Larga es la noche
Siendo Fernando Méndez-Leite un hombre de cine que ha escrito con nostalgia del cine español más clásico, era lógico que una gala dirigida por él rindiera tributo al cine del ayer. Y siendo también un hombre de televisión, que ese homenaje se plasmara en numerosos vídeos recopilatorios. Puede que demasiados y, en más de un caso, demasiado largos, especialmente para los asistentes que estuvieran ubicados en las butacas laterales: la inmensa pantalla se les quedaba reducida a la mitad. Todo en la gala se prolongó en exceso, incluido el merecido pero misterioso homenaje a Fernando Fernán-Gómez, a pesar del encomiable esfuerzo por lograr que los discursos fueran breves. En cualquier caso, bienvenida sea esta cinefilia frente a las propuestas de otros años de basar los premios del cine en figuras populares de la televisión. Y un bravo por haber logrado imágenes de los candidatos a la mejor película extranjera, Woody Allen incluido.
No sorprendió que La vida secreta de las palabras fuera la triunfadora de la noche tras haber sido la preferida de los críticos en sus recientes votaciones. Pero sí y para bien que Agustín Almodóvar saliera a recoger el gran premio, superado el arrebato que a él y a su hermano les dio el pasado año en contra de la Academia. Pelillos a la mar, de los que, por cierto, no participa José Luis Garci. Lo más asombroso fue que Obaba se marchara tan escasamente galardonada. ¿No han decidido los académicos que sea ésta la película que concurra a los Oscar? ¿Sólo por su buen sonido, que es el único Goya que les dieron? Absurda paradoja.
Bien, como es habitual en ella, la presidenta Mercedes Sampietro. Sobria, elegante, hablando con seguridad... y sin lamentos. No los hubo en el guión aunque sí en algunas de las intervenciones espontáneas de los presentadores. La Pataky se quejó del tamaño de las escaleras, y Juan Luis Galiardo de que no le dejaran hablar cuanto él quisiera, y de lo mucho que se había extendido Tristán Bauer al recibir su premio por Iluminados por el fuego. Concha Velasco se atrevió a expresar su contento porque hubiesen premiado Tapas como mejor primera película, ante el justo desconcierto de los restantes candidatos. Es raro que los profesionales del espectáculo no se ciñan al guión y consideren que sus gracias son más graciosas, aunque la verdad es que la gracia o el humor brillaron por su ausencia, Corbacho y Santiago Segura aparte.
Todo fue largo y tardío, ¿por qué ese empeño en dar los premios gordos a altas horas de la madrugada? y en un domingo, para más inri. Ni los telespectadores ni los periódicos pueden aguantar tanto. Al parecer, tampoco muchos de los asistentes, que fueron abandonando el Palacio de Congresos según se eternizaba el acto. Seguramente, se perdieron lo mejor.
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