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La Fundación Cristóbal Gabarrón exhibe su colección de arte precolombino

La exposición reúne en Valladolid más de 1.000 piezas de Ecuador, Perú y otros países

Más de 1.000 piezas forman la gran exposición de arte precolombino inaugurada en Valladolid gracias al acuerdo alcanzado entre la Fundación Cristóbal Gabarrón, propietaria de la colección, y Caja Duero, que la ha patrocinado. Niños, dioses, guerreros indígenas, joyas y utensilios de la vida cotidiana de varios países de América Latina forman esta muestra que ocupa todo el espacio libre de la fundación, en más de 2.000 metros cuadrados. La exposición, abierta hasta finales de julio, podrá verse luego en otras ciudades españolas, empezando por Salamanca y Cáceres.

Esta colección es fruto del esfuerzo realizado a lo largo de más de 30 años por el titular de la fundación, el pintor y escultor Cristóbal Gabarrón, que empezó a atesorar numerosos objetos de distintas culturas surgidas en América antes de la llegada de Colón. Una parte importante de las piezas que se exhiben ahora proceden de Ecuador, y más concretamente de la cultura tumaco-tolita, de la que pueden verse alrededor de 400.

Algunos de los objetos más espectaculares forman la colección de cerámicas que representan cabezas humanas, y particularmente curiosas resultan las figuras del niño Jaguar, de la cultura Olmeca, o el contorsionista de la cultura Colima, ambas de México, ordenadas todas ellas en un libro sobre arte precolombino editado para la ocasión.

La exposición está distribuida en varios espacios diferentes dedicados a América en general, aunque con especial dedicación a Mesoamérica, Colombia, Venezuela, México, Perú y Ecuador. Muchas de las piezas son anteriores al primer milenio antes de Cristo.

Aunque buena parte de la colección está formada por objetos cotidianos, también pueden verse algunos trabajos de orfebrería en cuya fabricación prima el bronce, el oro, el hueso, el hierro o el cuarzo, entre otros materiales.

Así, en el espacio dedicado a Perú prima un nutrido grupo de cerámicas que siguen un mismo criterio arqueológico, mientras que las piezas procedentes de Colombia muestran una cultura menos desarrollada, aunque muy rica en objetos elaborados tanto en cerámica como en orfebrería. Interesante resulta asimismo observar la importancia que la religión tuvo en la vida de los pueblos de donde proceden la mayoría de las piezas expuestas. En la muestra es posible comprobar la transición entre el chamán tradicional y la figura del sacerdote que le sustituyó en las creencias de los pueblos. De entre todas las figuras destacan las de los periodos tairona y muisca, realizadas en cerámica muy elaborada y cuya creación tuvo lugar en los siglos previos a la llegada de los españoles. Además de estas dos culturas también hay sitio para piezas de los periodos sinu, quimbaya y la llamada Cultura de San Agustín.

Venezuela tienen también espacio propio en esta colección, con una selecta muestra de cerámicas, aunque la mayoría de lo exhibido corresponde al periodo comprendido en los 10 siglos que empiezan a contar el año 500 antes de Cristo. Estas piezas, realizadas por artesanos altamente especializados, permiten observar algunos de los cambios sociales más importantes de esa época, y en ellas se aprecia el carácter urbano de los lugares donde fueron realizadas.

Pero el grueso de la colección que se presenta procede de Ecuador, donde se constatan influjos tanto de origen mesoamericano como andino, y son piezas que permiten apreciar elevadas cotas en la calidad del trabajo realizado en oro, cobre y platino, procedentes en gran parte de Guangala, Bahía y Guayaquil. También se ha prestado especial atención a las aportaciones de Perú, sobre todo a la época en la que se desarrollaron las estructuras políticas más complejas que culminaron con el nacimiento del imperio inca.

Así pues, no sólo los pueblos más conocidos (mayas, aztecas e incas) tienen aquí su espacio, sino muchos otros antecesores cuyas culturas permiten comprobar la riqueza expresiva de esa parte del mundo. Desde los sorprendentes personajes de terracota mexicano a las enigmáticas vasijas mayas, pasando por las figuras de la Tolita ecuatoriana o los cuencos pintados de Colombia, todo forma parte de la cultura precolombina, perfectamente representada en esta colección.

Cerámicas de la cultura chorrera (Ecuador), olmeca (México) y mochica (Perú), de izquierda a derecha.
Cerámicas de la cultura chorrera (Ecuador), olmeca (México) y mochica (Perú), de izquierda a derecha.

Ojos de café

Son muchas las piezas exhibidas que despiertan la curiosidad de los visitantes, como la cerámica procedente de la cultura chorrera, de Ecuador. Se trata de una espléndida figura masculina con rasgos faciales perfectamente definidos y cuyos ojos están formados por sendos granos de café. A pesar de su reducido tamaño, de menos de 30 centímetros de altura, este trabajo impresiona por la desnudez y sobre todo por la posición del individuo, sentado y con las manos atadas a la espalda.

También impresiona la cerámica, de un tamaño todavía inferior a la anterior, creada por los olmecas, originarios de México, que se creían descendientes de la unión del jaguar, su animal totémico, con una mujer. La mezcla resultante era un niño de figura humana pero con rasgos de felino, tales como los ojos almendrados y con las comisuras de los labios apuntando hacia abajo. Esta representación tiene hoy un carácter mucho más científico y está relacionado con la existencia en esa región de niños afectados por una enfermedad llamada cretinismo, y que fueron considerados seres especiales y, en consecuencia, sacralizados.

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