Los Nobel ensalzan la voz crítica de Pinter
El dramaturgo, ausente de la ceremonia de entrega de los premios, fue sin embargo el gran protagonista
La Casa de Conciertos (Konserthuset) era ayer un oasis de luz y color, en agudo contraste con la noche nórdica que ya había caído sobre Estocolmo. A las 16.25 comenzaba la ceremonia de entrega de los Premios Nobel correspondientes a este año. Nueve científicos, un economista y un literato recibieron el diploma, la medalla de oro y los 10 millones de coronas (1,1 millones de euros) que constituyen la dotación del premio. Además de la familia real, autoridades del país, miembros del cuerpo diplomático, académicos e invitados especiales, presenciaron una ceremonia en la que sonó la música de Puccini y Verdi interpretada por la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, a cargo del director danés-italiano Giordano Bellincampi y con la colaboración de la cantante sueco-americana Erika Sunnegårdh .
Per Waestberg definió al escritor como el "renovador" del teatro inglés en el siglo XX
Los premiados en Física fueron esta vez los profesores Roy J. Glauber, John L. Hall, de Estados Unidos, y Theodor W. Hänsch, de Alemania, por su contribución en diversos aspectos de la teoría cuántica y la coherencia óptica y respecto a los dos últimos, al desarrollo del láser basado en la precisión espectroscópica. Los tres premiados fueron presentados por el profesor Stig Stenholm, miembro de la Real Academia de Ciencias.
El profesor Per Ahlberg, miembro de la Academia de Ciencias y del Comité Nobel para Quimica, hizo la presentación de los galardonados en dicha disciplina, los investigadores Yves Chauvín, francés, Robert Grubbs y Richard Scroch por sus investigaciones sobre el desarrollo de metodologías en los porocesos orgánicos.
Entre los científicos galardonados, los más populares fueron los de Medicina, el profesor Barry J Marshall y el doctor J. Robin Warren porque sus investigaciones y descubrimiento de una bacteria del píloro que produce la gastritis, úlcera de duodeno y estomágo, afecciones que padecen muchos millones de individuos en el mundo excitan la curiosidad popular.
El premiado en literatura, el dramaturgo británico Harold Pinter, gravemente enfermo, no pudo estar presente en la ceremonia. Como ya había sido anunciado, Pinter no acudió a recoger su premio, sino que fue su editor, Stephen Page, quien lo hizo. El joven editor se limitó a tomar en su nombre el galardón.
Por segundo año consecutivo el ganador de Literatura estuvo ausente, ya que la austríaca Elfriede Jelinek tampoco acudió el año pasado debido a su "fobia social". El escritor y miembro de la Academia de la Lengua Per Waestberg definió a Pinter como el "renovador" del teatro inglés en el siglo XX, enfatizó su influencia perenne y lo comparó con Kafka, Proust y Graham Greene por haber definido un territorio literario propio.
A pesar de estar ausente, Harold Pinter (algunas de cuyas obras se representan estos días en los principales teatros de Estocolmo) fue el gran protagonista de la noche. Su discurso del pasado miércoles ante la Academia Sueca (emitido en vídeo) ha provocado reacciones encontradas.
Si bien casi nadie cuestiona la legitimidad del otorgamiento del premio - ya que reconocen la calidad de su obra literaria-, el medio periódistico e intelectual sueco no acepta de buen grado el marcado tono político de la intervención de Pinter.
Esto determinó que la reacción, en términos generales, a su discurso fuera la de ningunear la importancia de la noticia. En los dos principales diario de Estocolmo: Dagens Nyheter y Svenska Dagbladet adoptaron una táctica similar a la empleada por las cadenas de televisión norteamericana de ignorar y apenas informar del discurso de Pinter. Algún editorialista llegó a decir que el discurso de Pinter era una clara demostración de fanatismo, aunque no desmontaron ninguno de los argumentos utilizados por el escritor para atacar la política exterior de EE UU y de Gran Bretaña. El secretario permanente de la Academia Sueca, Horace Enghdal, un hombre de sólidos conocimientos literarios, calificó el discurso como una pieza única y reivindicó el derecho del escritor a decir lo que quiera. Agregó que "aquí estamos muy acostumbrados a que se nos presente la realidad en blanco y negro".
Ayer, el inicio de la ceremonia coincidió con una manifestación antifascista por el centro de Estocolmo, en protesta por una concentración de extrema derecha en Salem -al sur de la capital-, lo que hizo incrementar los efectivos policiales en torno al Konserthuset, aunque no se registraron incidentes significativos. Ambas manifestaciones se repiten desde hace dos años, cuando un grupo de jóvenes izquierdistas patearon hasta la muerte a un joven cabeza rapada en Salem.
La ceremonia de Los Nobel se repite cada año desde 1901 en la misma fecha del 10 de diciembre que recuerda la muerte del Alfred Nobel (1833-1896) el industrial sueco que descubrió la dinamita, ganó dinero con sus empresas establecidas en diversos países, y testamentó parte de ese dinero para premiar a personas que en distintas disciplinas contribuyeran positivamente en bien de la humanidad. El premio de Economía no estaba incluido en su donación y fue creado por el Banco Nacional de Suecia en 1968 para honrar la memoria de aquel. El mismo Alfred Nobel decidió en su testamento que el premio de la Paz sería discernido por un comité designado por el Parlamento Noruego.
Controvertidos y hasta denostados, especialmente los de literatura y la Paz, por sus connotaciones políticas y, en el caso del de literatura por las preferencias de la crítica y el público, los premios han sobrepasado los 100 años y se han convertido en un acontecimiento universal.
Experimento fallido
El premio de Medicina Barry Marshall, entre sus muchas actividades en Estocolmo, realizó una visita a la IB School South en el barrio periférico de la capital de Skarholmen para dar una charla sobre sus investigaciones. El rector de la escuela había escrito una carta a Marshall para invitarle, y 60 alumnos de la clase de noveno curso esperaban ansiosos la visita. Observaron con curiosidad un vaso de plástico que Marshall depositó en el pupitre del escritorio, que contenía orín que había donado algún alumno. Él debía mostrar a los alumnos cómo la bacteria del píloro que él descubrió y que provoca la gastritis y eventualmente la úlcera de duodeno puede sobrevivir en la cavidad estomacal. Después de agregar alguna sustancia al vaso, el orín debía tomar una coloración roja, pero el proceso rehusó cumplir las órdenes del investigador, y Barry Marshall no pudo demostar lo que quería. No perdió la calma y sólo atinó a decir: "Esto le puede pasar a cualquiera". Los alumnos comprendieron la situación y generosamente le prodigaron un caluroso aplauso. El haber compartido una hora con un premio Nobel había sido una experiencia inolvidable que bien podía disculpar el fallo del experimento.
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