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Columna
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Catavinos

Cuánto vino hemos recibido en nuestros domicilios estas pasadas fiestas. Nuestros amigos nos han llenado la bodega para una buena temporada. No cabe duda de que el vino sigue estando de moda y la imagen que proyecta sigue siendo, en cierta manera, exclusivista.

Aquí radica un pequeño hándicap en la rotación del vino: de ser un producto de diario lo hemos envuelto en un glamour que liberamos en ocasiones especiales. Bondades, excelencias, artículos de opinión, historias en torno al vino en cuestión que iremos desgranando para asombrar al tertuliano de turno, lo que de paso reafirma nuestro estatus social. Es lo que se lleva.

No acaba todo con tanto vino y tantas ganas de mejorar. Nos queda el siguiente paso: apuntarnos a un curso de cata, la panacea de tres días, seis horas y a seguir sorprendiendo a la concurrencia.

Para el vino y todo su entorno es mejor que se convierta en parte de nuestros buenos hábitos diarios a que forme parte de una moda esnob y pasajera. Volviendo a los cursos de cata, siempre estará bien empezar a descubrir las diferencias y las excelencias de los mostos que hablar de oídas, pero sacar el catador que todos llevamos dentro es cuestión de tiempo y de mucha afición, una labor larga y divertida. El mercado no para y las novedades son constantes. Se trata de convertirnos en un profesional de la cata o sumillería donde los alumnos aprenden a describir el vino como si de una obra de arte se tratara.

Aunque algunas veces no lo parezca, se trata de diferenciar las cualidades actuales y, sobre todo, los defectos. A partir de esta pequeña base, será tiempo de empezar a descubrir variedades de uva y zonas de producción. Monastrell, cabernet sauvignon, chardonnay, por citar algunas castas, nos empezarán a ser familiares.

Si se aburre de las 65 denominaciones de origen que tenemos en el Estado, no se preocupe. Le queda Europa y los llamados países del Nuevo Mundo -Chile, Argentina- y Australia, que a la vuelta de un mes empiezan a vendimiar. Y cuando lleguemos a nuestro verano, tendremos la cosecha de 2006 recién salida al mercado.

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En medio de tanta uva y vino, le llegará el turno al cristal. La cantidad de copas y sus aptitudes para ciertos vinos nos mantendrán ocupados otra buena temporada y en verdad que la importancia del cristal es fundamental para alabar o destronar al caldo en cuestión.

Copa, vino, sólo nos falta la temperatura de servicio, una cosa impensable hace unos años. Nuestros domicilios empiezan a llenarse de armarios climatizadores de todas las medidas y modelos. Eso sí, el color siempre en tonos madera o algún osado con el color rojo burdeos.

Y el último invento eléctrico para nuestras casas pasa por un aparato para guardar una sola botella abierta que nos puede llegar a durar hasta tres meses si somos capaces de resistir la tentación.

Para el día en que se aburra de probar vinos y quiera seguir manteniendo su pituitaria viva, le recomendamos las cajas de aromas: pequeños frascos con todas las esencias del vino sin llegar a catarlo.

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