_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Colombia a la hora de las maniobras

Colombia vive una campaña electoral inédita, y no por lo prolongada, porque, aunque las presidenciales son a fin de mayo, lo habitual es que el país transite entre la que ya ha acabado y la que va empezar, sino porque estrena presidente-candidato. Álvaro Uribe, ex liberal sin partido y presidente que se postula, gracias a un remiendo constitucional, a un segundo mandato. En un Estado tan garantista como el colombiano hay una ley de garantías que regula tiempo y acceso a los medios, pero que, como en Europa o Estados Unidos, no impide que el jefe del Estado haga campaña desde el poder, lo que suele dar bastante de sí.

El presidente, que presenta en su programa la desmovilización de las autodefensas -como les complace a los paras que los llamen- necesita mostrar algún equilibrio en la pacificación a diestro y siniestro. Y para ello ha echado a volar dos cometas. Una, la celebración en La Habana de contactos con la segunda fuerza guerrillera del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y dos, una oferta de canje humanitario a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que forman unos 20.000 bandoleros ellos dicen que marxistas.

La primera ondea con éxito. Hay un preacuerdo para negociar con la guerrilla que dirigió en vida el cura Pérez, que como era maño la prensa local persiste en llamar español. Pero su trascendencia es limitada. El analista de uribismo reciente, Eduardo Pizarro y Leongómez, ha subrayado a este columnista que la ruina económica y política del ELN le forzaba a "la negociación, si no quería desaparecer lánguidamente del panorama nacional". El grupo trató de fusionarse con las FARC, pero la tropa de Marulanda sólo admitía la absorción, y, como precisaba alguna percha para subsistir, tenía que pasar a la legalidad como parte de una izquierda en vías de unificación. Así, el Polo Democrático Alternativo, formado por el Polo y la Alternativa, sería su cabeza de playa en la política. La periodista y escritora, María Jimena Duzán, afirmaba, por su parte, que el ELN o renunciaba a la maleza o tenía que dedicarse a la coca para llegar a fin de mes. Y ha preferido negociar a envilecerse como sí han hecho las FARC. Pero el fin de los elenos está aún lejos, porque menudean los escollos negociadores, tal que su pretensión de que se convoque una constituyente de paz, una especie de borrón y cuenta nueva, cuando para Uribe el borrón es la guerrilla, y sólo él se siente autorizado a hacer la cuenta nueva.

La segunda cometa o canje bondadoso ya es harina de otro costal. El Gobierno ha ofrecido despejar -desmilitarizar- una localidad para negociar durante un mes ese trueque, pero las FARC habían pedido dos municipios, y, sobre todo, como apuntaba la ex editora de Semana, María Teresa Ronderos, a la guerrilla no ha podido gustarle que Uribe hiciera públicos los contactos sin su consentimiento; de momento, pide aclaraciones a los tres países observadores del proceso, entre ellos España, sobre la propuesta, pero su interés por hacer al presidente semejante regalo electoral ha de ser limitado, pensando que si éste alcanza un segundo mandato, tratará de liquidarla a sangre y fuego. Por añadidura, esa gran empresa internacional de la pasta de coca puede entender que el tiempo juega en su favor, como con la reciente elección del indio chavista, Evo Morales, a la presidencia de Bolivia, entre otros brotes de neo-izquierdismo latinoamericano.

Uribe ya tiene, en todo caso, lo que quería y, salvo que se produzca una ruptura con el ELN de la que la opinión pueda culparle, la desmovilización de los paras se verá confortada por un proceso de paz con una ex guerrilla, ex maoísta, ex casi todo, y apenas expectante fuerza política, que ya sólo puede aspirar a negociar la entrega de las armas. Y aunque en Colombia unos meses pueden ser una eternidad, la primera gran duda sobre los comicios es la de si los rivales de Uribe llegarán a la segunda vuelta.

Desde el fracaso del proceso de paz con el presidente conservador Andrés Pastrana, a principios de 2002, y acto seguido la victoria de Uribe en primera vuelta, las FARC se preparan para ello en sus remotos cubiles de la montaña. Esa será la verdadera segunda vuelta colombiana.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_