División en el Gobierno de Bush sobre el cierre de la prisión de Guantánamo
El vicepresidente Dick Cheney terció ayer en el debate sobre la prisión de Guantánamo y aseguró a la televisión Fox que los 540 detenidos -algunos llevan más de tres años sin acusación formal- seguirán allí "porque la mayoría son terroristas capturados en Afganistán o miembros de Al Qaeda". Pero el portavoz de la Casa Blanca prefirió no comprometerse tanto. "No deberíamos limitar nuestras opciones", dijo Scott McClellan, a tono con lo que el presidente George W. Bush señaló la semana pasada, cuando se declaró dispuesto a examinar alternativas. El Pentágono afirma: "No queremos que haya detenidos más tiempo de lo necesario; hay un proceso en vigor que revisa su situación", y el Comité Jurídico del Senado tiene previsto abrir mañana un debate sobre lo que el demócrata independiente Patrick Leahy llama "agujero negro legal" de Guantánamo.
En el debate, que se acentuó con la agitación sobre el mal uso del Corán y la declaración de Amnistía Internacional de que Guantánamo es "el gulag de nuestros tiempos", hay republicanos críticos, como el congresista moderado Chuck Hagel, quien declaró a la CNN que Guantánamo es un factor que ayuda al deterioro de imagen de EE UU: "Hace falta algún tipo de instalación para tener a esa gente, pero no puede ser indefinido, no puede ser que estén allí para siempre".
Otro elemento que ha avivado la discusión es la publicación, en la revista Time, de detalles sobre los interrogatorios a Mohamed al Qahtani, detenido en Afganistán y que quiso entrar en EE UU el 20 de agosto de 2001, el mismo día y en el mismo aeropuerto que Mohamed Atta, jefe de los atentados del 11-S. Un funcionario de Inmigración se lo impidió. Al Qahtani sufrió humillaciones similares a las de la prisión de Abu Gharib. Defensa asegura que los interrogatorios estuvieron a cargo de "profesionales que querían tener acceso a información que pudiera prevenir otros atentados en EE UU".
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