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Reportaje:

Argentina limpia una vieja mancha

Kirchner anula una orden de 1938 que impidió salvarse a miles de judíos

Jorge Marirrodriga

En julio de 1938, un año antes del comienzo de la II Guerra Mundial, las embajadas de Argentina en Europa recibieron una comunicación secreta -la circular número 11- en la que se les ordenaba negar el visado a quien quisiera huir de su país "o que lo ha abandonado como indeseable o expulsado". La orden supuso la muerte para miles de judíos que no pudieron salir de Alemania y fueron deportados más tarde a los campos de exterminio. Sin embargo, y al igual que sucedió con otras pruebas escritas sobre el Holocausto, estos documentos desaparecieron tras la contienda hasta que en 1998 apareció una de las copias olvidada en un archivo de la Embajada argentina en Suecia. Ahora la circular secreta ha sido anulada solemnemente en la Casa Rosada por el ministro de Exteriores argentino, Rafael Bielsa, ante el presidente Néstor Kirchner.

Las embajadas argentinas en Europa tenían prohibido dar el visado a quienes huían de los nazis

Argentina fue refugio, tras la victoria aliada, de personas que sirvieron al régimen de Adolf Hitler. Pero diferentes organizaciones judías pidieron durante años que se indagara sobre si esta colaboración había ido más allá de la concesión de refugio. Así durante la presidencia de Carlos Menem, su ministro de Exteriores Guido di Tella creó la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en Argentina. Una de sus investigadoras encontró el documento que implicaba al Gobierno de 1938 en la negación de auxilio a los perseguidos, pero la Administración de Menem decidió archivar el caso y mantener secreto su contenido. La investigadora abandonó la comisión y desde entonces la Fundación Wallenberg -que lleva el nombre del diplomático sueco que salvó a decenas de miles de judíos y desapareció detenido por los soviéticos- exigió la derogación de un decreto que obviamente no seguía en vigor, pero que había dejado desamparadas a miles de personas.

La actitud de las autoridades argentinas fue la de negar la existencia de la circular. "Decían que luchábamos contra molinos de viento y que ese antisemitismo no existía. Incluso en la cancillería desaparecieron los archivos. Pero finalmente pudimos encontrarla", destaca Baruj Tenembaum, presidente de la Fundación Wallenberg, para quien está claro que la Argentina de la guerra "era un nido de nazis". Bielsa reconoció ayer que la orden original estuvo "perdida" durante dos años y que finalmente fue encontrada en otro expediente donde había sido escondida. "Los Gobiernos peronistas y radicales se negaron a derogar el decreto porque hacerlo suponía reconocer su existencia", apunta Tenembaum.

Para enrevesar las cosas, en julio de 2001, bajo el Gobierno del radical Fernando de la Rúa, fue colocada una placa frente al Ministerio de Exteriores argentino en la que se homenajeaba a 12 diplomáticos argentinos "que se destacaron durante el régimen del Tercer Reich por sus muestras de solidaridad y humanidad con las víctimas del nazismo", según el texto. Pero a la luz del nuevo documento no hicieron eso, sino que, además, uno de ellos fue el responsable directo de que 100 judíos argentinos que pedían volver a su país no pudieran hacerlo.

El antisemitismo no es un asunto menor para un país en cuya capital y provincia viven al menos 250.000 judíos y que ha sufrido los dos mayores atentados terroristas de su historia. En 1992 una bomba contra la Embajada de Israel causó 29 muertos. Dos años más tarde un coche bomba destruyó la Asociación Mutual Argentina Israelita (AMIA) con el resultado de 85 muertos. "Yo destacaría la actitud del Gobierno, que ha procedido a retirar la placa y derogar el decreto", señala Jorge Kirszenbaum, presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).

Uniforme de prisionero en el que será en Argentina el primer museo del Holocausto en Suramérica.
Uniforme de prisionero en el que será en Argentina el primer museo del Holocausto en Suramérica.REUTERS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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