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Columna
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Vino y futuro

Acaba de salir a la luz un avance del Plan Estratégico de la Denominación de Origen Rioja, elaborado por una consultoría, que viene a decir, entre otras cosas, que Rioja se abra a nuevas variedades foráneas. Dicho así puede parecer poco original. Cabernet sauvignon y merlot para uvas tintas; chardonnay, verdejo y sauvignon blanc en el apartado de castas blancas. Es una cuestión que lleva años de debate dentro de la Denominación de Origen Rioja, aunque convendría recordar que la cabernet sauvignon lleva varias décadas arraigada en el terreno riojano, eso sí, sin oficialidad.

Elaborar un informe proponiendo plantar uvas que podemos encontrar en cualquier parte del mundo con el pretexto de que es lo que el mercado demanda ni es original ni va a servir al rioja para penetrar en los nuevos mercados.

Puestos a ampliar el mapa ampelográfico, ¿por qué no recuperar las viejas variedades? ¿Acaso hemos olvidado la época donde en el viñedo convivían tres y cuatro castas para elaborar el vino de esa parcela en particular?

Esta práctica, habitual hace años, se dejó a un lado para dar paso a los vinos varietales de clara influencia de las viticulturas del nuevo mundo. Y, como no podía ser de otra manera, la tempranillo recogió el estandarte de Rioja, con lo que se encuentran vinos elaborados al cien por cien con esta variedad, cosa imposible de hallar hasta hace pocos años.

Querer lanzarse al mercado a competir con las mismas variedades es una quimera. Nunca se podrá competir con los costes de producción que tienen países como Chile, Argentina o Australia, entre otras cosas, y aparte de su nivel económico, porque no tienen marcados los rendimientos por hectáreas que rigen en Europa, donde los consejos se empeñan en poner puertas al campo.

Si es poco original esta recomendación de plantar variedades foráneas, lo que es grave es la recomendación de ampliar en 8.000 hectáreas el parque vegetal de Rioja. En estos momentos que en Europa hay excedente de vino, lo mismo que en el Estado español, y Rioja no se salva, sobran litros todos los años. A qué viene esto de ampliar la producción en 50 millones de litros más al año, que sería el resultado de esas 8.000 hectáreas.

Decididamente, nos hemos vuelto locos o, como dice el viejo refrán, el hombre tiene tres formas de arruinarse en el negocio: por el juego, por las mujeres (con perdón) y por los expertos. En este caso, por ponerse en manos de las consultorías de turno, que sí que no arriesgan nada.

En este mercado tan competitivo, a Rioja, como a todos, le sobra vino. Lo que tiene que buscar es el equilibrio entre lo que vende y produce. Basta de plantar más viñedo, y si es arrancar, mejor. Equilibrio y calidad. Es hora de clasificar terrenos, parcelas, uvas. No todos los caldos bajo la etiqueta Rioja tienen la misma calidad. Se acabó ya el tiempo de que la supuesta calidad de los vinos venga dada en forma de contraetiqueta de crianza, reserva o gran reserva.

Equilibrio, calidad y diferenciación de las demás zonas productoras. Tenemos suficientes variedades de uvas a través de la historia como para tener que traer castas foráneas. El trabajo es recuperar lo que hemos ido abandonando. El mercado está saturado de los cabernet y merlot de turno. Con esto no aportamos nada nuevo.

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