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Columna
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'Vi de l'Empordà-Costa Brava'

La cultura del vino nos llega a Cataluña de la mano de los griegos, que desembarcaron en el siglo VI a.C. en Empúries. Cuatro siglos más tarde ya queda constancia arqueológica y documental de los vinos del territorio gracias a los escritos de Plinio y Marcial. En la Edad Media, las faldas de la montaña de Rodes se llenaron de terrazas plantadas de cepas, que recibían la protección del monasterio de Sant Pere. Sant Quirze de Colera y Santa Maria de Vilabertran constan como propietarias de las viñas del Empordà. Los monjes medievales de Port-Vendres hablaban también del prestigioso vino Monastrell de Empordà. Los primeros brotes de filoxera aparecieron por primera vez en Cataluña en una viña de Rabós d'Empordà, en 1879, lo cual supuso la ruina para los payeses, que tuvieron que abandonar el campo. Recuperar la vid fue una empresa dura. El primer intento ocurrió durante la I Guerra Mundial, cuando se incrementó la exportación a Francia y a Suiza. La Mancomunitat catalana favoreció la creación de las bodegas cooperativas, que se incrementaron en la época de la Generalitat republicana, en 1930. Se abrieron nuevas bodegas y se mejoró el comercio. Pronto se superó la imagen de vino de mezcla y consumo corriente para adquirir un prestigio como vino de calidad.

Actualmente se elaboran vinos tintos de alta calidad, vinos de reserva y crianza, ecológicos y 'muscats' jóvenes

La zona Empordà-Costa Brava se encuentra en el extremo nororiental de Cataluña, en la falda de la sierra de las Alberes, una extensión geográfica que abarca desde el Cap de Creus hasta la llamada Garrotxa d'Empordà. Son terrenos ásperos, de naturaleza granítica los de la montaña, mientras que los de la llanura tienen las características propias de los aluviones. La peculiaridad climática más acentuada es el viento del norte, la tramontana, que barre estas tierras con toda su fuerza. Sin embargo, los inviernos no son rigurosos, con pocas heladas, mientras que en verano el calor se suaviza gracias a la brisa marina. Estas temperaturas permiten la elaboración de vinos dulces naturales de gran calidad.

La viña ampurdanesa actual tiene más de 30 años, lo que favorece esta calidad en detrimento de la cantidad, que acostumbra a ser baja. Las variedades para la elaboración de vinos blancos y licorosos son el macabeo y la garnacha blanca y roja, que aquí se denominan lledoné. En vino tinto predomina la Cariñena, que es la base de la viticultura de la zona, aunque la garnacha, el ull de llebre y el cabernet van en aumento.

El vino más representativo es el rosado, de color intenso y afrutado en el paladar. La garnacha de Empordà es un vino dulce característico de esta zona, igual que los tintos nuevos, pioneros en toda Cataluña, que se ponen en el mercado justo en el momento de fermentar, en el mes de noviembre. Actualmente se elaboran vinos tintos de alta calidad, vinos de reserva y crianza, ecológicos y muscats jóvenes. El mercado de los vinos Denominación de Origen (DO) Empordà-Costa Brava ha dado el salto al exterior y se venden a Holanda, Francia, EE UU, Dinamarca, Suiza... Actualmente existen 32 bodegas inscritas bajo esta denominación, que abarca los municipios de Garriguella, Capmany, Cantallops, Vilajuïga, Pau y Peralada, entre otros.

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