Además, tras un incremento del precio inicial, luego se estabilizará como sucedió cuando el ataque a Irak en 1991", explica este experto, que confía en la capacidad del resto de los productores de cubrir 1,5 millones de barriles de los 2,5 millones que a diario produce Irán. No obstante, la misma fuente precisa que a medio plazo, "las reservas que tiene Irán son necesarias, y sin duda van a conseguir algo con su estrategia".
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