La furia rebelde de Harold Pinter
El dramaturgo británico gana el Premio Nobel de Literatura con una obra que mezcla arte y política
Harold Pinter declaró ayer, tras ser distinguido con el Nobel de Literatura, que estaba encantado y se preguntó si el galardón recompensa también su compromiso político. Dijo que su primera celebración fue con su esposa, con quien brindó con champán mientras llegaban ramos de flores a su casa londinense de Holland Park. El dramaturgo contó que no piensa escribir más teatro, pero sí poesía. El escritor se reafirmó en su compromiso con el arte y la política: "Estoy profundamente comprometido con ambos y en ocasiones arte y política se encuentran y en otras no". Sobre sus planes de futuro, insistió en que piensa centrarse en la poesía y en su compromiso político.
Pinter cumplió los tres cuartos de siglo el pasado lunes. Un cumpleaños que fue más festejado en la vecina Irlanda que en su país nativo. El teatro Gate, de Dublín, honró su 75º cumpleaños con un rico programa de festejos a lo largo del fin de semana en los que participó la élite del teatro y el cine internacionales. El lunes, una emisora de la BBC estrenó su último trabajo, Voices, una pieza dramática musical en la que Pinter colabora con el compositor James Clarke.
"Como ciudadano debo preguntarme: ¿Qué es verdad? ¿Qué es falso?"
Nada mejor para rematar los tributos hacia uno de los más grandes de los dramaturgos ingleses contemporáneos que la adjudicación del Nobel de Literatura. "Es un gran galardón para un gran y original poeta del teatro. Estoy encantado con la decisión", exclamó el director Peter Hall.
En Voices, Pinter descubre una nueva estructura formal, pero sigue indagando en el foso humano de lo inhumano. En sus cinco décadas de actividad creativa y denuncia social, Pinter conjuga el arte y la política en una búsqueda por descifrar la verdad personal y pública.
Hace unos años, al lanzar su página de Internet, recuperó una conclusión a la que había llegado en 1958: "No hay grandes diferencias entre lo que es real y lo que no es real, tampoco entre lo que es cierto y lo que es falso". Y añade en la portada de la web: "Creo que estas afirmaciones aún tienen sentido y todavía se aplican a la exploración de la realidad a través del arte. De esta forma, como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo hacerlo. Como ciudadano debo preguntarme: ¿Qué es verdad? ¿Qué es falso?".
Su voz comprometida resuena siempre con fuerza. En 2003, ya aquejado por un cáncer de esófago, retornó una vez más a la arena pública en protesta contra la guerra de Irak. Al término de las masivas manifestaciones que hubo en todo el mundo, y que en Londres concentraron a más de un millón de personas, Harold Pinter subió al estrado levantado en Hyde Park para pedir la dimisión del primer ministro británico Tony Blair. Desde entonces acusa a Blair y a Bush de "criminales de guerra" y denuncia sus acordes "posturas morales" de "insulto contra todos nosotros". "Lo que encuentro absolutamente detestable", señaló en una reciente entrevista con su biógrafo, Mark Batty, "es la posición moral de Blair y Bush". "Piensan que tienen la autoridad moral y que lo que están haciendo es moralmente correcto, cuando es pura basura". Su protesta contra la guerra tomó forma creativa en unas colecciones de poemas, entre ellos War, publicado este año.
Harold Pinter nació en el barrio de Hackney, en el popular Este de Londres, el 10 de octubre de 1930. De padres judíos, conoció de cerca el racismo que pregonaban los fascistas de su barrio. Objetor de conciencia a los 19 años, comenzó entonces a escribir sus primeras poesías y actuar en obras de teatro. La habitación y Tiempo de fiesta, que se llevaron a escena a finales de los cincuenta, culminaron en El cuidador, una sublime exploración del racismo y probablemente su gran obra maestra. Se estrenó en 1964, fue llevada al cine, y aún sigue representándose en salas de todo el mundo.
Pinter ha escrito 29 obras de teatro; 21 guiones, incluidos La mujer del teniente francés y Betrayal, candidatos a los Oscar; la novela Los enanos; decenas de relatos cortos y cientos de poemas. Pero, ante todo, es el más relevante e importante dramaturgo inglés vivo.
En el Teatro Nacional de Londres, donde ejerció de director asociado entre 1973 y 1983, se recibió ayer con entusiasmo el anuncio del premio. "Está entre los tres más importantes escritores de los últimos 30 años. Algunas obras son difíciles de comprender, pero él sigue innovando", señaló Al Haydes, un aficionado de 71 años. "¡Qué buena noticia!", exclamó el más joven Stuart Silver, un actor de 30 años. "Es un genio. Una gran figura. Es un autor comprometido políticamente, que está acercando al gran público cuestiones de la coyuntura actual. Y, en estos tiempos, es necesario que los artistas hagan más accesible la política mundial", sostenía Silver, intérprete de sus textos.
"Es un autor muy respetado. Cada vez que viene al teatro se monta un gran alboroto. La gente quiere ver sus obras y sobre todo a él en persona", explica Sean Elliott, empleado de la librería del teatro. "Estoy encantada. Se merece el Nobel por su gran contribución a nuestra literatura y por dar a conocer sus opiniones políticas, liberales e izquierdistas", comenta Meirion Davies en la cafetería del teatro, junto al Támesis. "Sus ideas quizá no casan con algunos, pero conmigo sí".
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